La Galerna
·29 de janeiro de 2025
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El hijo de un amigo no quiere ser Mbappé o Vinícius. Ni siquiera Bellingham. Por descontado, admira a los tres y disfruta en cada partido con sus jugadas y goles, pero sus ojos se proyectan en la trayectoria de otro jugador. Él quiere ser Carvajal, y no duda en imitarlo para adquirir sus movimientos, aprender de su colocación, reforzar su solidez defensiva y contagiarse de su carácter guerrero.
El debate sobre si el Madrid apuesta o no por la cantera es recurrente, tanto como las posturas que defienden que si en la Masía la prioridad es formar para el primer equipo azulgrana, en la Fábrica se esculpen jugadores profesionales con capacidad de llegar a lo más alto, de blanco o no.
Pero más allá de la retórica, hay algo que nunca cambia con el paso de las décadas, y es la acogida del Bernabéu hacia un canterano. De igual forma que una remontada alimenta el orgullo blanco, el debut de un futbolista de la casa parece reconciliarle con su corazón. Desde la irrupción de La Quinta se celebra cada llegada de un chaval de la Fábrica con el encantamiento propio de cualquier historia de amor. Así, nunca se comparte del todo las reticencias de los técnicos en apostar por la cantera, a la que de partida se le concede un bonus extra de confianza y paciencia. Oro puro viniendo del Bernabéu.
Nada de malo hay en ello. Ahí está el ejemplo de Carvajal, El Último Mohicano Blanco, capaz de aunar lo que la afición blanca más celebra: talento y coraje, fútbol y garra, cabeza y corazón. Que un niño lo tenga en su altar demuestra que el ADN madridista conserva su potencia de transmisibilidad totalmente intacta.
Que un niño tenga en su altar a Carvajal demuestra que el ADN madridista conserva su potencia de transmisibilidad totalmente intacta
Pero también es fruto merecido del trabajo constante, la fuerza mental y una trayectoria impecable repleta de títulos y ejemplo para sus compañeros. Carvajal, nunca lo olvidemos, cogió el petate en 2012 para ir al Leverkusen no como cedido, sino como traspasado por cinco temporadas. Aunque, eso sí, con tres años reservados para el Madrid por si su juego merecía la recompra. Tras una década triunfando en cada escalón de La Fábrica, no dudó en marcharse a un fútbol físico, difícil, lejano. Lo que otros hubieran interpretado como una puerta que se cierra, Carvajal lo vio como una ventana entreabierta. Y no tardó en volver por ella. Un año después, tras ser distinguido por Bild como integrante del once ideal de la Bundesliga, el de Leganés regresó a su casa con honores.
Ahora, después de una trayectoria sin el puesto asegurado por decreto, el lateral no sólo se ha convertido en el guardián del espíritu blanco, sino que ha entrado en el olimpo de los jugadores más laureados de la historia, con seis Champions y cuatro Ligas como trofeos más destacados.
Mientras los niños quieran ser Carvajal, el Madrid de siempre, el de Bernabéu, Di Stéfano, Juanito o La Quinta mantendrá algo mucho más importante que la hegemonía deportiva, el espíritu que lo diferencia y lo hace único.
Getty Images.