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·07 de julho de 2025

El dueño del récord y del alma xeneize: la historia de Roberto Mouzo

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Además de la estatua que lo homenajea en el hall de entrada de Brandsen 805, del récord absoluto de partidos jugados en la Primera División de Boca Juniors y del cariño imborrable del hincha, Roberto Mouzo tiene una marca muy poco común en el mundo del fútbol: un gol suyo fue aplaudido y festejado por la hinchada rival.

El hecho ocurrió el miércoles 6 de marzo de 1985, durante un partido entre Boca y Estudiantes de Río Cuarto por la cuarta fecha del antiguo Campeonato Nacional. Boca, que no podía jugar en la Bombonera, hizo de local en el estadio de Huracán. Para ese torneo, Mouzo ya no vestía la camiseta azul y oro. Tras desvincularse del club, aceptó una propuesta de Estudiantes, equipo cordobés que tenía como figura principal al Sapito Coleoni.


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La diferencia de jerarquía entre ambos equipos se evidenció rápido: Boca se puso 3 a 0 arriba antes de los 30 minutos de juego. En busca del descuento, Estudiantes tuvo un penal a favor. Mouzo cruzó toda la cancha desde su área, tomó la pelota y ejecutó con un remate bajo y al medio. Gol. Fue el 3 a 1 parcial, y la tribuna boquense lo celebró como si fuese propio. Era un gesto de reconocimiento a uno de los jugadores que más compromiso y entrega dejó en la historia del club.

Roberto Mouzo es, oficialmente, el futbolista que más veces vistió la camiseta de Boca en partidos oficiales: 426 encuentros. Debutó el 4 de noviembre de 1971, con apenas 18 años, y se despidió oficialmente del club el 16 de diciembre de 1984. En ese tiempo convirtió 25 goles, sufrió 5 expulsiones y conquistó 6 títulos con el club. Capitán durante varios años, fue marcador central de referencia, surgido de las divisiones inferiores.

Integró una defensa histórica junto al Tano Pernía, Pancho Sá y el Conejo Tarantini, bajo la conducción de Juan Carlos Lorenzo. Con ellos, fue parte de los grandes logros nacionales e internacionales de Boca a fines de los años setenta.

Formado en el club, Mouzo encarnaba el espíritu del hincha dentro de la cancha. Antes de cada partido, cuando la 12 saludaba al equipo, se escuchaba retumbar el “¡Mouzo, corazón!”, una consigna que reflejaba la identificación del pueblo boquense con su número 2.

Tenía una concentración y disciplina propias del fútbol europeo, combinadas con el temperamento argentino forjado en el potrero. Su remate potente lo convirtió en un ejecutor confiable de penales y tiros libres. Algunos de sus goles fueron determinantes para el equipo. En el aspecto físico, era un ejemplo: siempre entre los primeros en cada entrenamiento, sin importar si llovía o había barro. También se destacaba en el juego aéreo: la Bombonera explotaba cada vez que ganaba una pelota de cabeza en defensa.

Junto a Hugo Orlando Gatti, con quien compartió 197 partidos, fue uno de los pilares del Boca campeón de América y del mundo. Su legado no se mide solo en estadísticas, aunque los números son elocuentes. Su figura permanece como símbolo de fidelidad, carácter y entrega absoluta a los colores azul y oro.

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