
La Galerna
·18 June 2025
Barcelona, Mundial de clowns

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·18 June 2025
El cliente de Negreira es ese personaje que cuando pierde a las cartas tira la mesa, culpa al crupier y exige repetir la mano con las cartas marcadas. Es un club que, desde hace años, transita por el fútbol europeo como quien intenta llegar a casa borracho sin GPS: dando tumbos, sin memoria y convencido de que el que se equivoca es el camino.
La última muesca de esta tragicomedia tiene nombre propio: Mundial de Clubes. Ese torneo que la FIFA ha remodelado y que reúne este año a 32 equipos. Un escaparate internacional, competitivo, lucrativo, exigente. Y ahí, claro, el cliente de Negreira. No por un capricho. No por una mano negra. No por una conspiración judeo-merengue desde las oficinas de Chamartín. No.
El club ese del que usted me habla no jugará el Mundial de Clubes porque no se clasificó. Punto.
Durante el ciclo evaluado por la FIFA —temporadas 2020/21 a 2023/24—, el equipo azulgrana ha tenido un rendimiento europeo propio del Bayer Uerdingen. Dos salidas consecutivas de la fase de grupos de Copa de Europa. Ridículos continentales contra Benfica, PSG, Inter, Bayern, Eintracht, Roma y un Manchester United en chándal, entre otros. Derrotas, excusas y una relación con la Copa de Europa y con la Europa League digna de película de sobremesa: la empiezan con ilusión y la abandonan con una carta de ruptura.
Y claro, sin méritos en el campo, ¿qué se les ocurre? Exacto: pedir por escrito a la FIFA entrar como suplente del León mexicano, que se cayó del cartel. A ver si cuela. A ver si nos invitan. A ver si nos dan mesa sin reserva.
El club ese del que usted me habla no jugará el Mundial de Clubes porque no se clasificó. Punto
El club que presume de ser més que un club pidió entrar por la puerta de atrás. Como quien no ha sido invitado a una boda, pero se presenta con chaqueta prestada y una sonrisa ensayada. Y cuando la FIFA, en un extraño pero reconfortante momento de sensatez, les dijo que no, que ese lugar correspondía al Los Angeles FC, comenzó la operación “restemos valor al torneo”.
De repente, la prensa afín (ese club de fans con sueldo que aplaude sin cesar todo lo que suena a culé y aúpa a los olimpos del balompié a cualquier chaval de La Masía que medio despunta) se subió a la ola del desprecio. Portadas llenas de sarcasmo, tertulianos con la ceja arqueada y frases recicladas como “es un engendro sin sentido”, “está hecho para que gane el Madrid”, “No lo juego los campeones de las mejores ligas” o la joya conceptual: “es un torneo que carga demasiado a los jugadores”.
Claro, claro. Lo carga... pero solo si no está el cliente de Negreira. Porque si la FIFA les hubiera dicho que sí, estaríamos viendo reportajes de Piqué narrando la historia del club desde el Big Bang, vídeos de Laporta con banda sonora de Hans Zimmer y titulares como:
“El Barça vuelve al mundo para reinar”
“Nuestro ADN ya está en Nueva York”
“Lamine, el emperador adolescente”
Pero no. La FIFA dijo “no” y entonces, el relato se volvió esquivo, resentido, patético. Lo que antes querías jugar con entusiasmo ahora lo llamas “torneo sin sentido”. El mismo torneo que pediste, ahora lo desprecias. Y todo el mundo lo ha visto. Hasta los del Escalerilla (qué habrán hecho los pobres…).
Lo que antes querías jugar con entusiasmo ahora lo llamas “torneo sin sentido”. El mismo torneo que pediste, ahora lo desprecias. Y todo el mundo lo ha visto
Pero claro, cuando un club pasa décadas pidiendo respeto y transparencia mientras pagaba más de 8 millones de euros al vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros para comprarse literalmente el sistema arbitral completo Y AÚN NO HA PASADO NADA, que no se olvide, cuando no les han desposeído de los títulos fraudulentamente obtenidos, cuando no les han expulsado del fútbol profesional y cuando no han perdido perdón por lo que hicieron, uno entiende que el sentido del ridículo se lo dejaron olvidado en una caja fuerte de la calle Arístides Maillol.
Porque eso también hay que decirlo: cuando el club más investigado de Europa por corrupción arbitral exige entrar en un torneo que no ha merecido, uno ya no sabe si reír o hacer crowdfunding para regalarles vergüenza ajena.
¿Cómo puede un club que ha estado pagando sistemáticamente al número dos de los árbitros durante 17 años pedir un comodín deportivo?
¿Cómo puede un club investigado por corrupción continuada en el deporte, que ha sido incapaz de rendir en Europa durante diez temporadas consecutivas, exigir un hueco entre los mejores clubes del planeta?
La respuesta es simple: porque están acostumbrados a la impunidad más impune y porque el relato les ha hecho creer que todo se puede justificar. Que lo suyo nunca es derrota, sino conspiración. Que no se equivocan, sino que se les ataca. Que los goles en contra no son errores, sino montaje.
Un club que ha convertido el victimismo en táctica, el “y tú más” en argumento, y el bochorno en línea editorial.
Y lo peor es que no lo esconden. Esta semana, mientras el Real Madrid se prepara para debutar en el Mundial de Clubes como quien saca traje nuevo, ellos publican tuits riéndose del torneo, como el niño al que no le han elegido para el equipo de clase y decide patear el balón al río.
Todo esto no sería grave si no fuera tan repetido. Porque el barcelonismo no sólo no aprende, sino que insiste en disfrazar su mediocridad reciente de injusticia universal. Han pasado de la élite europea a la autocompasión digital. De Xavi a X, la red social. De Wembley 92 a “me bloquearon por decir la verdad”.
Mientras el Real Madrid se prepara para debutar en el Mundial de Clubes como quien saca traje nuevo, ellos publican tuits riéndose del torneo, como el niño al que no le han elegido para el equipo de clase y decide patear el balón al río
Y en medio, Negreira. Ese elefante en la habitación que ya no cabe ni en el estadio. Ese agujero moral que han intentado tapar con storytelling, con ofendidismo institucional, con artículos sobre dictaduras imaginarias. Pero ahí sigue. Como una llamada perdida de la UEFA. Como una mancha de grasa que no sale del escudo.
Y ahora, fuera del Mundial de Clubes, quieren que lo demás tampoco brille. Porque si yo no estoy, no vale. Porque si yo no gano, no importa. Porque si yo no juego, que se cancele.
Pero el fútbol, señores, no es TikTok. No se borra lo que no te gusta. No se inventa un filtro para los fracasos.
Y aunque pongáis cara de dignidad ofendida, la realidad es esta: no estáis en el Mundial de Clubes porque no habéis hecho nada para estar. Punto.
Y pedirlo por carta, para luego despreciarlo en redes, no es estrategia.
Es el comportamiento de quien no sabe perder... ni callar.
Les dejo deseando que nuestro equipo comience con éxito su andadura por esta nueva competición y recordándoles que ser del Real Madrid es lo mejor que una persona puede ser en esta vida… ¡Hala Madrid!
Getty Images
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