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·31 de janeiro de 2025
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Kylian Mbappé, capitán de la selección francesa y figura del Real Madrid, está viviendo un giro inesperado en la relación con su propia afición. En su visita a Guingamp para enfrentar al Brest, el delantero fue abucheado cada vez que tocó el balón, un recibimiento que se ha vuelto frecuente en Francia desde que decidió fichar por el club blanco.
Lejos de ser tratado como una estrella nacional, Mbappé fue el único jugador del Madrid silbado por el público. Ni siquiera cuando anunciaron su nombre por la megafonía hubo aplausos, en contraste con la ovación que recibió Luka Modric al ser sustituido.
Las razones detrás de esta actitud parecen ser múltiples. Desde su decisión de abandonar el PSG para jugar en España, hasta el polémico episodio en el que se ausentó de una convocatoria de la selección y tuvo roces con Didier Deschamps. Sin embargo, también pesa su histórico enfrentamiento con la afición del Brest.
El origen de esta tensión se remonta a octubre, cuando su compañero y amigo Achraf Hakimi fue blanco de insultos por parte de los seguidores del Brest. En respuesta, Mbappé marcó un gol con el PSG y lo celebró señalándoles en gesto de silencio, lo que generó un fuerte malestar en el club bretón.
Ayer, la hinchada le devolvió la afrenta con silbidos y abucheos constantes, dejando claro que no han olvidado el episodio.
Antes del partido, el ambiente ya era tenso. La costumbre del Real Madrid de no interactuar con los aficionados a su llegada al hotel generó descontento entre los seguidores locales, quienes esperaban ansiosos a Mbappé y otros jugadores franceses.
«Ni un saludo, ni un gesto… había niños que habían faltado a la escuela para verlo», declaró un agente de seguridad a L’Équipe, reflejando la decepción de los hinchas.
En el campo, Mbappé tampoco vivió su mejor noche. Falló seis ocasiones claras de gol, recordando más al jugador dubitativo de octubre que al arrollador delantero que brilló contra Las Palmas, Salzburgo y Valladolid.
El desencuentro entre Mbappé y Francia parece lejos de resolverse. Lo que antes era admiración, ahora es indiferencia y, en algunos sectores, hasta hostilidad. ¿Es el precio de haber cambiado París por Madrid?