
La Galerna
·26 de julho de 2025
Mbappé, el próximo 10 del Madrid

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·26 de julho de 2025
Tras la marcha de Modric, todo apunta a que Mbappé lucirá el 10 del Real Madrid. Él mismo lo anunció en X.
10–
Desde hace décadas, es habitual que el jugón del equipo luzca el 10. Existen varios motivos. Futbolísticos y extradeportivos.
Culturalmente, el 10 se considera sinónimo de excelencia, de perfección. Cuando las calificaciones medían el conocimiento de la materia impartida, obtener un 10 era lo máximo. Ahora ya no se sabe: es posible sacar un 14 sobre 10 o no suspender con un 2.
Nuestro sistema decimal está basado en el 10. Para los pitagóricos, encerraba todos los principios del mundo el 10, la «tetraktys». No confundir con el Tetris, eso es de los rusos y os acabo de meter la musiquita en la cabeza.
Probablemente en fútbol la cosa empezó de casualidad. En el Mundial de Suecia 58, la confederación brasileña olvidó rellenar el papelito de los dorsales y la FIFA los asignó al tuntún. Al jovencísimo Pelé le tocó el 10 por puro azar.
Antes de los dorsales fijos, el 10 solía llevarlo un jugador de ataque, bien segundo delantero, bien interior izquierda, normalmente bien dotado técnicamente.
La combinación de estos y otros factores propició que de un tiempo a esta parte los buenos quieran portar el 10. Se identifica a la estrella del equipo con este número.
Sin embargo, el Madrid en este aspecto —también— es diferente. El Madrid impar, porque no hay dos como él. Es el número uno. No es extraño, pues, que su número más icónico sea non: el 7.
No obstante, el 10 ha sido lucido por un buen puñado de estrellas. Y también por otros cuerpos celestes de magnitud inferior. Incluido algún que otro meteorito que atravesó de forma tangencial la atmósfera madridista.
A finales de los cuarenta (1946-1947), el 10 vestía manga larga, se llamaba Luis y se apellidaba Molowny. El canario fue un 10 en el campo y en el banquillo.
Casi 10 años después, Héctor Rial vistió la zamarra con el emblemático número. El de Pergamino «llegó avalado por Di Stéfano y fue el lanzador perfecto para que Gento luciese todas las virtudes por la banda izquierda». Palabra de Alberto Cosín. Es curioso que Rial fuese de Pergamino (Buenos Aires, Argentina), porque ayudó a escribir grandes páginas de la historia del Madrid y su calidad ponía la dermis de gallina.
Ferenc Puskás. Quizá el 10 por antonomasia del Madrid junto a Luka Modric. Al principio tampoco valía y estaba gordo —bueno, esto último es cierto—, y acabó convirtiéndose en uno de los mejores jugadores y mayores goleadores de la historia.
Manolo Velázquez jugaba con estilográfica. Clase, talento y visión de juego a raudales. Compuso una melodía 10 para el Madrid Ye-yé.
Un movimiento teutónico se apoderó del 10 y lo portó como un actor de Hollywood: Günter Netzer. Estuvo tres años y dejó la sensación de que pudo haber aportado más.
Entonces al 10 le creció bigote y mala leche. El dorsal saltó a la espalda de Uli Stielike, quien lo portó algunas campañas a caballo entre el final de los setenta y el comienzo de los ochenta.
Tal vez el paso por Stielike le subió la tensión al 10 y el médico le recomendó moderar el consumo de sal, puesto que no tardó en subirse a cuestas del Soso Gallego. Futbolista no suficientemente ponderado.
Milan Jankovic fue como una bebida maravillosa que probaste un día y nunca más lograste encontrar dónde la servían. Quizá hayamos idealizado su corta etapa de blanco.
Si Rafa Martín Vázquez se hubiese creído lo que era, es difícil saber dónde habría llegado. Se fue cuando mejor estaba, después de firmar el temporadón de la 89-90. El bigote turinés no le hizo bien y su regreso transcurrió sin pena ni gloria.
Después del Aragonazo desde el medio del campo, llegó Hagi. Se parecía a Puskás en la barriguita y en que lanzaba unos trallazos descomunales. No llegó a cuajar del todo. Le llamábamos Jagui, pero al parecer se llamaba Hayi. Un lío. Y encima acabó en el Barça.
En esa misma época también lució el 10 Milla y alguna vez Hierro. Milla era un futbolista tan emocionante como un filete de pavo sin sal, pero eficiente. Hierro, uno de los más grandes. Jugó de casi todo, con un montón de dorsales y lo hizo todo bien.
No puede decirse lo mismo de Prosinecki. Más recordado por motivos extradeportivos y frikis que por la inmensa calidad que atesoraba, de la cual apenas nos brindó unas caladas. También acabó recalando en el club cliente de Negreira.
Y entonces llegó Laudrup y nos regaló un primer año fantástico. El segundo fue una debacle generalizada.
El siguiente 10, Clarence Seedorf, debería haber sido un 10 para muchos años, pero había que pagar las nóminas y hubo que venderlo. A diferencia de otros equipos, el Madrid paga sus deudas.
Florentino irrumpió con Figo. Casi na. Al portugués le dio tiempo a todo en los cinco años que portó el 10. Años buenos, años malos, Champions, Ligas. Provocó varias úlceras a los culés, y no por el abuso de cochinillo y JB.
Por diferentes y no tan diferentes motivos, Robinho y Sneijder fueron prescindibles. Talento no aprovechado.
Que Lass Diarra luciera el 10 del Real Madrid entre 2009 y 2011 nos lega una enseñanza: todo es posible en la vida.
Mesut Ózil fue un besugus interruptus. Su marcha nos dejó el gesto torcido, pero fue irse y el Madrid ganó seis Champions de once. Nunca se sabe qué va a ocurrir.
James se desventó más rápido que una gaseosa abierta en un chiringuito. Pero gracias a ello surgió la CMK.
Si hubiese que elegir solo un 10, optaría por Modric. Y paro aquí porque la llaga está muy reciente.
Ha habido sitio, cómo no, para más grandes dieces que no aparecen aquí. Y también para otros circunstanciales, curiosos, efímeros, pintorescos. Algunos de los que lucieron el dorsal en algún encuentro fueron: Sabino Barinaga, Roque Olsen, Joseíto, Mateos, Kopa, García Hernández, García Navajas, Salguero, Solana o Paco Llorente.
Y ahora parece que lo coge Mbappé. ¿Cómo le irá con el 10? Quién sabe, pero la vida es bastante complicada como para amargarse preventivamente, ¿verdad?
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