REVISTA PANENKA
·12 December 2024
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Ya puedes hacerte con nuestro nuevo número, dedicado a la vida y la carrera de Alfredo Di Stéfano
Aquellos días debieron de pasar volando. Sólo se le hacían largos a los rivales que visitaban el Bernabéu; ataca el Madrid, buena suerte, la vas a necesitar. Para los reyes de Europa, jóvenes prodigiosos, eran las noches las que a veces se alargaban. En las fotos de la época, con la perspectiva de hoy, nos parecen 20 años mayores. Pero no, esa sonrisa guarda una vida por delante. De traje oscuro, corte elegante, descansa el Madrid de la disciplina del blanco impoluto que impone don Santiago. Primero, ganar. Luego, festejar. ¿Qué hay de malo en ello?
Para vivir, hay que vivir de calidad, no de miseria, diría Alfredo Di Stéfano a quien le preguntara. Si el continente estaba a sus pies, ¿cómo no iba su ciudad a celebrarlos? ¿Cómo no iban a tener una mesa reservada en el local de moda? Ahí sale el Madrid, la ‘Saeta’ al frente, tan reconocible, que el nueve es dorsal y también actitud. Algún autógrafo, algún saludo, pero la noche, tiempos analógicos, da un respiro. Qué placer, de vez en cuando, que los focos no lo apunten a uno, quizá pensó al comprobar que las luces se atenuaban para que las miradas buscaran el escenario. Allí nunca actuó la ‘Voz’. Lástima. La relación de Sinatra con España fue demasiado complicada. Qué conjunción se perdió el universo.
Porque Frank fue a la música lo que Alfredo al fútbol. El talento natural, la atracción irresistible de la cámara, la ambición de creer que no hay más número que el uno. El Oscar y el Balón de Oro que relucen. Y dos biografías resumidas en una misma melodía.
Di Stéfano fue el primero que supo ser el mejor viviendo como jugaba, jugando como vivía. A su manera
En esa velada imposible, las estrellas madridistas no escucharon My Way. Faltaban todavía unos cuantos años para que Paul Anka le regalara la tonada a su amigo de ojos azules, que estaba decidido a dejarlo todo. Sinatra pasaba ya de los 50, pero aquella se convirtió en su interpretación más célebre. Una canción de funeral que versa sobre el privilegio de existir.
Cuando, seis décadas después de firmar por el Real Madrid, Di Stéfano falleció, el club acertó con la banda sonora del homenaje. ¿Un tópico? Puede que para los demás. Pero no para el primero que supo ser el mejor viviendo como jugaba, jugando como vivía. A su manera.
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