Sphera Sports
·20 de marzo de 2020
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“Soy la mejor decisión que esta organización haya tomado jamás”. Estas palabras las dijo Tom Brady en su primer día como jugador de los New England Patriots. 74571 yardas de pase, 541 touchdowns, 219 victorias como titular y seis títulos de Super Bowl después, parece que aquel jugador drafteado en el puesto 199 en el año 2000 cumplió con su predicción.
Antes de convertirse en la personificación de New England y su Patriot Way, Thomas Edward Patrick Brady Jr. quería ser como Joe Montana. Un chico nacido en agosto de 1977 en el Área de la Bahía de San Francisco tenía que ser fan de los 49ers y de Joe Cool. Y más cuando con sólo cuatro años eres testigo presencial del famoso partido por el Campeonato de la NFC entre los Niners y los Cowboys que se disputó en Candlestick Park en enero de 1982 (The Catch).
Lo cierto es que Brady pudo haber sido el jugador franquicia de los San Francisco 49ers. Los californianos necesitaban escoger a un quarterback en el Draft del 2000 tras el adiós de Steve Young. Y lo hicieron, pero el elegido no fue Tom Brady, sino Giovanni Carmazzi, que no llegó ni a debutar en la NFL. El recuerdo de Brady de ese Draft es doloroso no solo porque el equipo de su infancia pasó de él cuando se supone que le necesitaban, sino porque además cayó hasta la sexta ronda cuando esperaba salir en la segunda o en la tercera. Años más tarde confesó dejar el salón de su casa para llorar de rabia en las escaleras. Al final quienes apostaron por Brady fueron los New England Patriots, una franquicia mediocre comparándola con los otros tres equipos de la zona (Bruins, Red Sox y Celtics). Dos subcampeonatos de Super Bowl era lo máximo de lo que podían presumir los Pats.
Como elección de sexta ronda, Brady partía como el cuarto quarterback de la rotación del nuevo entrenador jefe, Bill Belichick. Por delante estaban John Friesz, Michael Bishop y el titularísimo Drew Bledsoe, número 1 del Draft de 1993. Brady debutó en la NFL el Día de Acción de Gracias ante los Detroit Lions. Jugó el último tramo de un partido que ya estaba sentenciado a favor de los de Michigan y completó un pase de los tres que intentó. Fue todo lo que jugó aquel año, pero al término de la temporada ya era el segundo QB para Belichick.
En la vida a veces se necesitan golpes de suerte. Y Brady tuvo uno, literalmente, el 23 de septiembre de 2001. Los Patriots recibían a los New York Jets y en el último cuarto, Drew Bledsoe recibió un duro placaje por parte del linebacker Mo Lewis. Un golpe que le causó un traumatismo en el cuello que estuvo a punto de costarle la vida. Bledsoe se acabó recuperando, pero cuando regresó el titular ya era definitivamente Tom Brady. Con el californiano como titular, el equipo pasó de un 0-2 inicial a un 11-5 final y se metieron en los Playoffs, donde eliminaron a los Raiders en el Tuck Rule Game y a los Steelers en la final de la AFC para obtener el billete a la Super Bowl.
En la Super Bowl XXXVI esperaban los St. Louis Rams, uno de los mejores ataques de la historia del football (The Greatest Show on Turf) que lideraban Kurt Warner y Marshall Faulk. Los de Misuri, que habían conseguido el mejor registro de la temporada regular, eran de largo los favoritos. En una final marcada por el 11-S, la defensa patriota frenó a aquella máquina de hacer récords y Brady lideró un drive final sin tiempos muertos que Adam Vinatieri culminó con un field goal con el tiempo cumplido que le dio a los Patriots el primer Trofeo Vince Lombardi de su historia. La dinastía había comenzado.
Los Pats se quedaron fuera de los Playoffs en 2002, pero se proclamaron campeones de la Super Bowl en 2003 y 2004 en el que es hasta el momento el último back-to-back de la NFL. Con 27 años y cinco como profesional, Brady ya tenía tres anillos, sólo uno menos que su ídolo Montana. Quién le diría que iba a tardar diez años en empatarle.
Entre el tercer y el cuarto anillo de Brady hubo una década de diferencia, pero no fue porque o él o su equipo entraran en decadencia. En 2007 Brady se marcó una de las mejores temporadas individuales de la historia: líder de la NFL en porcentaje de pases completados, yardas de pase y pases de touchdown (50, récord histórico en aquel momento). Por supuesto, fue nombrado MVP de la liga por primera vez. Y los Patriots firmaron un año casi perfecto. Tras el 16-0 de temporada regular, el mejor registro desde que se juegan dieciséis partidos en regular season, en Playoffs se deshicieron de sus dos rivales sin mayores apuros.
Todo estaba preparado para que la Super Bowl XLII fuese la fiesta del 19-0. La segunda temporada perfecta de la historia de la NFL, tras la de los Dolphins del 72. Pero Eli Manning y los New York Giants tenían otros planes. A falta de menos de tres minutos para el final, los Patriots ganaban 14-10. Pero en el último suspiro Eli, el hermanísimo de Peyton –el gran rival de Brady–, conectó con Plaxico Burress en la end zone para darle a los Giants una ventaja que acabó siendo definitiva. Los Patriots no culminaron la campaña perfecta y Brady se quedó a un paso de igualar a Joe Cool.
A un 2007 espectacular le siguió un 2008 en el que sufrió la lesión más grave de su carrera: rotura de los ligamentos cruzado y medio de su rodilla izquierda. Adiós a la temporada. Los Patriots notaron su ausencia. No era lo mismo tener a Matt Cassel que a Tom Brady. New England vio la postemporada por televisión. A su regreso, Brady y los Patriots siguieron dominando la AFC Este a su antojo (once títulos de división entre 2009 y 2019). En 2011 regresaron a la Super Bowl. Enfrente, otra vez los Giants de Eli… y otra vez el mismo desenlace: victoria de los neoyorquinos en los últimos compases del partido cuando el Trofeo Vince Lombardi parecía irse al Gillette Stadium. Algunos ya se atrevían a cuestionar a Brady.
La sequía terminó en la Super Bowl XLIX, primero con mucha polémica (el Deflategate en la final de la AFC ante los Colts) y después con mucho sufrimiento (la intercepción de Malcolm Butler a Russell Wilson en la línea de gol en la última jugada del partido). Una victoria con la que Brady igualó a Terry Bradshaw y Joe Montana como los QB con más Super Bowls ganadas.
Si Brady superaba a Bradshaw y Montana, solo podía que ser a lo grande. Por ejemplo, firmando la mayor remontada de la historia de la Super Bowl. Los seguidores de los Falcons siempre odiarán ver juntos los números 28 y 3. Porque ese era el marcador de la Super Bowl LI dos minutos antes de llegar al final del tercer cuarto. Una remontada histórica con la que TB12 refrendó todavía más su candidatura como el más grande de todos los tiempos. Pero si con eso no bastaba, al año siguiente fue galardonado con el MVP de la NFL por tercera vez y en 2018 cerró el círculo con el sexto anillo en la misma fecha (3 de febrero) y ante el mismo rival (Rams) que el primero.
Pero ninguna relación es idílica del todo. Ni siquiera una como la de Brady y Belichick, especialmente tras tantos años de convivencia. El barato traspaso de Jimmy Garoppolo a los 49ers a mediados de la temporada de 2017 y el cada vez mayor protagonismo del entrenador personal de Brady, Alex Guerrero, fueron las primeras señales (al menos, públicas) del deterioro de la relación entre el head coach y el quarterback. Robert Kraft se posicionó del lado de Brady, pero eso se acabó en 2019.
La mala racha de New England en el tramo final de la temporada y la eliminación en la ronda de wild card ante los Titans dispararon los rumores de que tal vez estábamos ante los últimos días de Tom Brady como jugador de los Patriots. Finalmente el 17 de marzo de 2020 anunció en sus redes sociales que dejaba el equipo de su vida. Pocas horas después, se filtró que había alcanzado un acuerdo con los Tampa Bay Buccaneers por más de treinta millones de dólares anuales.
Tom Brady siempre será a los New England Patriots lo que Michael Jordan es a los Chicago Bulls: la personificación eterna de una franquicia en la que supuso un antes y un después. Brady llegó a Foxborough como una elección compensatoria de sexta ronda y se va como el quarterback que lideró la mayor dinastía vista en la historia del deporte norteamericano. O como dijo él en el año 2000, como la mejor decisión que los Patriots han tomado jamás.
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