La Galerna
·22 de dezembro de 2024
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Ayer se difundieron un par de fotografías donde Florentino Pérez y Claude Makélélé posaban juntos y después se abrazaban. Aunque es más probable que sucediera al revés. Seguramente el francés llegó, el presidente, con esa sonrisa pícara característica en él, le propinó un amistoso cachete en el moflete, valga la redundancia, acompañado de un comentario jocoso. Quizá entonces se abrazaron y, tras un rato de charla, alguien dijo: «posad para una foto, por favor».
Del posado, lo primero que salta a la vista son las gafas de Makélélé. Claude aparece adornado con unas antiparras que lo mismo sirven para bucear, para sintonizar Radio María o para coprotagonizar una película setentera de espías junto a Michael Caine. No es descartable que también sean aptas para ver.
Llama la atención que Claude luzca una chaqueta con tres botones, menos habituales que las de dos, mas el número tres siempre se ha relacionado con el mediocentro galo. Lo que chirría es que lleve abotonados todos. Y que Florentino no lleve abrochado ninguno, aunque tal vez se acababa de incorporar del sofá.
Cuando vimos la otra foto, la del abrazo, muchos pensaron que bien podrían habérselo dado en 2003, de manera que el centrocampista defensivo hubiese continuado como viga maestra de los Galácticos y se hubiera evitado así un derrumbe en diferido del equipo que culminó con la dimisión de Florentino en 2006. Makélélé era el trípode sobre el cual se sustentaba aquella escuadra y sin él el desequilibrio no tardó en hacerse patente.
Visto con perspectiva, Makélélé no renovó con el Madrid por un quítame allá esas pajas, y su salida siempre ha sido catalogada como un error histórico del club. Sin embargo, yo creo que la marcha de Claude fue el punto de inflexión donde comenzó a erigirse el gran Real Madrid que llevamos años disfrutando.
Si Makélélé hubiese continuado de blanco, no es descabellado suponer que el periodo dominador de los Galácticos se habría prolongado. A lo sumo dos o tres años, no más, ya que la caducidad venía impuesta por la edad de sus integrantes. El Madrid, por tanto, no habría caído en aquella espiral negativa y quizá habría obtenido algún trofeo doméstico más. Incluso otra Champions.
La marcha de Makélélé fue el punto de inflexión donde comenzó a erigirse el gran Real Madrid que llevamos años disfrutando
A consecuencia de ello, Florentino no habría recorrido el calvario que lo llevó a dimitir y, aquí viene lo importante, no habría aprendido de ese vía crucis. Un aprendizaje que se antoja capital en la manera de dirigir al club desde su regreso en 2009 y que ha tenido las consecuencias que los madridistas hemos gozado.
A menudo conseguir lo que se desea en el presente es contraproducente en el futuro, porque evita un mal necesario cuya principal consecuencia es el éxito posterior. Si Florentino y Makélélé hubiesen sellado la renovación con un abrazo en 2003, probablemente los Figo, Zidane o Raúl habrían levantado la Décima, habríamos sido muy felices un par de temporadas y ahora el club estaría en manos de algún jeque que el año pasado habría organizado en el viejo Bernabéu una celebración tan hortera como fastuosa para celebrar la Undécima.
Getty Images.