
La Galerna
·6 agosto 2025
El madridismo de Steven Spielberg

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·6 agosto 2025
El otro día me quedé pensando qué director de cine simboliza mejor el madridismo a través del séptimo arte. Inevitablemente, para buscar esta extrapolación caemos en pensar qué género cinematográfico sería el que calza mejor con la esencia madridista. Si pensamos en la épica, inevitablemente evocaríamos a John Ford. Si optamos por el suspense, Alfred Hitchcock es el epítome. Qué duda cabe que nombres como Cecil B. DeMille, John Huston o Billy Wilder también estarían sobre la mesa. Sin embargo, considerándolo fríamente caigo en la cuenta de que únicamente Steven Spielberg reúne en sí mismo todos los elementos que caracterizan al Real Madrid, pues el cine de Steven Spielberg es al mismo tiempo popular y de culto, espectacular e intimista. La amplísima filmografía del oscarizado director contiene tesoros y sobresalientes pasatiempos. Va del blockbuster al cine más personal. Es decir, su cine es el cine sin prejuicio alguno.
Su primer gran trabajo fue una película para televisión llamada Duel (1971). El film es un claro ejemplo de película de serie B, de bajo presupuesto pero resuelta con brillantez. Duel está considerada como una de las grandes producciones televisiva de los setenta. Por aquel entonces Spielberg estaba contratado por Universal y dirigía capítulos de series exitosas de la época como Colombo. Su pericia y buen hacer le sirvió para que Universal le confiara la adaptación del éxito literario llamado Tiburón (1975). Esta película sería su primer trabajo de gran presupuesto y no solo fue un éxito de crítica y público, sino que también se convirtió en todo un fenómeno social. Tiburón estableció el canon moderno de la superproducción de Hollywood con efectos especiales únicos hasta ese momento, campaña de marketing y fenómeno fan. Es decir, con ella Spielberg sentaba las bases del cine comercial que conocemos en nuestros días.
A estas alturas el tiburón es un icono pop, una suerte de Moby Dick moderno. Al fin y al cabo, el tiburón representa un animal mitológico que obsesiona tanto al jefe de policía Brody como al biólogo marino Hooper y al cazatiburones Quint. El gran tiburón blanco es en esencia el Real Madrid. El tiburón representa el espíritu del madridismo. La simbología es totalmente evocadora al terror y al respeto ante el gran animal mitológico que es el tiburón. Tanto es así que llegó a ser un tifo en aquella eliminatoria europea frente al Atlético de Madrid en 2017. Partido de ida que por otro lado fue un auténtico paseo del Real Madrid con tres goles de Cristiano Ronaldo.
Los años ochenta serían los años dorados de Spielberg pues encadenaría éxito tras éxito: Indiana Jones en busca del arca perdida (1981) o E.T., el extraterrestre (1982) le valieron el apodo del Rey Midas de Hollywood. Con Indiana Jones volvía a conseguir calar en el inconsciente colectivo: a día de hoy, el más célebre profesor de arqueología pertenece a nuestro santoral de héroes modernos. Personalmente adoro la tercera entrega, Indiana Jones y la última cruzada (1989) con ese genial e irresistible Sean Connery como padre de Harrison Ford. ¿Quién mejor? ¿Acaso no es el doctor Jones un trasunto de James Bond?
Spielberg reúne en sí mismo todos los elementos que caracterizan al Real Madrid, pues el cine de Steven Spielberg es al mismo tiempo popular y de culto, espectacular e intimista. Es decir, su cine es el cine sin prejuicio alguno
La segunda mitad de la década vieron cómo el hijo natural de Cincinnati daba un viraje a su carrera. Con producciones como El color púrpura (1985), El imperio del sol (1987) y Always (1989), el realizador se volcaba en películas más serias. Spielberg necesitaba contar estas otras historias más intimistas, y fruto de este proceso salió en 1993 La lista de Schindler. Con ella ganó el Oscar a la mejor película y a la mejor dirección. Volvería a repetir más tarde con Salvar al soldado Ryan. Seguramente sea 1993 el año que resuma la carrera de Spielberg, pues ese mismo año estrena también Parque Jurásico, que rompería récords en taquilla y volvería a demostrar que manejaba como nadie el cine de entretenimiento masivo. Es de un virtuosismo sin igual rodar a la vez dos películas tan dispares y entregarlas al público. Como si tuviéramos en un mismo jugador una mezcla de Luka Modric y Cristiano Ronaldo. ¿Acaso tal mezcla pueda darse?
El nuevo milenio vería que seguiría la senda de películas densas y con trasfondo historicista con trabajos como Múnich, Lincoln o El puente de los espías. Los Fabelman, su último trabajo hasta la fecha, es el más personal, pues es un retrato semiautobiográfico de su infancia y juventud. En él trata su fascinación por el cine de niño y cómo trató de convertirse en realizador. También nos cuenta el divorcio de sus padres, su mayor trauma vital y telón de fondo de muchas de sus películas.
El divorcio entre Santiago Bernabéu y Alfredo Di Stéfano atravesó el corazón del madridismo en su día. Pero, lejos de la división irrecuperable, ambas figuras mitológicas siguieron cumpliendo con su destino, y el niño de ambos, la afición merengue, creció amando a sus dos figuras paternas por igual. Años más tarde, Florentino Pérez recuperó institucionalmente a don Alfredo y le ofreció ser Presidente de Honor. Y así, como en la última película de Steven Spielberg, se pudo sellar para la eternidad el amor en el seno del madridismo.
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