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La Galerna

·02 de julho de 2024

Feos, fuertes y formales

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Nacho y Joselu se marchan a hacer las Arabias y uno, que es sentido, se queda con un pellizco en el corazón. Sobre todo por Nacho, que lleva con nosotros más tiempo, pero también, claro, por Joselu, que se ha hecho querer a lo largo de este año y al que se le debe como poco un asa de la Copa de Europa que el Madrid ganó hace un mes en Wembley.

Los aficionados naturalizamos la presencia de los futbolistas en nuestras vidas como si fueran de la familia o amigos porque, la verdad, casi que lo son, desde luego mucho más importantes que cantidad de tíos, cuñados y primos a los que se ve de higos a brevas y por compromiso. De esa manera nos referimos a ellos y los tratamos, con el cariño de la intimidad. Y del mismo modo nos dolemos cuando un día, por lo que sea, al fin y al cabo así es la vida, la abandonan. Nacho y Joselu salen de casa y se van al mundo. Nosotros nos quedaremos aquí y diluiremos la nostalgia en el gin-tonic de la victoria, que es el vicio con que el madridista transforma el olvido en fuerza motriz.


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Nacho, al que hizo debutar Mourinho en aquellos años de la guerra, de los que tanto hace ya, se va tras ganar seis Copas de Europa. En un mes nos hemos acostumbrado a decirlo porque, no nos vamos a engañar, a comer jamón del bueno se acostumbra uno rapidísimo. Pero ganar seis Copas de Europa e igualar a Gento en la era del fútbol total y global, hiperveloz y de igualdad físico-táctica extrema, es como conquistar Marte.

Nacho y Joselu salen de casa y se van al mundo. Nosotros nos quedaremos aquí y diluiremos la nostalgia en el gin-tonic de la victoria, que es el vicio con que el madridista transforma el olvido en fuerza motriz

La hazaña de este Madrid en el que ha estado Nacho haciendo de todo, todo el tiempo, es lo más parecido que vamos a ver a que cuatro extremeños montados a caballo, muertos de hambre y con un trabuco, sometieran un continente entero de cordilleras, glaciales y junglas inhóspitas. Nacho ha salido en finales sustituyendo por lesión a Carvajal y se ha batido el cobre con los mejores delanteros de cada año en eliminatorias de vida o muerte, pero le faltaba ganar una Copa de Europa como titular. Por fin lo ha conseguido y, en buena ley, considerando su edad, ha decidido irse tras emular a Sanchís, Hierro, Casillas, Ramos y Marcelo.

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Los capitanes del Madrid moderno que han ganado la Copa de Europa son todos defensas o canteranos. Hay un patrón, una pauta, un sentido de tradición e identidad que lo mueve todo en el Madrid. El símbolo es sagrado y lo define todo. Nacho es el último soldado de un cuerpo de guardia destinado a la frontera: hombres sentados en el porche en una mecedora con una escopeta recortada que protegen la casa. Recibió el testigo de un lateral izquierdo y se lo cede a un lateral derecho.

Nacho es el último soldado de un cuerpo de guardia destinado a la frontera: hombres sentados en el porche en una mecedora con una escopeta recortada que protegen la casa

Aprendió a servir y proteger de la mejor pareja de centrales del fútbol contemporáneo, Pepe y Ramos, y siempre estuvo dispuesto a hacer lo que hiciera falta. Su compromiso tranquilo e inequívoco con el club remite a otras épocas y a otras formas, a un mundo de caballeros en extinción. Todo lo aprendido durante años de esfuerzo callado le sirvió para componer con Rüdiger una pareja de centrales torera y segura, ¡siempre por casualidad!, que le sirve para irse por la puerta grande y legar el capote de Raúl y de Ramos a un musulmán alemán cuyos padres nacieron en Sierra Leona.

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Joselu es de la misma quinta de Nacho. Subió al primer equipo con él desde aquel último gran Castilla en el que también estaba Carvajal. Debutó con gol a pase de Cristiano pero no se quedó. Más de una década después regresó sin historia pero con muchos años cotizados en lo de marcar goles, una experiencia que, con la fe de los niños y el amor al escudo, le llevaron a meter los dos más importantes de su vida en cinco minutos al Bayern de Múnich en el descuento de la vuelta de las semifinales de la Copa de Europa. Después de aquello él, que sabe lo que es el mundo porque lo ha visto, decidió que la vida te hace regalos sólo una vez, que tiene ya una edad y que la bicoca de asegurar el futuro de sus hijos y nietos sableando a los saudíes es un tren que no pasará de nuevo.

Joselu sabe lo que es el mundo porque lo ha visto, decidió que la vida te hace regalos sólo una vez, que tiene ya una edad y que la bicoca de asegurar el futuro de sus hijos y nietos sableando a los saudíes es un tren que no pasará de nuevo

Ahora que está de moda sentirse orgullosos de una España representada por Lamine Yamal y Nico Williams porque son negros e hijos de emigrantes, a mí me gustaría también recordar a la España de Nacho y de Joselu, un país aún mayoritario hecho de gente normal que quiere trabajar, prosperar, vivir mejor y, por qué no, cumplir algunos sueños. La España de los Nachos y de los Joselus es la que madruga y satura al alba las rondas de circunvalaciones de las capitales del país para ir al tajo, pagar el alquiler e irse de vacaciones. La que sufre que el Estado esquilme su sudor para alimentar a un billón de parásitos y sin embargo no abandona su puesto, pues ese es el verdadero deshonor: no comportarse como hombres.

Es un país normal, o lo era por lo menos, al que están transformando en otra cosa y al que en diez años no va a conocer ni la madre que lo parió, pero que da todavía gente apellidada Mato, López o Fernández, capaz de hacer cosas grandes y hermosas. Nacho, con su carrera larga y brillante de one club man, cumpliendo escrupulosamente su deber la mayor parte de las veces en la ingrata tarea de la sustitución, y Joselu, volviendo al principio de su carrera para materializar su sueño, son la llama misma de la antorcha que en el Madrid continúa ardiendo para iluminación de todos los que vienen detrás.

Getty Images.

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