Modric da otra lección de madridismo | OneFootball

El croata ha aceptado su rol y trata de sacar el máximo provecho a sus instantes finales vestido de blanco

Son días de deleite para el madridismo. De gozo, de ilusión. El equipo vuelve a desplegar un gran fútbol, y a su vez, los resultados acompañan. Pero hay algo que todos tienen ahí, en segundo plano, que no pueden dejar de lado. Es el adiós de Modric. Tramo final que el centrocampista trata de disfrutar al máximo junto a sus compañeros.

El momento, cerca de llegar. Es evidente que será doloroso; ya lo fue en aquella tarde de despedidas que significó el último baile de Luka, de Carlo Ancelotti y de Lucas Vázquez en el Santiago Bernabéu. Es algo a lo que la afición se está acostumbrando, puesto que desde hace varios años siempre toca dejar ir a alguien que ha llegado a lo más profundo del corazón de todos y cada uno de los madridistas a final de temporada.

Sería comprensible observar a un Modric triste, nostálgico, que habiendo querido quedarse y no haberlo conseguido, mostrara algo de frustración… Es normal, son 13 gloriosos años en los que ha rendido al máximo nivel, en los que ha ganado todo y en los que ha sido alguien de peso en el vestuario. El capitán. Los futbolistas también son humanos. Se ha convertido en uno de los mejores de la historia y su etapa está por finalizar.

Pero no. La realidad está muy lejos de todo esto. El País señala que fuentes cercanas al club afirman que ha aceptado su rol a la perfección, el cual le otorga poco protagonismo, que está siendo muy participativo en todos los ámbitos y que se le ve encantado de estar viviendo así su última experiencia como jugador blanco.

Es de aplaudir. Sabemos de su competitividad, de su hambre, de su esfuerzo. Nunca ha tirado la toalla, lo ha intentado hasta el final. Cuando no ha podido hacerse con el hueco en el once, ha optado por compartir sabiduría, por aportar y sobre todo, por disfrutar.

Final feliz para Modric

Ni malas caras, ni malas conductas. Señorío, profesionalidad. Trabajo, humildad. Modric se está haciendo cargo de dar una lección de valores de la casa antes de tener que tirarse del barco. De admirar. El final, acompañado de tristeza, por supuesto, será un final feliz. Como dijo él mismo en su últimas palabras en el coliseo blanco, no llores porque se terminó, sonríe porque sucedió.

A Luka no habrá que estarle siempre agradecido solo por sus 596 partidos, sus 43 goles y 95 asistencias, que no son poca cosa; también habrá que recordar estas pequeñas cosas que lo hacen grande. 13 temporadas de éxito, pero también de enseñanzas. No todo es el fútbol. Gracias, Luka.