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·8 Mei 2025

Acerbi, el ‘león’ que ejecutó al Barça: «El cáncer me salvó la vida»

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Dos cánceres, una adicción al alcohol y una depresión superados. Un cuerpo entregado a la tinta con dibujos animados. Y, a sus 37 años, un único gol en competición europea. El gol que ha sentenciado al mejor Barça de la última década y ha valido un pase a (otra) final de la Champions League para el Inter de Milán. Esta es la historia de Francesco Acerbi, el ‘león’ del Inter.

«Leone» es como le conocen en el vestuario a Francesco Acerbi (Vizzolo Predabissi, Italia; 10 de febrero de 1988), un homenaje hacia él en forma de símbolo que significa fuerza, coraje y resiliencia. La tenacidad de aquel que ha sobrevivido a los escenarios más oscuros que podamos imaginar y que, aun así, pudo volver a jugar al máximo nivel.


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En el minuto 93, a escasos dos minutos para que el Barça de Hansi Flick certificara su pase a la final de Múnich, el central nerazzurro se lanzó al ataque y, anticipándose a Ronald Araújo, marcó el gol del empate. Gracias a ese gol, su único tanto en competición europea, su Inter pudo sentenciar a los blaugranas en la prórroga. Un gol que quedará en el recuerdo de los italianos y de los catalanes pero, sobre todo, del propio Acerbi. Porque detrás de ese tanto hay noches en el hospital, excesos, terapias, caídas o silencios, pero también una incansable lucha que, quién sabe, puede acabar con el broche de oro de una ‘Orejona’.

El central italiano no tenía aspiraciones de jugar en la élite, ya que se crió prácticamente en el fútbol amateur con sus amigos. No fue hasta que cumplió los 20 años que no volvió a competir, en su caso en la Serie C2 con el Pavia. Tres temporadas después ya estaba en Serie A con el Chievo Verona, y su estilo de juego duro le valió para llamar la atención de la élite. Justo en el peor momento posible.

El AC Milan fichó a Acerbi para la temporada 2012-13, una temporada que no estuvo marcada ni mucho menos por su buen rendimiento. Cuatro meses antes de firmar el contrato, el italiano perdió a su padre, Giuseppe Acerbi. Y aunque el jugador confesó tener «una relación amor-odio» con su padre, lo cierto es que fue la causa por la que jugaba al fútbol. «Quería demostrarle a mi padre hasta dónde podía llegar, pero falleció en febrero, poco antes de mi llegada al Milan. Tras su muerte, me sentí vacío y el fútbol no tenía ningún valor. A partir de ahí, todo fue cuesta abajo», explicó en una entrevista a La Gazzetta dello Sport.

Descenso a los infiernos

Entrado en una profunda depresión en el que era el mejor momento de su carrera, Acerbi se apoyó en la bebida para sobrevivir. «No me respetaba, no respetaba mi trabajo, ni a quienes me pagaban. A menudo llegaba al entrenamiento ‘achispado’, sin haberme recuperado de los efectos del alcohol. Físicamente me encontraba bien porque siempre he sido fuerte. Me valía con dormir un poco para rendir», confesó a ‘L’Ultimo Uomo’.

Como es de suponer en este contexto, su etapa en el equipo rossoneri no fue la mejor del mundo. Apenas jugó 10 partidos y en invierno volvió cedido al Verona, donde jugó otros 7. Prácticamente jugó más en las discotecas italianas en ese momento. «No sabía qué hacer. Y bebía». Cualquiera diría que su carrera futbolística había llegado a su fin, pero entonces llegó su suerte: el cáncer.

Paradójico salvador

«El cáncer fue mi suerte. Doy gracias a Dios por tenerlo». Probablemente esta sea la cita más célebre de Acerbi. Nadie diría que un cáncer testicular podría ser la salvación de una persona con depresión y sumida en el alcohol. Pero lo fue. «Sin la enfermedad habría acabado jugando en la Serie B o, tal vez, me habría retirado. Por fortuna alguien de ahí arriba me amaba y me envió la enfermedad. Sin ella hubiera terminado muy mal. Nadie me hubiera salvado», confesó años después en una entrevista.

El cáncer llegó en el reconocimiento médico de su nuevo equipo, el Sassuolo, allá por el año 2013. Fue operado de urgencia y el tumor fue extirpado. Un año de reposo después dio positivo en un control de antidopaje. La razón: niveles hormonales irregulares debido a la reaparición de la enfermedad. «Un día comencé a gritar ¡sal de mi cuerpo!, pero seguía haciendo mi vida habitual. Tardes, bebidas, salía hasta las 7 de la mañana».

Con ayuda de profesionales, Acerbi terminó redirigiendo el rumbo de su vida, aunque la recaída en el cáncer fue un golpe realmente duro. «Tuve quimioterapia desde el 7 de enero de 2014 hasta el 14 de marzo. Fue como entrar en un mundo paralelo, cuya entrada está más cerca de lo que podrías pensar, para que nunca más vuelvas a salir. Es un mundo de dolor y coraje».

Segunda vida

Superado el cáncer, el italiano se dio cuenta de que su vida merecía la pena. «Un año después de mi enfermedad me desperté con un ataque de pánico. Pensé en todo lo que le hice a mis padres, en las oportunidades perdidas, en las noches de excesos. Esa mañana tenía miedo hasta de mi sombra». Se puso manos a la obra. Con el Sassuolo jugó 5 temporadas y llegó a jugar 149 partidos sin interrupción. Durante esos años además comenzó una labor social. Todos los jueves por la mañana se ponía un delantal y ayudaba a personas discapacitadas. «Aquí nadie juzga, todos se abrazan y agradecen. Me ayudan a ver la vida desde el lugar correcto», declaró a The Guardian.

Uno puede ser creyente o no creyente en Dios, pero a Francesco Acerbi desde luego que la vida le ha recompensado. En 2018 firmó con la Lazio y ganó la Coppa de Italia y la Supercopa, sus primeros títulos. Gracias a su buen rendimiento fue convocado con la selección italiana de Bonucci y Chiellini, con quienes ganó la Eurocopa en 2021. Al año siguiente siguió los pasos de su entrenador en la Lazio, Simone Inzaghi, y firmó por el Inter de Milan, donde lleva ya tres años y es una pieza fundamental. Con ellos tiene ahora la oportunidad de ganar su segunda Serie A y, quién sabe, su primera Champions. «Antes del cáncer, estaba perdiendo todo lo que tenía. Después, obtuve una segunda oportunidad y trato de aprovecharla al máximo», confesó a The Atlantic.

¿Se acuerdan del mote de ‘Leone’? No solo lo ha adoptado (y se lo ha tatuado) por su coraje, hay más historia detrás. La historia de Elia, un niño que murió de cáncer y al cual el futbolista acompañó hasta el día de su muerte. Otro ‘león’ que le acompaña en todos los partidos. Porque Acerbi tiene también su lado espiritual, ya que es muy devoto del papa San Juan Pablo II y antes de todos los partidos reza a su padre.

Tatuajes de la saga de películas animadas ‘Madagascar’, una carrera más larga de lo esperado y un presunto caso de racismo que lo apartó un tiempo de la selección. La vida del italiano se puede decir que ha sido de todo menos tranquila. ¿Y su futuro? «Me gustaría convertirme en entrenador». Parece que hay Acerbi para rato, aunque desde luego que para los culés ese nombre quedará grabado durante muchos años.

Autor: Pablo Parra

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