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·6 luglio 2024

La mejor batuta: Claude Makélélé

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Claude Makélélé, martillo percutor del Madrid Galáctico

Esa apuesta, como cualquier apuesta, era una bola caprichosa que saltaba como una peonza sin control sobre una rueda nacarada. Un "todo al blanco" que atrapó la atención de un mundo del fútbol que contenía la respiración. Aquel Madrid de los Galácticos cegaba como el reflejo de una plancha de aluminio bajo un sol impenitente. Muchos años después llegaron los dólares sucios de petróleo y ese escenario, ese acopio de cromos para soñar se vulgarizó.

Pero estamos en un Madrid que estrena el nuevo siglo, en el que un empresario sin vértigo desafía al miedo y la salud buscando un golpe de efecto audaz. La crisis económica aprieta y araña el cuello como una soga de esparto sin marcha atrás. Una huida hacia adelante, la única opción factible, separa al club, como una ruleta rusa, de la gloria o del pozo negro de la historia y aún es pronto para saberlo. Florentino tiene el maletín nuclear y no teme pulsar el botón:  Luís Figo (2000), Zinedine Zidane (2001), Ronaldo (2002) y David Beckham (2003) visten de blanco ante el asombro y la duda del mundo. Sin tomar aliento, el madridismo ve cómo sus fantasías toman cuerpo. Solo resta lo más difícil, gestionar el éxito.


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¿Qué ocurriría si uniéramos todos nuestros sueños imposibles, todas las fantasías tan lejos del alcance de nuestra mano, en un maravilloso instante? El reto, como la ensoñación de un coleccionista que contempla frente a sí su propio Caravaggio mientras apura una copa de Yamazaki, era un territorio hasta ese momento inexplorado.

Pero todo sueño tiene su sala de máquinas, una planta motriz saturada de compresores y llaves, porque la grasa del Lamborghini también mancha. Ese Real Madrid Galáctico, inacabado, de una estética erótica, tan erótica y plástica como la Victoria de Samotracia, necesitaba declarar su amor al fútbol también destruyendo, como la anarquía que precede al silencio.

Que el fútbol hoy no se entienda sin el mediocentro defensivo se lo debemos en gran medida a Makélélé

Entonces apareció él, Claude Makélélé, el perfecto escudero, el fontanero de ese Madrid impoluto. Un zaireño con pasaporte francés que llegó al Real Madrid como el "stopper" que aportase el equilibrio defensivo que no se esperaba de las estrellas. Era la venda antes de la herida que permitiera a los Traveling Wilburys del fútbol brillar bajo los focos. Puntual en el corte y los apoyos, su juego de pies y fortaleza física, no exenta de técnica, aportaron el contrapeso perfecto. Porque una banda solo suena bien si tiene un buen baterista, Claude se desenvolvía perfectamente entre los pliegues del tapiz de billar cuyas carambolas proponían otros.

Obturar y percutir y volver a obturar, con cualquiera de sus piernas. Claude creo escuela y su propio reino desarrollando la figura del mediocentro defensivo, un rol nuevo para un nuevo fútbol. Su influencia en el juego moderno es, en consecuencia, innegable, creando una nueva necesidad. Que el fútbol hoy no se entienda sin el mediocentro defensivo se lo debemos en gran medida a Claude.

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La de Claude y el Real Madrid fue una historia breve no obstante. Solo supimos cuánto lo necesitábamos cuando ya no lo tuvimos, momento en el que buscamos otro amor en barras de bar equivocadas. Porque tras su marcha fueron muchos los intentos de encontrarle un sustituto que nos hiciera olvidarle (Gravesen, Borja, Lass Diarra, Pablo García...) hasta descubrir con dolor que hay piezas que no tienen repuesto. Asumimos entonces que había sido un Arcano Mayor de esa baraja de estrellas. Tan solo con la llegada de Casemiro, muchos años después, respiramos aliviados.

Solo supimos cuánto lo necesitábamos cuando ya no lo tuvimos, momento en el que buscamos otro amor en barras de bar equivocadas

Cuando veo a Kanté devorar kilómetros como una amante melancólica pienso en Claude, sabedor de que nadie lo hacía como él, de que con Claude hubo días de leche y miel en los que no cundía el pánico tras pérdida. Porque Claude era el galáctico con mono de faena que nos hizo suspirar, la viga madre que sostenía aquel maravilloso parque de atracciones de arquitectura tan efímera como preciosista que era el Madrid Galáctico.

Pero un día, como el heraldo de un tiempo nuevo, llegó Abramovich con un proyecto tan etéreo como el gas que lo sostuvo y lo vistió de azul. Cuando el Madrid no pagaba con gloria, Claude se nos fue de entre los dedos iniciando un luto tan riguroso como duradero. Adiós carnaval.

Getty Images.

Entregas anteriores del serial:

  • La mejor batuta: Fernando Redondo
  • La mejor batuta: Xabi Alonso
  • La mejor batuta: Milan Jankovic
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