La Galerna
·03 de outubro de 2024
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Casi no nos acordábamos de la última vez que nuestro equipo encajó una derrota. Había que hacer memoria para encontrar el sabor de ese trago de hiel, amargo como el desconsuelo. Tuvo que venir un equipo menor a zarandearnos y explicarnos que el Madrid puede perder.
La derrota como tal no es especialmente dolorosa, pues hay tiempo de sobra para rehacerse y convertirla en anécdota. Lo que hace daño es levantar la vista, intentar vislumbrar el futuro y no ver señales que lleven al optimismo. No es preocupante que el equipo no juegue a nada, pues hemos sublimado el arte de no jugar a nada para ganarlo todo, pero hay señales preocupantes en grado sumo, al menos para quien esto escribe, por lo que se garantiza subjetividad absoluta.
No es preocupante que el equipo no juegue a nada, pues hemos sublimado el arte de no jugar a nada para ganarlo todo, pero hay señales preocupantes en grado sumo
El primer signo de inquietud es el propio Ancelotti. Algo le ocurre a Carletto, pues parece inquieto, cansado o ambas. No tengo dudas de que la percepción que tenemos de él depende de los resultados. Las victorias le otorgan una imagen de viejo zorro, un hombre tranquilo, un sabio bon vivant con un punto paternalista con los jugadores, mientras que la ausencia de triunfos lo convierte en un técnico caduco y pasado de vueltas, reservón y timorato en su gestión de los grandes nombres del vestuario. No puedo negar que mi actual percepción es esta última.
Fue Ancelotti quien mencionó el rock and roll hace relativamente poco. Me cuento entre los que interpretaron esto como un giro al juego rápido y físico, óptimo para los titanes del mediocampo madridista. Camavinga, Valverde, Bellingham y Tchouaméni galopando a campo abierto y combinando con el pie sublime de Modric y Güler, mientras que las flechas de arriba, Mbappé, Vinícius, Rodrygo o Endrick, perforan las redes contrarias. El escenario teórico era ese. En la práctica, el juego es lento, previsible, propio de alguien hastiado, ahíto de ganar.
Otra sensación que me recorre esta temporada es que todos los jugadores parecen peores de lo que realmente son. Si eso ocurre, igual es momento de empezar a mirar a quien los gestiona. Valga como muestra el cuarto de hora durante el que Julen Lopetegui entrenó al Real Madrid y el comunicado del club cuando lo destituyó, dando a entender que no eran admisibles ese juego y esos resultados cuando había no sé cuántos aspirantes al Balón de Oro en la plantilla. Empieza a resultar intolerable que unos tipos tan buenos jueguen tan mal y que la solución para los problemas sea sacar al campo a Lucas Vázquez y/o a Fran García, con todos los respetos para ambos.
Otra sensación que me recorre esta temporada es que todos los jugadores parecen peores de lo que realmente son. Si eso ocurre, igual es momento de empezar a mirar a quien los gestiona
No resulta válido el argumento de las lesiones, pues los hombres que pueblan la enfermería, quizá excepción hecha de Alaba, eran jugadores con un rol relativamente residual en el equipo. Ancelotti ha infrautilizado a Brahim Díaz, quizá no tanto como lo ha hecho con Arda Güler, pero no parece que la gestión de los recursos de la plantilla esté siendo la más acertada. El respeto a las jerarquías, que no es sino un eufemismo difícilmente distinguible del tan dañino “con todo lo que nos ha dado”, parece colisionar con el manejo del talento joven, piedra angular de la estrategia actual de fichajes del Madrid. El conservadurismo de Ancelotti, disfrazado de proteccionismo a los jugadores más jóvenes, menoscaba el valor de la plantilla, y creo que no somos pocos a los que los partidos del Real Madrid últimamente nos provocan un hastío y aburrimiento parecido al que transmite el juego del equipo, ausente de caras nuevas que puedan mover a la ilusión, al menos, hasta el minuto 75.
El disputar competiciones podridas de corrupción como las españolas tampoco ayuda nada a que los jugadores adopten una actitud combativa, las cosas como son, pero reconozcamos que una traca como la de anoche contra el Lille en una competición todo lo limpia que puede estar lo que ha pasado por las manos de la UEFA, desanima al más optimista de los aficionados.
Con un poco de suerte, y estaré encantado de que así ocurra, Carletto podrá callarme la boca, demostrándose una vez más, que no tengo ni idea de fútbol.
Getty Images.