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La Galerna

·10 de maio de 2024

Vini Jr., el mejor atacante del planeta

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Después de su refulgente partido ante el Bayern, donde con la ayuda del héroe accidental Joselu se las apañó para meter al Madrid en la final de Wembley, no creo que a nadie le quepan demasiadas dudas de que Vini Jr. es, en este día y a esta hora, el mejor jugador del planeta, lo que en ausencia de pruebas sobre posibles formas de vida en otros sistemas solares le convierte provisionalmente en el mejor jugador del universo.

No reuniré valor para quitar razón a quien tilde de mayores estas palabras, y no sólo por la extensión cósmica de las mismas. Nunca he sido muy amigo de hablar de "mejor jugador del mundo", aunque sólo sea por el desdén implícito hacia porteros, defensas y mediocampistas que estas quinielas suelen aparejar. Quizá debí restringir mi aserto a "mejor ATACANTE del planeta", cosa que procedo a hacer ahora mismo, cambiando también el título del artículo sobre la marcha y antes de que vea la luz. Las referencias a los confines del universo como muestra de elección las mantengo.


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Déjate de Haaland. Déjate de Mbappé. Todo es susceptible de cambiar en esta vida, y de hecho propende a hacerlo con frecuencia creciente, para bien o para mal, pero ahora mismo no existe en el contexto futbolístico conocido un torturador de defensas como Vinícius José Paixão de Oliveira Júnior. A mi edad, ya avanzada, no he visto a nadie jugar como él lo hizo ante el Bayern. Kimmich, De Ligt y cualesquiera otros jugadores (todos ellos top) que se cruzaron con él andan aún preguntándose cómo alguien ha logrado añadir esa cualidad machacona a la excelencia, sin que las esencias se tergiversen por el camino. El virtuoso suele destilar el talento en frascos pequeños. Vinícius es la excepción a esta regla, la excepción que no sabíamos ni que existía, puesto que absurdamente tomábamos la norma por inmutable. Y un carajo inmutable. Vinícius te sepulta en garrafas de arabescos, fintas y rabonas, y a los treinta segundos vuelve en un camión cargado de más virguerías al por mayor, en caso de que no hayas tenido suficiente.

Vini Jr. constituye la mayor prueba andante (o mejor corriente, a tenor de la velocidad empleada) de la falsedad del debate entre calidad y cantidad. Ha puesto el listón imposible para los demás, porque nos ha enseñado que tenemos derecho a demandar las dos cosas. Este estajanovismo de la genialidad es un hallazgo. Los genios son rácanos en la administración de su néctar, y suelen escudarse en la propia coartada de la genialidad para escatimarnos el deleite. La coartada se les ha ido a la mierda desde que existe Vinícius, un tipo que te trae a la puerta de casa contenedores enteros repletos de cosas sublimes, y te pregunta si quieres que vuelva a media tarde con un megacargamento de regates y goles que se trae del mercamadrid de la excepcionalidad.

El virtuoso suele destilar el talento en frascos pequeños. Vinícius te sepulta en garrafas de arabescos, fintas y rabonas, y a los treinta segundos vuelve en un camión cargado de más virguerías al por mayor, en caso de que no hayas tenido suficiente

Bellingham es el que más se le parece en eso. Bellingham es quizá el jugador más completo del mundo, lo que es distinto al Mejor Atacante, título que acabamos de otorgar a Vini. Se llevan tan bien porque les hermana esa obsesión por desacreditar la idea de la belleza en cuentagotas. Los dos, además, defienden como jabatos, aunque sólo sea porque tienen prisa de volver a tener el balón para seguir entreteniéndonos.

Yo, que si no tengo mas canas es sólo porque donde no hay pelo no puede blanquearse, no he visto jamás nada parecido a Vini Jr. Se habla mucho del Balón de Oro pero, parafraseando a mi amigo Luis Montero Manglano, no sé si el Balón de Oro se merece recibir un Vini Jr.

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