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Diario La Escuadra

·10 de abril de 2025

Gallagher y el Silencio del Esfuerzo

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Gallagher pide paso a mordiscos, y aunque no tiene hueco fijo, sí motivos para jugar siempre.

Hay jugadores que se expresan con su juego. Los entiendes a través de su lenguaje corporal, por cómo pisan el césped, por la intensidad con la que disputan cada balón. Gallagher es uno de esos. No hace falta que levante la voz, su manera de jugar ya lo está gritando todo. Hay futbolistas que se esconden cuando el partido se complica. Y luego está él, que parece disfrutar en el barro. A veces da la sensación de que su fútbol se construye sobre la necesidad de demostrar algo, aunque nadie se lo pida.

Un Pitbull suelto en el Pizjuán

Contra el Sevilla, Gallagher fue el jugador que más faltas recibió, ganó todos sus duelos individuales (6/6), firmó dos pases clave, tres acciones defensivas, provocó un penalti y se convirtió, sin exagerar, en el jugador más incómodo del campo.


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Y no es que jugara en su posición natural, si es que existe tal cosa para él. En defensa ayudaba por banda, tapando huecos como un carrilero. En ataque, se convertía en un segunda punta que leía los espacios con instinto. Un jugador mixto con una claridad especial para interpretar lo que necesitaba el equipo en cada fase del partido.

Ese rol, flotando detrás de Julián Álvarez, sacó lo mejor de su juego: presión tras pérdida, llegada en segunda línea y una lectura brillante del desorden. No marcó, pero fue decisivo. No brilló en el sentido clásico, pero se le notaba en cada jugada. En un partido tan disputado, Gallagher fue un punto de apoyo constante. El típico jugador que, cuando no está, se echa de menos sin saber muy bien por qué.

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Fuente: REUTERS

Una suplencia difícil de entender

Y precisamente por eso su ausencia en la ida de semifinales de Copa ante el Barça sigue siendo difícil de explicar. En un partido que pedía piernas, presión e intensidad en el centro del campo, Simeone optó por otros perfiles. Gallagher no pide titulares ni portadas. Solo minutos. Solo confianza.

Es cierto que en el Atleti hay una competencia feroz. Que cada minuto está carísimo. Pero Gallagher ha demostrado, partido a partido, que responde. Quizás no siempre con lucidez con balón, un aspecto que aún debe pulir, pero sí con actitud, lectura táctica y capacidad para generar caos productivo. Esa clase de jugador que, cuando está bien, obliga al rival a cambiar cosas.

A veces da la impresión de que Simeone aún no ha encontrado el molde perfecto para él. Y probablemente no lo haya porque Gallagher no es de molde: es de romperlos.

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Fuente: Getty Images

Gallagher no es un artista, es un soldado

Gallagher tiene algo que no se entrena: ese impulso que lo lleva a estar donde ocurre todo. No es fino ni elegante, pero es eficaz. Su fútbol es más físico que técnico, más instinto que pausa. Y sin embargo, tiene una virtud intangible: aparece. En zonas de remate, en presiones altas, en segundas jugadas. Siempre está donde se le necesita, aunque no siempre con el pase más limpio.

Lo que sí tiene es una energía innegociable. Anticipa, corre, choca, vuelve a correr. A veces se le ve tan acelerado que parece que está jugando otro deporte. No uno cualquiera: uno como el curling, donde cada centímetro importa y cada movimiento se repite con obsesión. Así de metódico parece Gallagher en su esfuerzo. Así de obsesivo es su compromiso.

Esa entrega, ese estilo caótico pero efectivo, no solo suma: contagia. En un equipo como el Atleti, que vive del esfuerzo, del bloque, del compromiso, tener a un jugador que nunca negocia el esfuerzo es oro puro.

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Fuente: AFP

Gallagher no necesita homenajes. No busca elogios. Lo único que pide es continuidad. Porque ha demostrado que, cuando juega detrás de Julián, tiene impacto. Que, cuando se le da libertad para morder arriba y correr hacia el área, algo pasa. Que no necesita tocar 100 balones por partido para marcar diferencia. Solo necesita que confíen en él.

Si Simeone quiere seguir compitiendo hasta el final, va a necesitar a Gallagher. Porque hay partidos que no se ganan con estilo. Se ganan con garra, con presión, con un Pitbull en el corazón del equipo. Y el Atleti ya tiene el suyo.

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