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La Colina de Nervión

·12 maggio 2025

Se acabó

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Yo no sé si el Sevilla Fútbol Club acabará descendiendo —deseo con fervor que no—, pero lo que sí se ha acabado es la paciencia del sevillismo. No hay, en estas horas tristes y oscuras en que escribo, una sola sevillista, un solo sevillista, que sostenga a esta diligencia de ineptos. Sabíamos que, después de tanta gloria, quedaba un periodo de serena indolencia ante la victoria; lo asumíamos como quien acepta, incluso busca, el ayuno después de los excesos. Pero esta cadena de tropelías que han llegado después de la conquista de la séptima Europa League ha desbordado nuestra indignación y superado la peor de las amarguras.

Caparrós no solo no tiene ninguna culpa, sino que se ha ofrecido generoso en el altar de los sacrificios. La destitución de García Pimienta fue un error, por más que hubiese tocado techo. Era enviar un mensaje perverso a los jugadores, que ridiculizaba la inopinada renovación tras las primeras jornadas de liga. El relevo en el banquillo del Sevilla Fútbol Club fue motivado por el miedo a la grada que, con más o menos sentido de la oportunidad, ya percibía la manifiesta incompetencia de una directiva que anunciaba la vuelta a los orígenes gloriosos mientras nos conducía al más angustioso de los finales.


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Hoy no puedo hablar de fútbol, de los errores groseros de un Sevilla Fútbol Club que ha tenido que dormir en la ciudad deportiva por motivos de seguridad, de unos jugadores asustados y nerviosos. Cuando todos fallan, es que en realidad el que falla es el todo. Y ese “todo” es el club. El miedo al asalto de los bárbaros del norte, léase 777 y Benavente, nos paralizó de tal modo que, como decía el historiador romano Ammianus Marcellinus: «Los bárbaros vencían más por el miedo que inspiraban que por el combate», y mientras, los verdaderos bárbaros ya estaban dentro.

Como en aquel 5 de agosto de 1995, el sevillismo tiene que dar un paso al frente y tomar las riendas del todo. Ante los canarios jugaremos nosotros, jugará el escudo, y ese es indómito, desagradable y, finalmente, victorioso. Cuando termine esta sinrazón —termine como termine—, el sevillismo debe construir una nueva mayoría que gobierne el Sevilla Fútbol Club. Pero eso sí: nunca olvidaremos a los que son responsables, en estos tres últimos años, de tanta tristeza y calamidad. Seremos el grito que susurra en la peor de sus pesadillas.


“Siempre es preferible un final terrible que  un terror sin fin.” (K. Marx)

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