
La Galerna
·6 de diciembre de 2019
Antimadridismo burgalés

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·6 de diciembre de 2019
Una peña de un respetabilísimo club de baloncesto burgalés ha emitido un comunicado. Se preguntará el lector qué me mueve a escribir un artículo sobre lo manifestado públicamente por una peña de un club de baloncesto burgalés, cuando lo más cerca que he estado yo de jugar al baloncesto en Burgos ha sido ponerme de puntillas para apreciar la belleza de las vidrieras de la maravillosa catedral de dicha ciudad. La respuesta tiene que ver con la constatación de una serie de ideas que, en referencia al antimadridismo sociológico que nos rodea, supone lo expuesto por el comunicado.
La peña se llama Peña Andrés Montes, sin que por el momento me conste qué hizo en vida el célebre y celebrado periodista para que una asociación de estas características (de las características que ahora verá el lector) lleve su nombre. De hecho, qué haría Andrés Montes, qué habrá hecho la ciudad de Burgos y qué habrá hecho el club de baloncesto San Pablo para merecer esto.
El comunicado comienza así:
“Llega de nuevo un Real Madrid-San Pablo Burgos y hay cosas que no cambian.
El Real Madrid, club que alardea de valores y espíritu deportivo, “caballero del honor” dice su himno, evita/dificulta/impide que la afición azul disfrute del baloncesto fuera del Coliseum, como viene haciéndolo en ciudades cercanas y no tan cercanas durante muchos años”.
El tono profundamente cáustico con el que se abre el comunicado tiene que ver, como quizá haya deducido el lector o quizá no, con el número de entradas que le ha sido concedida a dicha peña por parte del Real Madrid para venir al Wizink el próximo día 8 a animar a su equipo. Se conoce, pero hay que echarle imaginación para llegar a esa conclusión, que les parecen pocas, desde luego no tantas como las que les dieron “en ciudades cercanas y no tan cercanas durante muchos años”.
Prosigue el comunicado:
“De todos los sentimientos que se nos pasan por la cabeza: decepción, rabia, asco... nos queremos centrar en uno: PENA.
Y es que nos dais mucha pena. Entre Euroligas, Copas del Rey, Ligas y demás títulos habéis perdido el sentido del deporte, que no es otro que sufrir y luchar disfrutando y haciendo disfrutar. En eso, con toda la humildad del mundo, podemos daros muchas lecciones”.
Venga de Sri Lanka, de Teruel o de la nobilísima ciudad de Burgos, esta misiva constituye un compendio paradigmático de los rasgos esenciales del antimadridismo. Para empezar, llama poderosamente la atención la imposición moral de entregar a estos señores cuantas entradas consideren oportuno recibir, con independencia de la disponibilidad que tenga el Madrid o de las que, en el ejercicio de la autonomía en la toma de decisiones que tiene cualquier entidad privada, tenga a bien entregar a la afición rival. De donde se deduce lo mismo que queda patente cada vez que trata de hacerse ver que el Madrid está obligado a ofrecer su estadio para la Final de la Copa del Rey de fútbol: que el antimadridismo considera que la odiada institución está ahí para garantizar un determinado servicio público, ya sea proveer de entradas a los burgaleses de esta peña, poner de titular al portero que a la selección española le conviene que juegue o dejar que sus instalaciones se conviertan en escenario de una manifestación independentista en la que se veja a los símbolos del estado. El Real Madrid está ahí para ser odiado y, en contraprestación por tanto odio como le profesan, darles a ellos lo que quieren.
Si no sucede así, se le declara al Madrid “decepción, rabia, asco...” haciendo como si fueran sentimientos sobrevenidos y no proverbiales, y se prosigue ("con toda la humildad del mundo") con una cantinela agitadora que pretende insuflar una moralina donde solo queda patente el devastador complejo de inferioridad que no tendrían por qué tener por el simple hecho de que otro equipo tenga un palmarés inalcanzable. “Entre Euroligas, Copas, Ligas y demás títulos habéis perdido el sentido del deporte, que no es otro que sufrir y luchar disfrutando” es frase que tratando de describir al Madrid revela tanto sobre quien la escribe que duele. Duele por ellos. Yo padezco sinceramente por esas almas torturadas que creen conocer “el sentido del deporte” y que no le atribuyen la misma suerte a un equipo que al parecer ni sufre ni lucha disfrutando porque lo dicen ellos. Lo dicen ellos porque no les han dado todas las entradas que querían. Es consustancial al antimadridismo: sí, el Madrid gana pero no saben de qué va esto. A lo mejor, y solo a lo mejor, lo que sucede es que hay que consolarse por la escasez de victorias abrazando la ilusión de una falsa superioridad moral.
Siguen los amigos de la peña burgalesa.
“Lo que estáis haciendo limitando el número de entradas no de otra cosa que desilusionar a la gente, asquear al público, jugar con las ganas y la alegría que proporciona esta visita, y eso, señores, no es jugar limpio, seguro que es legal, pero no es limpio”.
“Limitando el número de entradas”. No hace falta un lapsus freudiano más para concluir que lo que esta gente quiere es por tanto un número ilimitado de entradas, tantas como ellos digan porque para eso ellos sí conocen “el sentido del deporte”, y si no les das tantas entradas como ellos quieran no estás jugando “limpio, seguro que es legal, pero no es limpio”. Es de agradecer que digan que es legal, pero no sería malo que en su expedición a la capital incluyan un par de abogados que estudien si el club blanco, además de no ser limpio por no darles todas las entradas que les dé la gana, no estará también transgrediendo alguna ley que le haga caer en el ámbito de la criminalidad, dado que ya está, por lo que se ve, instalado en el de la ignonimia más profunda.
El comunicado prosigue llamando “equipo de comarcal” al Madrid en lo relativo a “los valores del deporte”’(sigue la homilía) para finalizar con una frase destinada a hacer que el madridismo derrame desconsoladas lágrimas de arrepentimiento. Eso también es típico del antimadridismo: la solemnidad hueca, la risible presunta gloria del perdedor por el mero hecho de serlo: “Nadie puede dudar del carácter ganador de vuestro club (hombre, gracias), pero ser un equipo campeón es otra cosa y sin acritud alguna (menos mal), aseguramos que no lo sois”.
Desolación masiva en el madridismo de España y de más allá de las fronteras por el hecho de que la Peña Andrés Montes del San Pablo Burgos “asegure” que el Real Madrid no es un equipo campeón. Nos preguntamos quién lo es entonces, pero no nos lo preguntamos durante mucho rato porque la respuesta está al final del comunicado, que se despide así: “Saludos de un equipo campeón a un equipo ganador”.
Acabáramos. El equipo campeón no es el Real Madrid porque no les concede a estos señores todas las entradas que quiere, y porque no abre sus puertas para manifestaciones independentistas en la Final de la Copa del Rey de fútbol, y porque su entrenador no pone de titular al portero de la selección sino a otro. El equipo campeón es el San Pablo de Burgos, como tantas otras veces lo es el que se cree que perder tiene una respetabilidad superior a ganar, sobre todo cuando el que gana no le da al que pierde lo que se le antoja.