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La Galerna

·20 de janeiro de 2025

300.000 bien valen una misa

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“Paris bien vale una misa”, dicen que afirmó Enrique de Navarra, pretendiente hugonote al trono francés, cuando se vio en la posibilidad de convertirse al catolicismo para reinar al pueblo galo. Ayer, en Chamartín, vimos el arbitraje de Alejandro Quintero González, andaluz de Huelva (buen jamón), medio paisano mío, recién ascendido a la máxima categoría del trencillismo patrio y que esta temporada se va a embolsar, euro arriba, euro abajo, unos 300.000 de vellón en su buchaca.

Pues sí, el bueno de Alejandro debe estar muy agradecido al jeferío arbitral por su ascenso, por salir en la tele cada domingo, por pitar en los mejores campos de España y, cómo no, por conseguir esa cantidad de dinero al año para dar de comer a sus churumbeles, en el caso de que los tenga, o para disfrutar de la vida, que son cuatro días.


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Todo lo que haga en el campo de juego va a ser escrutado con la lupa de nuestro paisano Medina Cantalejo y por el catalejo de Clos Gómez, para ver si este curso pasa de meritorio a fijo o, sin embargo, vuelve a las procelosas simas de la Segunda División, donde solamente se llevaría a su casa unos 100.000 machacantes entre chapa y pintura. Porque hay que entender que pasar de ganar 100.000 a 300.000 es un salto de calidad en la vida de cualquiera, un salto que te permite acabar con la hipoteca, cambiar de coche y contratar unas buenas vacaciones casi donde quieras, amén de que no falte el surtido de ibéricos en la mesa familiar y un buen cordero lechal los domingos que no curres.

Sólo así, entendiendo el lado humano del asunto, se puede entender que anulara el gol que marcó Mbappé ayer en el Bernabéu. Sólo haciendo un ejercicio de empatía con Alejandro se puede entender que, una vez llamado por el VAR, apreciara que el francés quisiera intervenir en la jugada. Ya no entro en que si era o no fuera de juego su posición, que si el frame este o el frame aquel. Simplemente digo que, si le llamaron, era para que lo anulara, que no se podía consentir un hat-trick del astro galo en el primer tiempo y con proyección de meter seis, porque el chico estaba en vena.

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Pues nada, miro la pantalla, miro otra vez la pantalla, vuelvo a mirar y ¡ea!, que influyó en la acción. Hala, asunto liquidado, problema terminado, contentos los de arriba y sigo con el camino de la consolidación de los 300.000. Porque, amigos, uno que siempre ha querido comprobar si el dinero verdaderamente da la felicidad, cosa que aún no ha podido hacer con todo el dolor de mi corazón, entiende que, si te pagan 300.000 al año por hacer lo que te gusta, cómo gaitas pretende nadie que hagas alguna acción u omisión que ponga en peligro tamaño emolumento. Imposible. Pero imposible de toda imposibilidad.

Quintero, Alejandro, supongo que Álex para los amigos, ayer estaba cuidando su cuenta corriente en vez de arbitrar un partido de fútbol. Toda acción dudosa, tiraba para el lado canario, su actuación fue, como siempre, tendenciosamente preparada para perjudicar a los de blanco. Hasta le tuvieron que llamar desde el VAR para que sancionara con tarjeta roja la patada de kung-fu que recibió Lucas Vázquez, comparable con aquella que sufrió Xabi Alonso en la final de nuestro mundial por aquel holandés volador. Te entiendo, Alejandro, entiendo que anularas el gol, entiendo que anularas tres goles al Real Madrid ayer, entiendo que, supongo, tendrás familia a la que mantener bien y niños a los que llevar a un buen colegio de pago. Te entiendo, Alejandro, de verdad. 300.000 bien valen una misa, desde luego…

Quintero González ayer estaba cuidando su cuenta corriente en vez de arbitrar un partido de fútbol

Pero antes de todo esto, nuestro querido Cholo. He dudado en titular el artículo con la referencia al árbitro o con un “suave, que me estás matando”, en referencia al gran bolero del grupo Los Panchos cuando dicen que “eres como una espinita que se me ha clavado en el corazón”. Sí, el Real Madrid es una espinita, bueno, una corona de espinas para el Cholo Simeone, que, en parte para contentar a sus pacíficos amigos del FA, en parte para intentar sacarse sus propias espinas, aprovecha cualquier ocasión para esparcir el relato de que el Real Madrid es el gran beneficiado por el arbitraje español. Hasta en una emisora de ámbito nacional, el propio sábado por la noche, abrió el programa diciéndole que ya huele tanta tontería y tanto complejo. Pero, queridos galernautas, voy a hacer un pequeño relato fáctico de por dónde van los tiros del amigo contra nuestro glorioso club.

Allá por los años noventa del siglo pasado, el Real Madrid estaba queriendo fichar a un medio centro para llevar la nave blanca. El caso es que empezó a sonar el nombre de Simeone, centrocampista de brega que, entonces, estaba jugando y despuntando en el Sevilla. Pues nada, aprovechando la clarita, el bueno del Cholo se descolgó con unas declaraciones en las que decía claramente que prefería el blanco madridista a cualquier otro club.

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Lo malo para él y lo bueno para el Madrid es que el club blanco se decantó por Fernando Redondo, estrella de aquel infausto Tenerife de las dos ligas robadas por el incipiente negireirismo. Efectivamente, Redondo nos dio noches de gloria, dos Copas de Europa y se fue por la puerta grande dejando el poso de haber sido uno de los mejores centrocampistas de la historia blanca. El Cholo, mientras tanto, fichaba por el At. Madrid, pasaba sin pena ni gloria (salvo la pierna del pobre Julen Guerrero) por el fútbol nacional para terminar sus días en el Nápoles, haciendo gala de su exquisita educación cuando enseñó ostentóreamente (Jesús Gil dixit) sus atributos masculinos al equipo contrario en un partido.

Después de esa espina, llegó la espina de Lisboa, donde, en un partido en el que el Real Madrid pudo y debió finiquitar en el tiempo reglamentario, llegó el famoso 92’48, donde la cabeza de Sergio Ramos mandó el partido la prórroga, donde el Madrid fue un vendaval y los del río se llevaron cuatro, pasando por un episodio de deportividad extrema del amigo Simeone con un bisoño Varane, que estaba hasta las narices de las pérdidas de tiempo del ”canchero” argentino (porque lo que es una trampa cuando lo hacen algunos, es un ejemplo de “cancherismo” cuando lo hace el Cholo).

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Y, para terminar el espinismo del bonaerense, llegó Milán, partido en el que, si hubiera tenido un mínimo de ambición, nos hubieran pasado por encima en la prórroga porque estábamos muertos y con medio equipo lesionado pero, como el chico es como es, lo dejó todo a la suerte de los penaltis, donde se llevó el “palo” más grande de su carrera, para nuestra felicidad en aquella noche lluviosa madrileña de San Siro (sí, porque aquí cayó la mundial, que conste). Pues eso, queridos amigos lectores, como dijo Carlo Ancelotti, el Cholo tiene muchas espinas que sacarse con el Real Madrid pero, la primera, la que más le duele, es que el club no quiso colmar su verdadero sueño, que era vestir de blanco. Pena.

El partido de ayer, donde Dani Ceballos alcanzó su victoria nº 100 en competición española con el Real Madrid y Rüdiger jugó su partido también nº 100 de competición española de blanco, fue, salvo la carajal inicial, un bálsamo de juego, ocasiones y goles que le venía muy bien all equipo y a la afición después del desastre arábigo y que ha servido para ponernos en lo más alto de la tabla. Qué cosas, con el equipo destruido, el cuerpo técnico caduco que ni entrena ni trabaja, con alineaciones arbitrarias y nada meritocráticas, con una directiva caduca y sin planificación deportiva, tiene a dos puntos al mejor At. Madrid de la historia, que ha encadenado 15 victorias seguidas, y a 7 al Código Penal andante del bueno de Flick, que sigue protestando por los arbitrajes. Normal, después de lo que le han debido contar, no entiende que esto no sea un paseo militar para ellos.

Ahora llega la Copa de Europa, el miércoles en casa hay que ganar y, a ser posible, ganar bien, que hace falta para ver si suena la flauta de entrar entre los ocho primeros de la tabla. Como dice mi amigo Javi, les dejo con su frase. Ser del Real Madrid es lo mejor que una persona puede ser en esta vida… ¡Hala Madrid!

Getty Images.

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