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La Colina de Nervión

·16 de setembro de 2024

En misa y repicando

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“Lo más prudente es considerar el concepto de lo postmoderno como un intento de pensar históricamente el presente en una época que, de entrada, ha olvidado pensar de manera histórica.” Leyendo esta frase con la que comienza el extraordinario libro «El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo tardío», de Frederic Jameson (recientemente traducido al castellano por la editorial Verso) no podía olvidar lo vivido con el Sevilla Fútbol Club en el Ramón Sánchez-Pizjuán este sábado pasado.

El fútbol, especialmente el fútbol, es un gran fenómeno cultural, posiblemente uno de los más relevantes. Con ello no estoy hablando de la obviedad de que se trata de un evento sociológico, que lo es, sino que lo es mediado por el filtro cultural. Y no tanto por su práctica sino por su lectura. ¿Lectura? ¿Fútbol? ¿No estamos queriendo unir el aceite y el agua? Millones de personas leen el fútbol, notablemente los aficionados que llenan los estadios y copan las televisiones. Es tan pertinente la analogía con el libro o la obra de arte que aquí también hay una diferencia perceptiva notable entre leer en el papel o en directo, estadio, o leer sobre pantalla digital. ¡No es lo mismo, ni muchísimo menos! La aprehensión y comprensión del in situ no tiene el mismo calibre que la lectura mediada por pantallas. Existen ya numerosos estudios empíricos que así lo demuestran.


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Frederic Jameson es un eminente teórico literario y crítico marxista de la Universidad de Duke en Carolina del Norte. Recomiendo vivamente la lectura de este libro, singularmente los capítulos II y IX, si queremos comprender las anomalías perceptivas y preceptivas que están ocurriendo en una parte del sevillismo. ¿Por qué? El olvido de la historia, o peor aún, el olvido del olvido en que consiste la elusión permanente del pensar histórico es lo que explica cómo se puede recusar el modelo de gestión que nos ha dado la vida y la gloria en tan pocos meses. Una parte del sevillismo ha sido capturada por el espíritu posmoderno de la época que tan bien transmiten las redes sociales y medios de comunicación.

En un documental de Netflix sobre LaLiga y el Sevilla Fútbol Club, Pepe Castro decía, más o menos, lo siguiente: “Hemos abandonado nuestro modelo de negocios fichando caro y veteranía y debemos volver a cultivar la cantera y fichar valores de futuro”. Y eso, con mayor o mejor fortuna, es lo que está queriendo hacer la actual diligencia. En este mismo documental, el bueno de Mendi resalta con esa agudeza baserritarra que lleva en la sangre la contradicción en que incurre el bueno de Castro: queremos retornar al antiguo modelo y seguir en Champions. Y esa contradicción la han transmitido a una parte importante del sevillismo, el resto lo hace la época.

La queja por los sueldos y reparto de dividendos del consejo me parece el chocolate del loro, carne de la demagogia para los demagogos de nacimiento, no quiero señalar que está feo, y señuelo para los incautos. La ley de sociedades anónimas deportivas fuerza, una vez que no se fue capaz de mantener la entidad como club deportivo, a la emisión de acciones.

Hasta ahora, los accionistas mayoritarios del Sevilla Fútbol Club son sevillistas, con la exclusión de los vampiros americanos introducidos por efecto perverso de la guerra interna accionarial suscitada por Benavente, pero para que estos accionistas mayoritarios en un club de éxito como el Sevilla Fútbol Club puedan resistir la tentación y presiones del mercado, ellos y sus entornos familiares, que también cuentan y mucho, es necesario algún incentivo monetario estable que legar al futuro.

Si no queremos vampiros americanos, esteparios, orientales o árabes, no queda otra que fortificar este modelo de negocio. Al igual que si queremos que a la política no se empleen solo los ricos debemos pagar sueldos dignos para el ejercicio político a tiempo completo. Si anhelamos, eso está en nuestro ADN, que el Sevilla Fútbol Club siga siendo sevillista debemos pagar este precio que no es exactamente abusivo.

El liderazgo de Castro, o ahora el de Junior, ha tenido un gran problema, ese ha sido su gran déficit; la ausencia de liderazgo. Algo que ha quedado más evidente, por si no lo era ya suficiente, a partir de la marcha de Monchi que era el hombre orquesta en cuanto al manejo del mensaje de la diligencia blanquirroja. Pero no hay que confundir liderazgo mediático y modelo de gestión del Sevilla Fútbol Club. No hay que cambiar la naturaleza original de la mayoría accionarial ni del modelo de gestión (cantera, promesas baratas y ventas caras), solo hay que volver a restaurar la conexión entre liderazgo y gestión, pero no debemos tirar al niño con el agua sucia de la palangana (nunca mejor dicho).

¿Cómo? Yo no lo sé, pero seguro que hay alguien dentro de la inteligencia colectiva del sevillismo que ya barrunta la fórmula. De momento, el sábado ganó el Sevilla Fútbol Club contra todo y todos, incluido el impresentable del árbitro (23 minutos de prórroga entre los dos tiempos, una expulsión de chiste y al menos un penalti hurtado). Me gustó mucho Peque, la gran novedad. Carmona y Marcao se consolidan. No hay que olvidar que faltaban Badé, Saúl, Suso y Lokonga… casi nada. El equipo pudo haber ganado con comodidad ante el siempre incómodo Getafe de Bordalás, pero tocaba épica… y la hubo. El sevillismo supo marcar los tiempos (para la protesta de los protestantes, muchos pero no todos, y para el fervor, todos y todas) y como en un cuento para dormir a los niños y niñas sevillistas: él, revestido de santa cólera sevillista, él, el más beato entre los mortales, Navas ¡marcooooooo…!

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