
La Galerna
·15 giugno 2025
Inter Miami CF, 0 - Al Ahly, 0: Las Chicas de Oro y el delfín más triste del mundo

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·15 giugno 2025
Poco antes del comienzo del Mundial de Clubes fui convocado a la sede de la redacción de La Galerna. Don Frank, el redactor jefe, es un señor con bigote, camisa de rayas, tirantes a lo Manuel Fraga y el pelo cortado a cepillo. Siempre con un puro a medio fumar encajado en la comisura del labio. Sobre la mesa, llena de papeles, tiene varias colillas de puros aplastadas contra el envoltorio de un sándwich de atún a medio comer. A don Frank se lo va a llevar puesto el colesterol.
Es don Frank un redactor jefe de la antigua escuela periodística, siempre a la caza de la noticia. Lleva tiempo investigando el asunto Barça-Negreira y en su despacho tiene una corchera enorme llena de fotos unidas por hilos rojos. Por el momento ha llegado a la conclusión de que Jan Laporta y Peter Parker son la misma persona, porque nunca se les ve juntos; así que pasa horas gritándole por teléfono a sus redactores para que le consigan fotos de Laporta vestido de Spiderman. Que imagino que será como contemplar un melocotón metido en un calcetín.
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Don Frank me pidió en nombre de La Galerna que cubriera como corresponsal el Mundial de Clubes. Basó su petición en mi experiencia previa como cronista del LAFC durante la primera (y única) temporada de Gareth Bale como jugador de dicho equipo. También en mi profundo conocimiento de la idiosincrasia y cultura estadounidenses, basado en la cantidad de veces que he visto “Los Goonies”. Al menos cuatro.
Ser enviado especial me hace mucha ilusión y, por supuesto, accedí de inmediato. Dije que estaría encantado de seguir los partidos del Real Madrid durante su aventura mundialista. A don Frank le entró la risa floja y me sacó de mi error: no pensaba ni por asomo poner las crónicas de los partidos del Madrid en manos de alguien que cree que un medio centro es la mitad de un centro entero. En La Galerna pensaron que mi nivel de conocimientos futbolísticos era el adecuado para el partido inaugural de la competición.
Don Frank me pidió en nombre de La Galerna que cubriera como corresponsal el Mundial de Clubes. Entre otros motivos, Basó su petición en la cantidad de veces que he visto “Los Goonies”. Al menos cuatro.
Me pareció un honor indescriptible hasta que descubrí que era el encuentro entre el Inter de Miami y el Al Ahly, y entonces se me ocurrieron muchas formas de describirlo.
—Bueno, vale, pero me daréis para los viajes en avión —solicité.
—Por supuesto —respondió don Frank, y me entregó una almohadilla hinchable para las cervicales.
Poco después, me dirigí hacia el aeropuerto de Barajas con el mismo espíritu con el que Agustín de Foxá aceptó su nombramiento como cónsul en Tegucigalpa: “sin instrucciones concretas, sin idea de la misión que debo realizar y sin estar muy seguro de cómo llegaré a un lugar cuya localización geográfica desconozco, parto hacia mi destino en donde quedaré como siempre a las órdenes de vuecencia.”
Mi destino en este caso era el Hard Rock Stadium de Miami, Florida.
En Florida, como en el resto del mundo, estamos a mediados de junio. La temperatura media es de 30 grados. Con una humedad ambiente del 80%, paseas por la ciudad con la perenne sensación de llevar puesta la ropa que acabas de sacar de la lavadora. Para los que venimos de tierras de secano, Florida en junio es lo más parecido que existe al infierno.
En esta ciudad se enfrentaron el Inter de Miami y el Al Ahly de El Cairo. El Miami pertenece a David Beckham. Sir David Beckham, que ahora es caballero. De modo que hombres al servicio de un noble inglés se batieron contra un montón de egipcios, en una especie de reedición de la Novena Cruzada contra los mamelucos. En el partido de ayer no hubo mamelucos, pero sí jugaban Luis Suárez y Sergi Busquets, que viene a ser algo parecido.
Ver un partido del Inter de Miami es como asistir a un Classic Match del Fútbol Club Barcelona. Allí juegan Messi, Luis Suárez, Rakitic, Jordi Alba, Busquets y, para rizar el rizo, el entrenador es Mascherano. Para que luego digan que el Barça no juega en el Mundial. Por supuesto, en una tesitura semejante, cualquier madridista va con el Al Ahly, que es como una versión egipcia del Real Madrid: club centenario y el más laureado de su continente.
El partido, queda dicho, se jugó en Miami, ciudad donde vivían las simpáticas Chicas de Oro de aquella mítica serie de los ochenta. Las gentes de Florida observan grandes paralelismos entre Las Chicas de Oro y la plantilla del Inter Miami, compuesta de viejas glorias, viudas o divorciadas del fútbol de élite, que se han reunido para vivir juntas cómicas aventuras en el Estado Soleado. Con Luis Suárez haciendo de Blanche Devereaux, la coqueta devora hombres del trío, Jordi Alba como la pánfila Rose Nylund y Leo Messi en plan Dorothy Zbornak en la medida en que a ambos les sientan igual de mal los vestidos de lentejuelas con hombreras. Junto a ellos se encuentra Mascherano en modo Sofía Petrillo, recordando su juventud, no en la Sicilia de la mafia, sino en el Barça del negreirato.
El encuentro se llevó a cabo en el Hard Rock Stadium. Cuando no hay fútbol, suele ser el campo donde los Dolphins de Miami juegan sus partidos de la NFL. Tal vez eso explique por qué en las gradas gran parte del público llevaba camisetas de ese equipo. Cabe la posibilidad de que los fans de los Dolphins les confundiera el aspecto de cetáceo de Sergi Busquets, cuyo aspecto general es como el de un delfín superando su tercer divorcio.
El Miami cuenta con dos equipaciones: una color rosa algodón de azúcar y otra azul querubín. Su uniforme parece el de la selección nacional de los Pin y Pon. Ayer jugaron de rosa, es decir, de Pin (o de Pon, nunca tuve claro quién era quién). Los egipcios, color rojo faraónico. El rojo y el rosa son combinación muy ochentera, pero poco elegante. “Rojo y rosa, mala cosa”, decía Coco Channel cuando iba atascada de vino de Burdeos. Aquello ya era una señal de que no sería un buen partido.
Las gentes de Florida observan grandes paralelismos entre Las Chicas de Oro y la plantilla del Inter Miami, compuesta de viejas glorias, viudas o divorciadas del fútbol de élite, que se han reunido para vivir juntas cómicas aventuras en el Estado Soleado
Reconozco que no vi la primera mitad. Aturdido por el largo vuelo transoceánico, al tomar mi taxi en el aeropuerto musité “Hard Rock Stadium”, pero no se me entendió bien y el taxista me dejó en el restaurante Hard Rock de Little Havana, donde se celebraba un concurso de dobles de Gloria Estefan. Resultó más reñido que el partido inaugural del Mundial de Clubes. La ganadora fue la propia Gloria Estefan. Quedó segunda una simpática drag queen negra de Alabama, que tuvo a bien llevarme al auténtico Hard Rock Stadium para que pudiera llegar al final del encuentro.
Atravesar Miami a trescientas millas por hora en una ranchera del 85 conducida por una drag queen de Alabama con peluca y tacones de plataforma, resultó también mucho más emocionante que el partido entre el Inter Miami y el Al Ahly. Cuando llegué, el marcador seguía 0-0.
La segunda parte del encuentro sirvió para dispar cualquier duda sobre el merecimiento del Miami para participar en este torneo: es esencialmente nulo. El equipo de Mascherano juega al fútbol con la garra y la bravura de un paso de Semana Santa, mientras que en el Al Ahly da la impresión de que alinean defensas solo porque lo exige el reglamento. Que Anubis me perdone, pero habría sido más útil para el equipo cairota convocar a las momias de Ramés, Seti I y Seti II para bloquear a Leo Messi que la manga de paquetes que se encargaron de tal labor durante partido.
En resumen: 0-0 en el marcador. Pero el público se fue contento a casa: bebieron mucha cerveza, no vieron a los Dolphins, pero sí a Jordi Alba haciendo de Flipper; disfrutaron de un inesperado “revival” de Las Chicas de Oro y Luis Suárez no se comió a nadie. En fin, una tarde para el recuerdo. Como comienzo de mi corresponsalía virtual en EE. UU., no estuvo mal del todo.
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