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·18 August 2025
Cada partido, una maratón

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·18 August 2025
Foto: Marta G. Brea / Faro de Vigo
Cuando acaban los partidos, los fisioterapeutas recogen los sistemas de GPS que llevan los futbolistas en su espalda para trasladar los datos al cuerpo técnico. No hay gota de sudor que no quede registrada. Cada metro que recorre el jugador queda archivado como si fuese un tesoro nacional. Y, claro, en cualquier equipo los que más kilómetros suelen recorrer son los centrocampistas, especialmente los “box-to-box”, esos que parece que han firmado un contrato de tiempo completo con la cinta de correr, o los laterales, que básicamente están para subir y bajar hasta que les den un premio de fidelidad por kilómetros acumulados.
Eso sí, no se puede generalizar: depende del sistema, de la táctica y de las características de cada futbolista. Pero ojo, esto aplica únicamente a equipos normales. Luego está el Getafe, una galaxia paralela donde los que más corren no son ni los laterales ni los box-to-box, sino el médico y los masajistas. Si llevasen GPS, harían quedar al jugador más entregado como un simple aficionado al footing de domingo.
La profesión de médico del Getafe merece mención aparte: exige una resistencia física casi olímpica y, de paso, habilidades interpretativas dignas de Hollywood. No es sencillo correr veinte veces al campo y, al llegar, mantener cara seria sabiendo que el jugador al que atiendes se ha desplomado víctima del roce de un átomo de oxígeno.
Lo de ayer en Balaídos fue una masterclass. Los de camiseta roja caían como moscas: el roce de la brisa marina era suficiente para que se les subieran los gemelos. Y si el roce lo producía un rival, el dolor era tan insoportable que uno esperaba ver salir la camilla y al cura del pueblo al mismo tiempo. Son futbolistas delicados, casi frágiles, con una sensibilidad al dolor que haría palidecer a cualquier poeta romántico. Y, claro, el árbitro debe comprenderlo: esto no es rugby, es fútbol, papá.
Y que nadie diga que es tiempo perdido. Explícaselo tú al médico, que con la tontería se mete sus buenos 20 kilómetros por partido. Tiempo de juego efectivo, poco, pero entrenamiento cardiovascular, todo el que quieras. De hecho, si el colegiado llegase a añadir todos esos minutos de “drama”, todavía estaríamos en Balaídos, y el doctor, pobrecito, ya habría pedido el cambio por fatiga.
La única medicina eficaz para las dolencias de los jugadores del Getafe es ir perdiendo en el marcador. Misteriosamente, ahí cesan los calambres, se cura todo y reaparece la energía. Y es en ese punto cuando me hago la gran pregunta: ¿celebrará los goles del rival el médico del Getafe? Yo, sinceramente, lo haría. Qué demonios, llamadme vago, pero más vale un rival celebrando que otra maratón de esprints al campo.
Decía Rafa Benítez que LaLiga es una maratón. Lo dice porque no conoce al doctor del Getafe. Para él, cada partido lo es. Con la diferencia de que, en su meta, en lugar de medalla, le espera una bolsa de hielo y un calmante para el dolor de espalda.
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