IAM Noticias
·28 novembre 2024
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Noche negra del equipo blanco y de Mbappé, que falló un penalti y anduvo desacertado y torpón. Se rompió Camavinga.
Cinco partidos, tres derrotas. Esos son los números rojos del Madrid en esta Champions, tantas veces salvavidas del equipo, tras verse abatido en Anfield. El pinchazo quedará asociado a la figura de Kylian Mbappé, llamado a rescatar a un equipo que tiene a media plantilla en fuera de juego y que anduvo torpón, desangelado y, a ratos, desaparecido. Errar el penalti que pudo echarle un cable al equipo retrató lo que están siendo sus primeros pasos en el Madrid. Está a cero en los partidos grandes y esta vez no dispone de coartada: tuvo toda la banda y toda la jerarquía. Tampoco fue muy grata la compañía: impreciso Brahim, intrascendente Güler, transparente Mendy, mala defensa tras el descanso. Con solo tres tiros a puerta y con el equipo vigesimocuarto, en la frontera de la eliminación, cada vez se antoja más difícil explicar que no se necesita acudir al mercado.
A Ancelotti le hicieron el once las adversidades. El parte médico solo le dejó elegir entre Fran García y Mendy en el lateral izquierdo y entre Arda Güler y Ceballos en el centro del campo, y se quedó en el punto medio: el defensa más pesimista y el medio más optimista. En cierto modo, lo esperado. También en la ocupación del territorio, con un dos más dos en el centro del campo: Camavinga y Modric para sujetar al equipo, Güler y Bellingham para lanzar a Brahim y Mbappé. El francés ya entró con mal pie. Una pérdida suya por distracción acabó con Darwin Núñez frente a Courtois. Asencio evitó sobre la línea de gol, tras el rechace del belga, un desastre que él mismo pudo provocar con un toque tan involuntario como suicida. Eso es el Liverpool: la aplicación de la máxima condena a cualquier pérdida del rival.
Arne Slot no tocó una línea de su manual. Cubrió con los irlandeses Kelleher y Bradley al ausente Alisson y al tocado Alexander-Arnold y eligió al canterano Jones para el puesto rotatorio de mediapunta. Un equipo hecho para atacar y que salió a atacar, como exige su público, pero con el repliegue siempre en la cabeza. Ese ha sido el aditivo del técnico holandés a la herencia que le dejó Klopp. Se aprecia a simple vista y puede leerse en los resultados con más detalle.
Ese This is Anfield que asoma al final del túnel de vestuarios no es solo un recordatorio de la responsabilidad contraída por los locales, sino una advertencia de lo que les espera a los visitantes. Lo entendió el Madrid, que se comportó sin la pelota, de salida, como en sus mejores momentos de la pasada temporada: sacrificado, solidario, concentrado, nada permisivo. Con el balón empeoraba el panorama: pocas salidas, poca amenaza, poca precisión. Y es que los mediocentros del Liverpool son dos buenos tapones. Gravenberch, la obra de redención de Slot, muerde. Mac Allister tiene de británico algo más que el apellido. Antes del descanso los dos estaban amonestados.
Lo cierto es que con el paso de los minutos el Liverpool fue aculando al Madrid sobre Courtois peligrosamente. El belga salvó con el cuerpo un remate forzado de Darwin Núñez, que poco después cruzó un cabezazo junto al palo. En las mismas se vio Luis Díaz con idéntica falta de acierto. También Jones mandó un remate alto. Sobre el Madrid se cernían Salah y toda suerte de fenómenos atmosféricos. El equipo de Ancelotti se veía en un asedio muy similar al del Etihad la pasada temporada. Solo existía en defensa. Arda Güler y Bellingham eran brocha y no pincel y Bradley le ganaba la pelea a Mbappé, que ya es decir. El francés anda muy desafinado de pies, le den su banda o le saquen de ella.
En cambio, aguantaban bien el temporal Camavinga, líder de la transición energética del Madrid, Modric, porque tiene un doctorado en partidos así, y todo el cuarteto defensivo. Asencio, atento a todo y a todos, y Valverde, al que un día le encargarán también conducir el autobús o servir el catering, especialmente.
Ese orden del Madrid se convirtió en caos tras el descanso. El Liverpool se puso pesado con la presión, dejó sin aire y sin salida al equipo blanco y acabó encontrando el gol que merecía. Bastó una pared sencilla Mac Allister-Bradley que acabó un remate cruzado del argentino ya en el corazón del área. Antes había avisado el propio Bradley. Después, volvió a perdonar Mac Allister. La cadena de desdichas creció con la lesión muscular de Camavinga, hasta entonces el mejor centrocampista del equipo. La plantilla ya está en los huesos sin que se aprecie un solo gesto en el club por pedir auxilio en el mercado.
Ancelotti aprovechó el percance para reestructurar el equipo. La entrada de Lucas devolvió a Valverde al centro del campo y llegó Ceballos para restarle poder a la media red. Y sin merecerlo, el partido le dio una oportunidad al Madrid. Un pisotón flagrante de Robertson a Lucas Vázquez acabó en un penalti que el atormentado Mbappé lanzó mal. El disparo fue rechazado por Kelleher. Leña al fuego.
Fue muy inoportuno el error, porque con Valverde en su sitio y el Liverpool saciado, el encuentro empezaba a tener un punto de equilibrio. A favor de obra, además, remó Salah, que también echó fuera el penalti que cometió sobre él Mendy, entre pardillo y desbordado. Sin embargo, el Madrid ya aceleraba hacia la perdición. Y allí se encontró tras el segundo gol, un cabezazo del Gakpo al que solo se vigiló en el punto de penalti con la vista. El Liverpool se dio por satisfecho. Y no quiso acercar su victoria al chorreo.
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