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·15 de dezembro de 2024
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Por Ignacio Osorio
Hace ya una semana dejó este mundo el reconocido médico doctor René Orozco Sepúlveda, pionero de la medicina chilena en nefrología y trasplantes de riñones, además de destacado docente y hombre insigne, en todas las dimensiones posibles, de su querida Universidad de Chile.
A los 94 años, el afamado Dr. Orozco, el último presidente de la Corfuch
—la Corporación de Fútbol de la Universidad de Chile—, falleció dejando atrás un legado que no solo puede traducirse en títulos, como el recordado y simbólico torneo nacional del año 94, encabezado por otro ídolo azul, Marcelo Salas, que pondría fin a 25 años sin glorias. Su legado también puede evidenciarse en que fue el último gran hombre de la Universidad de Chile en prácticamente cualquiera de sus dimensiones. El Dr. Orozco no solo se preocupaba de que los sueldos estuviesen al día, de qué jugadores llegaban o se iban a fin de cada torneo, o de quién sería el técnico del primer equipo. El Dr. Orozco fue y será buena parte de lo que significa ser la Universidad de Chile.
La importancia de este característico e influyente dirigente no solo era evidente en la cancha, sino también en la representación institucional, social y, podría decirse, hasta republicana de lo que significa realmente el fútbol. Su trabajo y dedicación no se reducían a un balón: también demostraban que, a través del deporte, es posible crear redes de sociabilidad, cultura, políticas y, por supuesto, deportivas. El Dr. Orozco fue el último gran dirigente que buscó no solo dejar un legado deportivo, sino también institucional, ligando de alguna forma los valores de la Casa de Estudios, su importancia y, a través de ella, contribuyendo a la construcción de una mejor República, que es rol esencial de lo que él
—de algún modo— también dirigía: la Universidad de Chile.
Nacido en 1930, no solo fue presidente de la Corfuch, también su último presidente y, probablemente, el más grande. Fue quien se preocupó, desde el fútbol, de crear una red que sirviese no solo al deporte en sí, sino también a la sociedad, haciendo honor a su crianza, educación y
vida como el gran emblema de lo que significa ser Chuncho hasta la médula. Representó lo que es llevar a la Universidad —y, por ende, el hacer República— en la sangre, contribuyendo a un mejor país a través de la felicidad de un gol o mediante la educación y su rol social con la Escuelita de Los de Abajo. Porque él era el Presidente de la Universidad de Chile, lo que significa mucho más que un club de fútbol.
Por todo eso y más, Dr. Orozco, por favor preséntese en el box de la inmortalidad, porque como usted ya no quedan más.