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La Galerna

·23 de julio de 2024

El advenimiento de Endrick

Imagen del artículo:El advenimiento de Endrick

Esta semana se presenta Endrick, un chico que estaba haciendo la primera comunión cuando Mbappé comenzó a sonar para el Madrid. Endrick Felipe Moreira da Sousa llega a Madrid, como Vinícius, con los dieciocho años recién cumplidos y tras varios años de expectación entra la hinchada. Como política publicitaria ha resultado perfecta, desde luego, porque yo mismo estoy ansioso por verlo con la blanca correteando por el Bernabéu tras multitud de vídeos que, semana tras semana a lo largo de las dos últimas temporadas, han ido apareciendo en las redes sociales con sus goles y actuaciones en el campeonato brasileño con el Palmeiras.



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El cebo de Endrick, alimentado con prodigios y hazañas que nos llegaban con el horario cambiado desde el otro lado del Atlántico, nos ayudó a atravesar la bruma de muchas mañanas de rutina ordinaria: con el primer café, una machada de Endrick; con la tostada, Endrick atravesando una pared de contrarios y destrozando las redes de una portería contraria con un chut desde lo alto del Corcovado.

Endrick se aparece ante el madridismo como un híbrido asombroso entre Maradona y Pelé

Endrick se aparece ante el madridismo como un híbrido asombroso entre Maradona y Pelé. Tan negro y goleador como el mito de su país, se mueve por el campo sin embargo con ciertas hechuras del Diego, con la pelota orbitando sobre su zurda como si la llevara imantada aunque no pegada con velcro como la leyenda argentina. A Endrick a veces parece írsele demasiado larga, lo que recuerda al primer Vinícius, que corría por la banda a salvajes trompicones. Cuando el balón está perdido a los ojos del espectador, Endrick da una zancada balesiana y no sólo lo alcanza sino que sale limpio del cruce. Es una magia visual absolutamente cinematográfica que lo expone no obstante a la cuchilla siniestra de los contrarios, a veces muy cerca de lesionarlo.

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En los vídeos hemos visto a Endrick saltar por encima de todas las bombas como Indiana Jones en una de sus películas. Su estilo remite a todos los grandes zurdos de los últimos cuarenta años. No parte desde un área específica, como los grandes depredadores se mueve por todas partes y posee el instinto raulista del rebote. De todos tiene algo, aunque sea un poquito. Su corpacho fuerte, bajito y musculoso avanza sin complejos con una habilidad de messiniesta porque al fin y al cabo es brasileño y la música interior la lleva dentro, como Adriano, el Emperador, o Marcelo. Sus piernas sólo se pueden comparar con las de Roberto Carlos y parecen esculpidas en mármol por un escultor del Renacimiento: unos cuádriceps de coloso, unas rodillas de piedra y unos gemelos con suspensiones. ¡Cómo salta Endrick en los córners!

Endrick es un compendio de fuerza bruta, virtuosidad técnica y voluntad acorazada. Su gesto es el de Casemiro, pura determinación rocosa, caníbal, inclinada hacia la victoria

Esa es quizá su marca de distinción más sorprendente. Con lo pequeño que es remata de cabeza con auténtico poderío. Puede que estemos viviendo una revolución en ese sentido, la revolución de los bajitos cabeceadores. Carvajal ha ganado una Copa de Europa ejecutando un colpo di testa al más puro estilo Sergio Ramos y Endrick ya ha metido alguno con su selección, a pase de Vinícius, en el que gana el salto en el segundo palo, el más difícil, sobre todo para los pequeños de estatura. Quizá sea el fútbol adoptando nuevas maneras orgánicas para sobrevivir a esta era de aburrimiento en la que atraen más que nunca los futbolistas capaces de ofrecer algo diferente. Endrick es un compendio de fuerza bruta, virtuosidad técnica y voluntad acorazada. Su gesto es el de Casemiro, pura determinación rocosa, caníbal, inclinada hacia la victoria.

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Huelga decirlo, pero Endrick es uno de esos talentos precoces que parecen nacidos para escribir la historia del fútbol. Siendo menor de edad no sólo ha debutado ya con Brasil, la selección más importante del mundo, sino que con la verdeamarelha ha metido goles en Wembley y el Bernabéu. Llega al Madrid con un aire de ungimiento que hace tiempo que electrizó a las masas madridistas, volcadas en su seguimiento por Internet desde que era apenas un niño. De los últimos seis o siete chavales que han brotado de la misma manera en el voraz paisaje futbolístico mundial, con esa misma aura de estrella en ciernes, el Madrid se ha hecho con cuatro: Mbappé, Vinícius, Bellingham y ahora Endrick, por no contar también a Arda Güler, el príncipe otomano. La colección es magnífica y en manos de Ancelotti puede terminar siendo áurea, una obra para la posteridad. Pero eso lo veremos.

De los últimos seis o siete chavales que han brotado de la misma manera en el voraz paisaje futbolístico mundial, el Madrid se ha hecho con cuatro: Mbappé, Vinícius, Bellingham y ahora Endrick, por no contar también a Arda Güler, el príncipe otomano

Endrick mete unos cañonazos que hacen temblar el misterio. En eso es completamente Gareth Bale. El Madrid del siglo XXI, un diseño de autor de Florentino Pérez, ha logrado cuadrar el círculo de tal manera que todo es una referencia a sí mismo. Es un equipo ya metarreferente, un equipo dentro de un equipo que a su vez es El Equipo. Si el fútbol es por su propia naturaleza un camino asfaltado de leyendas, ciclos épicos y autocitas, el Madrid es el corolario del mismo fútbol, un retablo barroco cargado de divinidades cuyo principio y fin está en el color blanco.

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Es curiosa la decadencia manifiesta de la selección brasileña de fútbol en este siglo, cuando últimamente no paran de producir los talentos más originales y estimulantes del planeta fútbol. Debe ser una cosa interna, de equilibrio. Una selección que tiene a Vinícius, Rodrigo y Endrick en el frente del ataque es incapaz de meterle un gol a Uruguay o de ganar una Copa América desde que se exilió en Río la familia real portuguesa. No digamos ya en los Mundiales. Desde 2002 Brasil es un páramo y sin embargo desde entonces de allí han salido Ronaldinho, Kaká, Casemiro, Neymar, Allisson o Vini, por citar a cuatro de las estrellas de equipos campeones de Europa en las dos décadas largas que han pasado desde entonces.

El Madrid del siglo XXI, un diseño de autor de Florentino Pérez, ha logrado cuadrar el círculo de tal manera que todo es una referencia a sí mismo. Es un equipo ya metarreferente, un equipo dentro de un equipo que a su vez es El Equipo. Si el fútbol es por su propia naturaleza un camino asfaltado de leyendas, ciclos épicos y autocitas, el Madrid es el corolario del mismo fútbol, un retablo barroco cargado de divinidades cuyo principio y fin está en el color blanco

Como fuere, Endrick aterriza en un entorno perfecto para desarrollar su potencial. Mbappé, Vinícius, Bellingham, Valverde y Camavinga son realidades cargadas ya de títulos que pueden proteger el crecimiento de las nuevas joyas. Las manos de Ancelotti son ideales para modelar semejante arcilla. En este contexto, la comparación que ya he leído alguna vez con 2004 y Los Galácticos del primer Florentino me parece totalmente carente de fundamento. Sin entrar en profundidades, aquel era un equipo de superestrellas maduras dirigidas por otro tipo de gente en un ambiente de inestabilidad y disolución. Carletto, él mismo lo ha confesado, entrena a un grupo de amigos. Era otro fútbol y también otro mundo. Endrick cree en Dios con la fe de los antiguos y esa devoción refuerza su confianza en sí mismo. El mundo gira a empujones de los hombres de acción que creen en el futuro, y Endrick parece uno de ellos.

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Getty Images.

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