Ancelotti y la corbata de Güler | OneFootball

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La Galerna

·13 May 2024

Ancelotti y la corbata de Güler

Article image:Ancelotti y la corbata de Güler

Cuando Ancelotti vio las trazas de la corbata de Güler en el ayuntamiento de Madrid, elevó los ojos al cielo para luego dejarlos caer lentamente junto con el resto de la cabeza mientras se le escapaba un imperceptible suspiro. Como buen italiano, no podía dejar pasar por alto que el turco luciese un nudo desastrado.

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Se acercó a su joven pupilo para poner remedio a la mácula estética y, dicen, que mientras ajustaba la corbata de Güler le fue susurrando:


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Hijo, tienes una zurda brillantísima, pero me he fijado que has firmado en el libro de la Comunidad de Madrid con la mano derecha, de modo que para el asunto que nos atañe te trataré como a un diestro.

Primero tomas la corbata con las dos manos, como si sostuvieras una Orejona. ¿Sabes lo que es una Orejona, verdad? Así es como llamamos los madridistas mayores a la Champions. Disculpa, Arda, seguro que ya lo conocías y pensarás que este viejo te toma por tonto, pero cuando uno se hace mayor le pasan estas cosas.

Levantas la corbata, también como una Champions, o como la copa de la liga, la que acabas de alzar en Valdebebas y agitarás dentro de un rato en Cibeles, y la pasas por detrás de la cabeza hasta dejarla colgada sobre el cuello del mismo modo que cuando uno llega al Real Madrid se cuelga la ilusión de millones de aficionados. Para sostenerla es importante trabajar los músculos de la responsabilidad y de la perseverancia. Hay que mantenerla en equilibrio entre los impulsos nerviosos de la autocomplacencia y el desaliento.

La parte ancha de la corbata ha de quedar a la derecha, donde a veces te coloco en el campo, y la parte estrecha de la banda algo por encima del ombligo, el lugar al que un jugador del Real Madrid nunca debe mirarse si no quiere echarse a perder ni contaminar el vestuario. En este club se debe mirar al frente, atrás solo para aprender de los errores; se debe mirar a los ojos del rival, para que sepa que un madridista no tiene miedo; se debe mirar a los veteranos, para aprender de ellos; y, sobre todo, no se debe perder nunca de vista la historia. Pero no se debe mirar jamás el ombligo propio, el ego puede ser el peor veneno de un futbolista en formación como eres tú. Si alguna vez dudas, fíjate en Vini y Jude.

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Ahora circunvalas horizontalmente la parte ancha de la corbata sobre la angosta, como un pase de Toni Kroos, uno de los pocos jugadores que sabe discernir cuándo es el momento de jugar horizontalmente sin aburrir al espectador y matar el ímpetu de un partido.

Sin soltar la zona más ancha, la gobernada por Modric durante más de una década, la elevas hacia arriba desde un lado y la dejas caer por detrás cuando tienes el nudo en la garganta, como el propio Luka hizo con aquel balón a Rodrygo en la noche del Chelsea del año de la Catorce.

Después, esa misma zona de la corbata, la introduces por el cuello y tiras hacia abajo y a la izquierda, con decisión, sin miedo, como cabalga Camavinga sobre la adversidad, para, acto seguido, cruzar el nudo por delante hacia la derecha, pero, ojo, sin perder la sutilidad, piano piano, como Rodrygo.

En este punto, tiras hacia arriba de la corbata y sorteas el nudo por detrás de la parte pegada al cuello del mismo modo que sortea Bellingham rivales lentamente a velocidad de vértigo en la zona más peligrosa del campo.

Es el momento de encestar el extremo ancho de la corbata en el hueco que ha quedado, como una mandarina de Llull, como un zapatazo de Valverde por la escuadra.

Y, para terminar, estiras la prenda mientras sostienes el nudo, aprietas el lazo como apretaban Camacho y Santillana, y tiras del extremo como Juanito tiraba del equipo cuando venían mal dadas. ¿Sabes quién es Juanito, verdad? Juan Gómez, el Siete eterno del Madrid, aquel del «90 minuti en el Bernabéu son molto longo». Disculpa, Arda, seguro que ya lo conocías y pensarás que este viejo te toma por tonto, pero cuando uno se hace mayor le pasan estas cosas.

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