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·28 settembre 2024

Gareth Frank Vinícius Jr.

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John Waters aconseja que si vas a casa de alguien y ves que no tiene libros, no te lo folles. Se trata a mi juicio de una norma muy sabia. Ciertamente, la cantidad de literatura que uno guarda en sus baldas no tiene por qué estar relacionada con su vigor sexual. Pero dese usted cuenta de que una persona que no tiene libros en su vivienda habitual puede que sea un convicto, algún tipo de plantígrado que vive en una cueva o Pau Cubarsí; así que usted verá lo que hace.

Los pequeños detalles son importantes para saber de qué pie cojea el prójimo. El rey Jorge VI de Inglaterra consideraba que un hombre que no tenía plusfours era un hombre sin educación. Un plusfour es un pantalón que la nobleza inglesa se ponía para cazar urogallos, una prenda que, por diferentes motivos, nunca veremos lucir al actual presidente del Getafe CF. Y, sin salir de Inglaterra, hay quien cree que puede identificarse en cuál de las tres elitistas public schools británicas ha estudiado un caballero mediante un método muy sencillo: “Un alumno de Eton, uno de Harrow y uno de Winchester están de pie de una fiesta. El de Eton pide una silla para su novia, el de Winchester la alcanza y el de Harrow se sienta en ella.” Cambien a “Eton” por el Manchester City, el PSG o cualquier otro club estado de moda en Europa; a “Winchester” por Aleksander Ceferin y a “Harrow” por el Real Madrid y tienen por el mismo precio una bonita metáfora de lo que ha venido siendo la Champions League en los últimos años.


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A mí el fútbol me ha sido muy útil en lo que a juzgar personas se refiere. En tiempos de la BBC (la del Real Madrid, no la británica), Gareth Bale era mi detector particular de madridistas aconsejables. Tengo comprobado que frases como “Bale no habla español”, “Bale se ríe del madridismo”, “Bale es un marciano” y variantes similares corresponden a gentes que no me gustaría tener de yernos o nueras. Gentes que, con toda probabilidad, no viajan llevando un “plusfour” en la maleta, y que en una fiesta con alumnos de Eton, Harrow y Winchester pasan de traerle una silla a nadie porque están agazapados en una esquina escuchando “El Partidazo” de la cadena Cope y comiéndose todo el salmón ahumado.

Sin embargo, un madridista que defendía a Bale en los años más duros, siempre me ha demostrado con el tiempo ser persona inteligente, leal y, sobre todo, con el valor necesario para nadar a contracorriente defendiendo una causa justa.  Buenas personas todas ellas. Los Emile Zolá del madridismo.

Ignoro si a mí me adornan esas virtudes, pero, por si no se habían dado cuenta, el que aquí suscribe era y sigue siendo bastante garethista. Me lo pasé muy bien en aquellos tiempos defendiendo al galés volador de la Jauría de la Media Neurona. Era, además, bastante sencillo porque para defender una verdad basta con repetirla. No hay que hacer los agotadores malabarismos mentales que se necesitan para justificar el odio y el prejuicio.

Por aquel entonces ya se apreciaba un tufillo xenófobo en las críticas a Bale. El galés era un indeseable porque “no hablaba español”, y, no contento con despreciar la lengua del imperio, ocupaba injustamente el puesto de un Jesé, un Isco, un Asensio o cualquier otro macho ibérico cien por cien español que pasara por ahí

Se marchó Bale del Real Madrid y quiero pensar que el tiempo nos da poco a poco la razón a quienes estuvimos siempre del lado bueno del relato. Era cuestión de tiempo, no obstante, que los mismos lo acosaban entonces se buscaran ahora una presa nueva. El problema nunca fue Gareth Bale. Por eso quienes lo defendíamos nos dejábamos la piel en ello. No defendíamos al jugador (aunque lo merecía por sus muchas virtudes) sino un concepto que era justo. Las motivaciones del acoso a Gareth Bale eran tan burdas que solo aquel que quisiera permanecer ciego podía no darse cuenta de todo lo que había detrás. Luchar contra eso era imperativo, porque sabíamos que si se perdía esa batalla, Bale no sería el último en caer en aquella trituradora de reputaciones. Defendíamos un principio, no solo a un jugador. Un principio muy básico: el Real Madrid no abandona a los suyos en las fauces de la prensa. A mí me enseñaron que el señorío era eso.

Por aquel entonces ya se apreciaba un tufillo xenófobo en las críticas a Bale. El galés era un indeseable porque “no hablaba español”, y, no contento con despreciar la lengua del imperio, ocupaba injustamente el puesto de un Jesé, un Isco, un Asensio o cualquier otro macho ibérico cien por cien español que pasara por ahí. Uno de los motivos por los que Bale suscitaba tanto odio entre las emisoras de radio con olor a Ducados y whiskazo barato era por el simple hecho de ser extranjero.

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Aquellos críticos podían disimular su racismo —o eso pensaban ellos— porque el tono de piel del buen Gareth es más bien tirando a clara de huevo, pero ahora, con Vinícius Jr. lo tienen más complicado. A mí, sinceramente, me sorprende poco la miseria racista que las cloacas de siempre están escupiendo gracias a Vini. Ya apestaba en tiempos de Gareth Bale. A los de la cofradía del Nuevo Peronismo (“yo no soy racista, pero…”) los garethistas les teníamos calados desde hace tiempo. Y les estábamos esperando, porque les tenemos muchas ganas.

Al igual que Gareth Bale era un buen detector de madridistas decentes, todo lo que rodea a Vinícius Jr. se ha convertido en una infalible vara de medir imbéciles. A Paco Roig, el directivo futbolístico conocido en tiempos como Al Pacone, en un reciente alarde de arqueología periodística lo han extraído de su pozo de brea, le han quitado el polvo y le han puesto un micrófono delante. Es normal que cuando se le concede la palabra a un dinosaurio este solo emita juicios primitivos. De modo que Al Pacone dice cosas como que el Real Madrid debería ser conocido como el Real Inmigrantes y que, por supuesto, Vinícius provoca. El suyo es un racismo neolítico que no supone riesgo en la medida en que se le ve venir de lejos. Al Pacone distingue a los inmigrantes porque son todos negros, de igual modo que podría distinguir a los hombres homosexuales porque todos usan desodorante, yo qué sé. En cualquier caso, la bastedad de su visión del mundo, como él mismo, está condenada de fosilizarse y convertirse en pieza de museo.

Al igual que Gareth Bale era un buen detector de madridistas decentes, todo lo que rodea a Vinícius Jr. se ha convertido en una infalible vara de medir imbéciles

Hay otras formas de racismo, más sibilinas y peligrosas, que se ocultan detrás de una conjunción adversativa. “Yo no soy racista, pero… a los demás negros no les insultan en los partidos”, por ejemplo. Falacia absurda en la medida en que es falso que los únicos incidentes racistas de La Liga los protagonice Vinícius; y perversa en cuanto que resucita el superado y nauseabundo arquetipo del “negrito bueno”, ese al que el blanco tolera porque es sumiso y no se queja cuando le ofendes.

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Tampoco conviene fiarse de quien diga que a Vinícius le insultaría igual fuera del color que fuese porque es un provocador. Me asombra enormemente la estupidez elemental de quien se defiende de ser un racista enorgulleciéndose de ser un cafre. Es decir: si yo a Vinícius no le digo “muérete, puto negro” sino “muérete, puto imbécil”, no tengo nada de lo que avergonzarme porque no soy racista.  Si usted ve lógica la frase anterior, le recomiendo que acuda a un buen psiquiatra o se ponga de inmediato a disposición judicial. En cualquier caso, manténgase tan lejos como pueda de un estadio de fútbol o incluso de otros seres humanos.

Me asombra enormemente la estupidez elemental de quien se defiende de ser un racista enorgulleciéndose de ser un cafre. Es decir: si yo a Vinícius no le digo “muérete, puto negro” sino “muérete, puto imbécil”, no tengo nada de lo que avergonzarme porque no soy racista

“Vinícius ha dicho que España es un país racista y quiere que nos quiten el mundial”, otra frase muy útil para detectar desorientados o mentirosos. Vinícius nunca ha dicho eso. Es falso. Como era falsa la hernia de Bale o sus fotos jugando al golf mientras estaba lesionado. A la jauría no le interesa la verdad y lleva usando los mismos métodos desde hace tiempo. Los garethistas bregados sabemos que nunca hay que creer lo que dice la prensa, que siempre hay que ir a la fuente. En cambio, a los que siguen convencidos de que Bale “se reía del madridismo” todo esto les pilla de nuevas y desde los micrófonos de las radios y las portadas de la prensa hacen con ellos lo que les da la gana. Como dijo Clemenceau al encontrarse con un rebaño de ovejas mientras paseaba por el campo: “¡Oh, qué magnífico electorado!”.

Este domingo se juega un derby entre el Real Madrid y el Atlético Ruido Bernabéu. La prensa deportiva, que está infestada de irresponsables, disfruta caldeando estas previas dando voz y credibilidad a todo tipo de cretinos que ven normal insultar a gritos a un profesional ejerciendo el trabajo por el que se paga porque provoca, porque es negro, porque es del Madrid o por lo que sea que se le ocurra a personas como Víctor Lozano. Si pasa una desgracia, nadie se hará responsable. Así pues, ante cualquier conato de incitación a la violencia o de racismo en las gradas, opino que el Real Madrid debería retirar de inmediato a su equipo del campo. No sin antes dedicar a los salvajes el mismo gesto con el que Gareth Bale celebro su gol en el derby del 9 de febrero de 2019.

Una vez más, el Hijo de Doña Debbie nos marca el camino a seguir.

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