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La Galerna

·21 de abril de 2025

Calma y magdalenas

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En La importancia de llamarse Ernesto de Oscar Wilde, Jack reconviene a Algernon: “No me explico cómo puedes estar ahí sentado, comiendo magdalenas tranquilamente cuando nos encontramos en un lío tan terrible”. Algernon, intenta razonar: “Bueno, no puedo comer magdalenas agitado. Probablemente me mancharía los puños con mantequilla. Siempre hay que comer magdalenas con calma. Es la única manera de comerlas”. Pero Jack insiste: “Te digo que es completamente inhumano comer magdalenas en las circunstancias actuales”. Algernon defiende finalmente su apetito: “Cuando tengo algún apuro, lo único que me consuela es comer”.

El madridista es de sangre caliente. Está bien que sea así. Por eso nunca tenemos el pecho frío. Sin embargo, de la justa indignación a la injusta desesperación hay un paso estrecho, y veo a muchos entregados al innoble ejercicio de prenderle fuego a todo. Apaguen la pira. Relájense. La temporada no ha terminado. También en eso debemos mostrar que luchamos hasta el final. Sirvámonos unas malditas magdalenas.


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La eliminación de la Champions fue un palo, cierto, pero lo que me preocupa es que la indignación más salvaje estalló después de la vuelta, al ver que no había remontada. Es decir, había más enfado en el madridismo por no remontar un 3-0 que por haberlo encajado en la ida. A veces se nos olvida que para cualquier equipo ese resultado en la ida sería equivalente a una eliminatoria cerrada. Que el Madrid haga milagros a menudo no debe sacarnos de la realidad hasta el punto de considerar el milagro, algo extraordinario, como si fuera algo ordinario. La Champions se perdió en la ida, si es que podemos admitir que nuestro fútbol esta temporada era el de un equipo favorito a conquistar Europa. Y, con todo, una minúscula taza de suerte que nos fue negada —un gol tempranero, incluso un gol en su campo— habría obrado la remontada en la vuelta. Qué más da ahora.

de la justa indignación a la injusta desesperación hay un paso estrecho, y veo a muchos entregados al innoble ejercicio de prenderle fuego a todo. Apaguen la pira. Relájense. La temporada no ha terminado

Se acerca el momento de las conclusiones, pero todavía no ha llegado. Aunque culmino estas líneas a unas horas del partido contra el Athletic, la Liga está abierta, o al menos todo lo abierta que puede estar para el Real Madrid esta corruptísima competición cuyos responsables parecen haber elegido ya al ganador hace meses. La Copa está a la vuelta de la esquina y el hecho de que sea contra el equipo ungido por los dioses del Negreirato supone, no ya un aliciente, sino un imperativo blanco: después de la triste eliminación en Champions y las humillaciones en Liga, estos jugadores deben vengarse del destino ganándole la final al Barcelona, si el colegiado nos lo permite, o incluso aunque no lo permita.

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Y luego, más al fondo, vendrá el Mundial de clubs del que todavía nadie sabe qué decir, si es un trofeo interesante o si se trata de una tontería más próxima a las copitas regionales de pretemporada que a las competiciones que uno imprime en su camiseta.

A quienes tienen urgencia por cambiar de ciclo en el banquillo, les pediría también un poco de calma. En pocas semanas resolveremos las dudas sobre la presente campaña, y ojalá la despedida de Carletto no sea por inmerecidos malos resultados, sino por agotamiento de la fórmula maestra.

estos jugadores deben vengarse del destino ganándole la final al Barcelona, si el colegiado nos lo permite, o incluso aunque no lo permita

Tras la Copa y la Liga, y con independencia de ambas, sí será tiempo de reflexionar. Todos sabemos, algunos lo hemos escrito ya a comienzo de temporada, que la mayor diferencia entre el Real Madrid de la pasada campaña y el actual es que ha dejado de ser un equipo. No creo que tal cosa sea causada por una sola razón, ya sea la llegada de Mbappé, el agotamiento de Ancelotti, el adiós de Kroos y las lesiones, o el juego entre melancólico y apático de Vini. Más justo será admitir que todo ha influido y quizá sea necesario analizarlo en detalle antes de ir a lo importante, que es decidir de qué modo puede solucionarse.

Y ya estoy cayendo en lo mismo que quiero evitar. Llegará el momento de destripar la temporada. Pero ahora, a 20 de abril, no hay nada nuevo, salvo que no hemos logrado remontar un 3-0 en casa, una gesta que iba contra el fútbol y la lógica. De modo que es tiempo de relajarse, seguir apoyando a los nuestros para que ganen todo lo ganable para la sala de trofeos, abrir un gran paquete de magdalenas, y mantener la calma. El Real Madrid no debería olvidar que su papel, en este momento, es ser el Algernon de Wilde. Y seguir comiendo.

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