La Galerna
·6 novembre 2024
In partnership with
Yahoo sportsLa Galerna
·6 novembre 2024
Buenos días. De nuevo por decir algo. Ahora mismo, el Madrid está en caída libre. Y lo que es peor, el piloto no parece capaz de agarrar con fuerza los mandos del avión para detener el descenso primero y tomar altura después.
El anterior partido jugado en el Bernabéu se había saldado con debacle ante el Barça, 0-4, y el de ayer con desastre frente al Milan, 1-3. No se perdían dos partidos consecutivos en el Bernabéu desde 2019. La portada de Marca resalta los dos repasos seguidos sufridos por los blancos en casa.
El equipo fue una calamidad. Perdón, no se puede hablar de equipo porque este Madrid no funciona como tal. Se ajusta más a la verdad afirmar que un manojo de grandes futbolistas, de los mejores del mundo, y un equipo técnico en el banquillo encabezado por Ancelotti, el más laureado, fueron una calamidad.
Marca califica el partido del Madrid como mediocre y quizá se queden cortos. Desde verano, el equipo ha contraído una enfermedad cuyo diagnóstico es confuso, como afirma Genaro Desailly hoy en La Galerna: «Las señales que da el equipo solo armonizan en que son todas negativas. Por lo demás, son casi contradictorias entre sí, como un paciente que sufriera a la vez de diarrea y estreñimiento mientras el médico se rasca la cabeza mirando la analítica».
Todo es confuso, no solo el diagnóstico. Se aúnan en un mismo partido, incluso en un mismo protagonista, la indolencia y la precipitación por exceso de celo. El desarrollo de los encuentros también es incoherente, a menudo se dan minutos que invitan al optimismo seguidos de fases de hecatombe sin paliativos.
Antes, sucedía al revés, el Madrid comenzaba mal, se asomaba al precipicio y después reaccionaba y ganaba de manera más o menos milagrosa. Ahora ocurre lo contrario, se comienza de una manera que infunde ciertas esperanzas y el conjunto, que no es tal, termina por deshilacharse y precipitarse al vacío mientras le caen encima los goles en contra. Los milagros se han tornado en pesadilla.
Una pesadilla que continúa, como titula As, que personifica en Mbappé el nuevo patinazo blanco. Es innegable que últimamente el acierto de cara a gol del astro francés está bajo mínimos, también que no fue el peor ni de lejos. Asimismo, es cierto que el declive del Madrid coincidió con su llegada, pero tampoco es de recibo inferir —sin duda alguna, como están haciendo muchos— la causalidad a partir de esta correlación.
El mal que aqueja al Madrid es más complejo que el ajuste de Kylian o su mejor o peor momento de forma. El equipo sufre un síndrome, una amalgama de síntomas vinculados, probablemente, con varios problemas de salud diferentes.
Estos problemas no se circunscriben a la falta de gol o a la merma de prestaciones de la práctica totalidad de la plantilla. Es un conjunto amplio de problemas cuya solución debe plantearse el club, junto con el propio técnico, si está en posición de ofrecer Ancelotti.
La descoordinación general es obvia, la defensa es un drama, la baja de Carvajal parece evidente que no la puede suplir solo Lucas Vázquez. En el centro del campo no existe un director de orquesta que ordene la escuadra. Cuando juega Tchouaméni, no funciona; cuando lo hace Camavinga, tampoco. Solo Valverde parece, en ciertos partidos, capaz de asumir la manija, pero no es suficiente él solo, necesita al lado a alguien que aporte imaginación, como Modric, pero Modric ya no está en condiciones de desempeñar ese papel todos los partidos.
Bellingham anda perdido con los continuos cambios de posición a los que le somete Carlo, quien, sin que sepamos por qué, ha dejado de contar con Güler, que podría aportar parte de esa brillantez que tanto necesita el equipo, y con Endrick, que ya ha demostrado que tiene gol, uno de los debes del Madrid.
Pero lo más preocupante es la sensación que transmiten todos. La actitud, el abatimiento, el lenguaje corporal. Algo parece haberse roto al finalizar la brillante temporada pasada. La cara de Ancelotti es un poema desde el inicio de curso. Sabe algo que ignoramos. Se ha esfumado esa unión futbolística que se respiraba en los partidos, con independencia del mejor o peor juego. No queremos decir que haya mal ambiente en el vestuario, pero algo ha cambiado, los protagonistas han perdido la convicción y deambulan más como zombis que como habitualmente se habían mostrado: jugadores del Madrid dispuestos a comerse el mundo.
La capacidad de este equipo para revertir la situación se antojaba indudable, pero la incertidumbre es más que patente y es lícito poner en duda la competencia, tanto del entrenador como de ciertos jugadores, para darle la vuelta a la situación. No es cuestión de montar una revolución y arrojar por la borda todo el trabajo y la planificación de años, pero sí de afrontar la tesitura y buscar las mejores soluciones, una a una, a todos los problemas que padece el equipo.
El Madrid está en caída libre. La parte positiva es que hay tiempo, y medios, para levantar el vuelo. Pero el tiempo se agota y urge adoptar medidas ya.
Pasad un buen día.