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·03 de dezembro de 2024
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Los partidos ante Once Caldas en Manizales son altamente complejos para América de Cali, al punto que no ha ganado ninguno desde 2007. ¡Y JUGÓ 15!
Ahora, en este momento crucial de los cuadrangulares de la Liga BetPlay, la memoria del último triunfo escarlata en Manizales se convierte en inspiración. Fue en 2007, hace ya 17 años, cuando los dirigidos por el paraguayo Roberto Cabañas lograron imponerse 2-3 sobre Once Caldas en un emocionante duelo. Mauricio Mendoza, con un doblete, y Jorge Banguero, con su gol decisivo, firmaron aquella victoria que sigue siendo motivo de orgullo para los hinchas escarlatas.
Rolando Vargas; Nóndier Romero, Carlos Valdés, Andrés Felipe González, Brayan Angulo; Andrés Felipe Arboleda, Jorge Banguero, Oswaldo Mackenzie, Hárrison Otálvaro; Milton Rodríguez y Mauricio Mendoza. DT. Roberto Cabañas.
Después de ese día, la historia ha sido esquiva para el cuadro escarlata en estos duelos en el Palogrande. Son 15 visitas sin volver a saborear el triunfo. 8 empates y 7 derrotas marcan una racha que pesa, pero que también alimenta las ganas de romperla. Cada partido ha sido una batalla, pero ahora las circunstancias son distintas. El equipo necesita ganar no solo para cortar esa sequía, sino también para mantener viva su esperanza de llegar a la final de la Liga.
La relevancia de aquel triunfo en 2007 va más allá de los números. Habla de un América que, con garra y determinación, supo plantarse en una plaza complicada y salir victorioso. Esa misma actitud es la que se espera hoy, en un contexto diferente, pero con la misma necesidad de creer y luchar. Los nombres han cambiado, pero el espíritu de lucha debe ser el mismo.
Ahora América vuelve a Manizales con la misión de rescribir su historia reciente en Palogrande. La posibilidad de clasificar a la final está sobre la mesa, pero requiere valentía, precisión y, sobre todo, la mentalidad ganadora que los llevó a aquel triunfo hace 17 años. Es momento de que el equipo retome esa esencia y dé un golpe de autoridad, mostrando que los escarlatas nunca dejan de soñar ni de pelear.