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·29 ottobre 2024

Raúl, 30 años de la irrupción de un mito

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‘Bebé a bordo’, titulaba el diario Marca en portada. En la foto, un adolescente de 17 años se despedía de sus padres con un beso. No se iba de Erasmus, ni siquiera de excursión. Se iba a jugar con el Real Madrid un partido de Primera División.

Se lo había comunicado horas antes el entrenador del primer equipo, Jorge Valdano. “Mañana juegas en Zaragoza. Te lo digo ya para que no te desmayes”.


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¿Desmayarse? Valdano aún no conocía del todo a Raúl González Blanco. Era joven, pero tenía el cuajo de un veterano y la sabiduría que solo concede el barrio. En su mirada se adivinaba una ambición descomunal.

En realidad, su debut en Primera se produjo por pura necesidad. Casi por accidente, como suelen surgir los grandes descubrimientos. El Madrid andaba corto de delanteros y tenía que jugar un amistoso intersemanal ante el Kaiserslautern.

Sin Zamorano ni Butragueño, Valdano probó a ese chaval que venía de jugar en el equipo de Tercera División. Al volver de ese amistoso, Raúl ya era titular en el Real Madrid, aunque él aún no lo sabía.

Raúl iba a debutar en Primera. Se lo había comunicado horas antes el entrenador del primer equipo, Jorge Valdano. “Mañana juegas en Zaragoza. Te lo digo ya para que no te desmayes”

Dolor y gloria

Cuando lo supo, no le tembló el pulso. Jugó en Zaragoza. Regaló un gol a Zamorano, pero falló goles que parecían cantados. Y además, el Real Madrid perdió 3-2. Solo los más lúcidos, los que saben leer los detalles y mirar a largo plazo, se dieron cuenta de que habían asistido al nacimiento de un jugador diferente.

Lo escribió Santiago Segurola con lucidez: “Los mezquinos y los que leen los datos del ordenador para medir los méritos de los jugadores dirán que Raúl jugó un partido defectuoso. En realidad, ocurrió todo lo contrario. Desde ayer se sabe que Raúl es un talento máximo, un futbolista lleno de destreza e intuición. Algunas de sus acciones tuvieron el aspecto que distingue a los jugadores diferentes, los que se adelantan un metro y un segundo a la normalidad. Cada una de sus jugadas […] tuvo el sello de los futbolistas especiales”.

Hubo quien lo vivió más de cerca, como Andoni Cedrún, portero del Zaragoza aquella noche de hace 30 años.“Raúl estaba un paso por delante: se notaba que tenía un gran futuro por delante. Debutó y marcó las diferencias. Ganamos ese partido y Raúl falló todas las ocasiones que tuvo. Dio igual. Todos nos dimos cuenta de qué clase de jugador era. Nos volvió locos. Nos dio el partido”.

El resto es historia: una semana después, Raúl volvió a ser titular. Valdano se empeñó: frente a las críticas, defendió su apuesta. Lo hizo jugar ante el Atlético de Madrid (un partido especialmente simbólico para el chaval, porque se había formado en la cantera ‘colchonera’ antes de que Gil la liquidase casi de un día para otro). Y en el derbi, Raúl marcó su primer gol como jugador de Primera División. A lo largo de los años, firmaría 322 goles más.

Regaló un gol a Zamorano, pero falló goles que parecían cantados. Y además, el Real Madrid perdió 3-2. Solo los más lúcidos se dieron cuenta de que habían asistido al nacimiento de un jugador diferente

“Te llevo a casa”

Raúl ascendió a la titularidad al mismo tiempo que Emilio Butragueño daba pasos al costado. Fue un relevo natural: del ídolo que se despide discretamente al que acaba de llegar y sabe que algún día igualará esas cifras, ese cariño, esa relevancia.

Esa misma temporada, cuando Raúl ya formaba parte del paisaje habitual del primer equipo, el Real Madrid reconquistó la Liga. Era un reto histórico para el club, que se había propuesto contrarrestar la hegemonía del ‘Dream Team‘ de Cruyff y sus cuatro títulos consecutivos.

En las celebraciones de esa Liga, después de subirse a la Cibeles, Rafa Alkorta se dirigió a Raúl. “Venga, chaval, te llevo a casa”.

Y condujo su coche hacia el sur de Madrid, con Raúl en el asiento del copiloto. A medida que se adentraba en el distrito de Villaverde, Alkorta alucinaba. Las carreteras empezaban a convertirse en caminos con baches. Aquello era Madrid, pero no era Madrid.

Cuando el coche llegó a la Colonia Marconi, donde vivía Raúl, Alkorta no pudo evitar preguntarle. “¿En serio vives aquí?”.

Raúl ascendió a la titularidad al mismo tiempo que Butragueño daba pasos al costado. Fue un relevo natural: del ídolo que se despide al que acaba de llegar y sabe que algún día igualará esas cifras

Un lugar para la leyenda

Han pasado 30 años desde su debut en Primera. Da un poco de vértigo comprobar ahora, con la perspectiva del tiempo, que Raúl emergió hacia la gloria en el mismo año en el que fallecieron dos ídolos que marcaron a toda una generación. En abril de 1994 murió Kurt Cobain, mito del ‘grunge’. Y un mes después, Ayrton Senna, quizá el piloto más carismático de la historia de la Fórmula 1.

Ahora, 30 años después, es lícito preguntarse en qué se ha convertido su figura. Raúl lleva seis temporadas como entrenador del filial del Real Madrid. Ya no cumplirá una séptima porque abandonará el cargo a final de curso.

Nadie lo apunta como posible entrenador del primer equipo, ni siquiera en un futuro lejano. Su destino es una incógnita: da la sensación de que el club no sabe cómo capitalizar su enorme legado como jugador. Y que el propio Raúl sigue buscando su sitio en el mundo del fútbol.

Quedan sus goles, sus celebraciones, sus títulos. La leyenda sigue ahí. Pero el tiempo pasa, y pronto habrá una generación de futboleros que nunca lo vio jugar. Y entonces habrá que contar batallitas, relatar goles, recordar momentos.

Ante todo, habrá que mantener la leyenda, y encontrarle un hueco en la historia.

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