Stats Perform
·9 de abril de 2020
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·9 de abril de 2020
Me encanta la cultura deportiva de los Estados Unidos. Su capacidad de atracción de público, de contenidos diferenciales en torno a ellos y de embellecer al máximo cada uno de sus deportes en busca de monetización, de negocio, de empleo, de sentimientos que fructifiquen en… dinero. Una ideología quizás común a muchos países pero que ellos magnifican y convierten en una realidad exitosa única e incorregible. Todo es un producto y, como tal, debe intentar venderse de la manera más especial posible. Y todo está perfectamente estructurado para ello. Una de las consecuencias de esa maniobrabilidad entre deporte y negocio, es la duración de muchos de sus deportes. En la cultura yankee, no. Carreras de Nascar, partidos de NFL, largas citas de béisbol y hasta muchos más parones en la NBA. El fútbol, tampoco ha podido escapar de esa ideología comercial aplicada al deporte pues la MLS siempre arranca diez minutos más tarde de la hora indicada en cada uno de sus partidos por cuestiones de patrocinios y contenidos televisivos. Sin embargo, la puntualidad, las premisas básicas, son intocable en Occidente. En la ideología europea, una práctica deportiva a la que un aficionado acude en vivo, nunca suele durar más de dos horas. Es casi impensable y hasta se intenta evitar que así sea. Ahora bien, la historia del deporte, allí, aquí y en cualquier rincón del mundo, ha dejado grandes e históricas pruebas de que el tiempo no siempre es controlable… y ¡Gracias a que así sea!
Wimbledon, torneo más cool e histórico del circuito tenístico cada temporada, jamás olvidará la edición de 2010. El estadounidense John Isner y el francés Nicolas Mahut se cruzaban en el cuadro en busca de aspiraciones más importantes en el torneo más famoso de hierba, la que pisaron por vez primera una tarde de 22 de junio y abandonaron un 24 de junio. El partido batió todos los récord de tiempo tras 11 horas y 5 minutos de partido, pero también de juegos disputados para decidir ganador, un total de 183. Algo parecido pudieron llegar a sentir los amantes del boxeo en uno de los combates más pretéritos aunque históricos que se recuerdan, pues el intercambio de golpes entre Andy Bowen vs Jack Burke (nada menos que en 1893), fue el reflejo más realista, cruel y agresivo que existe en este deporte, pues aquél día el combate interminable, fue un duelo de resistencia, de límites, de angustias… La crónica de lo sucedido, escrita por The New York Times, asegura que “los hombres del público estaban dormidos en sus asientos, empezó a la hora de la cena y algunos se marcharon porque tenían que irse a trabajar hasta sin desayunar”. ¿Por qué? Porque los dos luchadores se dañaron hasta la extenuación durante 110 ‘rounds’. Burke acabó con todos los huesos rotos en sus dos manos y muñecas, por lo que el árbitro decidió que un empate era lo justo. Había que poner fin como sea.
En fútbol, por su formato encerrado a 45 minutos de dos partes con una mínima ampliación de tiempo respecto al que se haya ‘perdido’ (que no haya sido útil para que el balón estuviera en disputa) a lo largo del mismo, la duración está muy controlada. Resulta imposible que, en situaciones lógicas donde ninguna variación por urgencia, problema de salud de algún futbolista, polémicas en las gradas… un partido se acerque a las dos horas. Si lo supera, la única posibilidad es que el encuentro pertenezca a un torneo de eliminatorias que, por empate al finalizar los 90 minutos, el alargue pertenezca a la prórroga de 15 minutos en dos mitades más que lo alargarían un máximo de 30 minutos. En actividad, en competencia, en disputa… es imposible que un partido de fútbol dure más de los 120 minutos estipulados y algunos adicionales. Eso sí, hay un único factor que descontrola la intención de manejar los tiempos por completo y que nada tiene que ver con la duración del mismo… los penaltis.
La tanda de lanzamientos definitivos, tiene un formato claro. Cinco lanzamientos asegurados para cada equipo para desvelar el ganador entre aquél que más disparos sea capaz de llevar a la red rival. Sin embargo, cuando esos cinco lanzamientos no generan un equipo victorioso, solo se dilucidará un ganador cuando uno de los dos equipos falle su lanzamiento y el rival sí acierte. No hay otra manera de finalizar un partido que, por formato y reglamentación, no puede terminar en empate. Esa incapacidad para hacer concluir un encuentro salvo fuerza mayor, ha permitido que durante la historia del deporte rey, se hayan producido auténticos hitos en cuanto a lanzamientos de penaltis interminables, agónicos y agotadores.
Sin embargo, de todas ellas, ninguna tanda de penaltis superó (y probablemente jamás superará) la que es la más larga de la historia. Contexto singular. Definición irrepetible. Namibia. A un lado, KK Palace, equipo de segunda división. Al otro, el FC Civics Windhoek, uno de los más grandes del país, en la élite nacional y con varios jugadores internacionales con la selección Dieciseisavos de Copa en el año 2005. Desde ese instante, el partido más histórico del fútbol namibio. Dos goles rápidos de los locales, parecían encarrilar una victoria plácida y sorprendente que nunca fue así, pues la reacción visitante en la segunda mitad, colocó un definitivo 2-2 al final de los 90 minutos. El formato del torneo copero en el país, sí utiliza la prórroga como alternativa al desempate como sucede en muchos torneos, lo que llevó a los dos clubes al centro de campo nuevamente y buscar 30 minutos más de pelea en la prórroga. No hubo cambios y, tras 120 minutos, ambos clubes elegían sus lanzadores de penaltis ante no más de 3000 personas en las gradas.
Marcó el primero, marcó el segundo, falló el tercero, falló el cuarto… “Los penaltis iban uno detrás de otro. Y sigue, y sigue, y sigue, y sigue…”, recuerda Tito Kunamuene, director de competiciones de la Federación de Fútbol de Namibia, que estaba asistiendo en vivo al desenlace del partido. “Civics tenía al portero de la selección nacional y KK Palace ya había logrado suficiente con seguir vivo hasta ese momento, pero aunque uno lograra parar algún disparo, el otro repetía la misma escena. Cuando uno marcaba, el otro también. Cuando alguien fallaba, el siguiente, también…”, recalca, asegurando que existía tensión y poco a poco, fueron pensando que aquellos lanzamientos estaban significando algo más que una simple tanda de penaltis en un lugar recóndito del planeta fútbol. Se necesitaron 120 minutos y 48 lanzamientos de penalti (sí, 48 disparos), para terminar con el partido que acabó venciendo KK Palace por 17-16. “No pensábamos que era un récord, aunque sí que algo extraño había sucedido. Estoy muy orgulloso”, dijo Tito Kunamuene, que lo que nunca olvidará, más allá de tan importante dato, es la cara de los aficionados al finalizar el encuentro. “En realidad, al final del último lanzamiento y conforme íbamos abandonando al estadio, las caras hablaban por sí solas. Todo el mundo estaba más que aliviado. El cansancio les hacía pensar en cualquier otra cosa que no fuera fútbol. Nadie quería seguir estando más tiempo allí…”. Fue el gran día del fútbol en Namibia, en África y e todo el mundo pues hoy, justo una década más tarde, sigue siendo la tanda de penaltis más larga de la historia.
El segundo puesto, por cierto, lo completa un increíble Argentinos Juniors-Racing Club con 44 penaltis en 1988. Ese curso, la Federación Argentina había probado un nuevo sistema en el formato tradicional, por lo que el torneo teníala particularidad que los empates de cada partido, se iban a resolver, siempre, en la tanda de penaltis y el ganador se llevaba un punto adicional. Sí, increíble pero cierto. Y es que fue tan surrealista que muchos aseguran que ese ecuentro tuvo tres tiempos, porque en el tercero, el de la tanda, duró exactamente 45 minutos. ¡Brutal! Finalmente Argentinos se proclamó vencedor por 20-19.
El podio lo completa los 40 lanzamientos realizados en una eliminatoria de quinta ronda copera en Francia entre los modestos FC Obernai y ASCA Wittelsheim, donde la falta de luz hizo que, con 15-15 en la tanda y tras 20 disparos por equipo, el colegiado decidiera detener el encuentro y seguir las reglas en este caso: victoria para el equipo de categoría más baja. Sí, no es broma. Ahí se estableció el record de la tanda más larga de la historia en Europa.
No quiero, sin embargo, ignorar un dato único. Y es que una de las tandas gloriosas se registró en Turquía en 1996, cuando Galatasaray y Genclerbirligi buscaban un hueco en los Cuartos de Final. Fue increíble el porcentaje de acierto de ambos, porque marcaron nada menos que 32 penaltis de la tanda de manera consecutiva. Dicha cifra de acierto sin fallo, resulta ser ya de por sí única, pues posee aun hoy el record de penaltis anotados de manera seguida en la élite. Eso, hasta que İlyas Kahraman (Galatasaray), erró y su rival consiguió la clasificación tras un 17-16 apoteósico (33 penaltis en total).
Por cierto, resulta curioso que con la cantidad de vocablos que influyen cada día en el fútbol, aún no se haya creado una alternativa al término ‘tanda’ que parece inalterable sea cual sea el país, cultura y hasta idioma. Quizás cuando algún partido ose disputar semejante Récord a los namibios, alguna cabeza pensante encuentre la creatividad suficiente para empezar a poner de moda otra palabra que se ajuste al paso de los tiempos. Mientras, que nadie le robe este título honorífico a un país tan modesto futbolísticamente hablando, pues parece justicia divina que así sea.