Diario UF
·14 de agosto de 2020
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Si el fútbol es tan negocio como dicen, entonces también se deben acatar algunas de las normas básicas de la economía y de los negocios. En el caso de Gareth Bale se aplicaría una de las leyes no escritas más famosas de siempre: el cliente siempre tiene la razón. La afición del Santiago Bernabéu (el cliente) se ha cansado del galés (el trabajador), y eso ha llevado al Real Madrid (el jefe) a querer deshacerse de su empleado mejor pagado.
El divorcio de Gareth Bale con la grada de su propio estadio viene de largo. Desde que aterrizó en Madrid su intermitencia ha marcado la relación de amor-odio con una afición a la que no solo se le ha acabado la paciencia, sino que ya hace incluso campañas a favor de su salida. El ‘expreso de Cardiff’ estaba llamado a ser el sucesor de Cristiano Ronaldo en un Real Madrid que se quedó huérfano tras la marcha del portugués. Lejos de cumplir con su deber, Bale ha empeorado su situación en el club, y tiene las horas contadas en su puesto de trabajo.
Si hacemos memoria nos damos cuenta que el problema no solo ha sido él. Ya no solo porque la prensa puso su foco en él, sino que también por su entrenador. Zinedine Zidane es un técnico con un gusto muy marcado, y al que es muy difícil sacar de sus cuartos cuando se le mete una idea entre ceja y ceja. Así pues, Gareth nunca ha sido un empleado del gusto de ‘Zizou’, quien lo ha considerado poco responsable de su importante rol y nada decisivo. Cuando el francés llegó al banquillo en 2016, Gareth aún brillaba, pero su luz se apagó a partir de la temporada siguiente, cuando definitivamente perdió el puesto. Y así hasta el actual divorcio entre entrenador y jugador, entre el encargado y un simple empleado.
En consecuencia al mal rendimiento y a la criminalización contra el británico, su agente, Jonathan Barnett, ha salido en numerosas ocasiones en defensa de su representado, y sus palabras no han hecho más que echar más leña al fuego. Su situación en el club es, hoy por hoy, insostenible, y aún así Gareth sigue “siendo feliz”. Como para no, cobrando 16 millones anuales y paseándose por los mejores campos de golf de la zona. Aficiones y atracos a parte -su labor actual no va acorde con lo que cobra-, el problema sigue acrecentándose en el ámbito deportivo. Ha anotado 2 goles y repartido 2 asistencias en 16 partidos jugados en LaLiga, a la par que no ha aportado nada en Champions League. Son cifras muy pero que muy pobres. Además, su última polémica por el no viaje a Manchester con el resto del equipo ha colmado el vaso.
Pero las razones para pagarle el finiquito a Bale superan cualquier barrera económica o deportiva. Ahora ya es una cuestión de respeto. El club, la afición, e incluso sus compañeros, se han cansado de ver cómo Gareth se mofa continuamente del que le da de comer. Su “Gales, Golf, Madrid, en ese orden” fue el mayor ataque recordado por parte de un todavía jugador del Real Madrid a su club. Y aún así salió impune. A este gesto se le suman las continuas risas, feos o siestas en los banquillos y gradas partido tras partido. Si tanto presume el Madrid de que nada ni nadie está por encima de la entidad, debería actuar en consecuencia, porque Bale debe irse.