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Nacional Es Pasión

·26 de julho de 2025

EL VERDADERO PROBLEMA DE NACIONAL

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Por: Juan Felipe Velásquez.

La noche del viernes en el Atanasio Girardot dejó sensaciones encontradas. Un empate 1-1 entre Atlético Nacional e Independiente Santa Fe que, para el ojo desatento, puede parecer apenas un resultado parejo en el papel. Pero quien vio el partido, quien siente los colores, sabe que la igualdad dejó un sabor amargo.


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Porque no se empató ante cualquier rival, se empató ante un Santa Fe que vino a jugar con cabeza fría y terminó evidenciando, una vez más, una de las grandes falencias estructurales de este Nacional versión Gandolfi: la incapacidad de imponerse cuando el rival le propone resistencia.

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En los primeros minutos, el equipo respondió bien. Se encontró con un penal a favor gracias a un error ingenuo de Elvis Perlaza sobre Andrés Sarmiento y Edwin Cardona, como es habitual, cobró con categoría. Era el inicio ideal. Estadio a favor, marcador a favor, ritmo controlado. Y por un momento, el hincha creyó que se venía una noche de fútbol vistoso y dominante. Pero el espejismo duró poco.

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Lo que siguió fue un guion que ya empieza a repetirse peligrosamente. Santa Fe se replegó, se ordenó, ajustó posiciones y esperó su momento. Y Nacional, en lugar de crecer con el resultado, comenzó a diluirse. En el segundo tiempo, un penal por mano de Sarmiento —tan evitable como el anterior cometido por Perlaza— le dio el empate a los visitantes, y desde ahí el partido cambió por completo. El vigente campeón, sin mucho alarde, se adueñó del trámite. Nacional no supo responder. Y lo más preocupante es que esto ya no sorprende.

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El análisis debe ir más allá del resultado. Nacional no supo cómo recomponerse tras el empate. El equipo quedó a la deriva, sin ideas claras, sin un plan B. Y es aquí donde hay que hacer énfasis: este equipo depende demasiado del contexto favorable. Si el rival no presiona, Nacional juega. Si el rival se confunde, Nacional brilla. Pero cuando el rival planta cara, cuando ajusta, cuando tiene oficio —como lo hizo Santa Fe— el conjunto verdolaga se desconecta. No reacciona. No se impone.

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Desde el banquillo, Gandolfi volvió a demostrar que los partidos se le escapan de las manos cuando toca replantear. Los cambios fueron desconectados, más instintivos que analíticos. No hubo lectura táctica ni soluciones efectivas. Y así, Nacional entró en un terreno que ya conocemos: el del bloqueo mental, el de los pases sin profundidad, el de las ideas que no maduran. Un equipo con jugadores capaces, sí, pero que necesita que el viento sople a favor para navegar.

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Este Nacional tiene calidad en nombres, pero no en respuesta. Tiene posesión, pero no convicción. Tiene buenos ratos, pero no regularidad. Y lo más grave: no tiene resiliencia. Las estadísticas lo dicen todo —no hay remontadas, no hay reacción cuando se va abajo, no hay determinación cuando toca remar contra la corriente. La mística del equipo que luchaba hasta el final, que se imponía con fútbol y carácter, parece haberse extraviado en los últimos meses.

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Mientras tanto, Santa Fe se fue del Atanasio satisfecho. Sin ganar, sí, pero con la certeza de que el plan funcionó. Ajustó un par de cosas en el entretiempo, encontró el empate y supo resistir en los minutos finales, incluso con opciones de llevarse el triunfo. Marmolejo fue figura en el arco visitante, pero la verdad es que Nacional tampoco lo exigió demasiado. Más allá de un par de remates aislados —uno de Billy Arce en tiempo añadido—, el equipo nunca volvió a ser realmente dominante.

Hoy Nacional es segundo en la tabla. Pero la posición no debe engañar. Los puntos suman, sí, pero el juego preocupa. Porque si el objetivo es pelear el título, si la ilusión es volver a ver a Nacional levantando trofeos, entonces no se puede depender del error ajeno ni del talento aislado. Hay que construir un equipo capaz de resistir, de recomponer, de responder. Y hoy, esa versión aún está lejos de aparecer.

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No se trata de crucificar a nadie por un empate. Se trata de entender que este equipo, si aspira a algo serio en el semestre, necesita aprender a imponerse. No basta con jugar bonito por ratos. No basta con esperar que el rival tenga un mal día. Nacional debe recuperar esa vieja mística que nos hacía temibles incluso cuando el marcador era adverso. Ese carácter de equipo grande que no se esconde, que no se achica, que se crece cuando lo aprietan.

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El hincha lo siente. Lo sufre. Porque conoce el peso de esta camiseta. Porque recuerda tardes gloriosas en las que el rival se ponía en ventaja y Nacional, lejos de quebrarse, reaccionaba con fuerza, con estrategia, con valentía. Hoy, en cambio, da la sensación de que todo debe salir perfecto para que el equipo funcione. Y en el fútbol de verdad, eso no alcanza.

Hay tiempo. Hay materia prima. Pero también hay urgencias. Porque los rivales están creciendo, los errores se repiten y el margen se reduce. Nacional necesita algo más que talento: necesita carácter, necesita jerarquía, necesita un libreto que funcione incluso cuando el rival no colabora. De lo contrario, la ilusión se irá desinflando partido tras partido.

Y Nacional no puede permitirse eso.

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