
La Galerna
·31 maggio 2025
Call me Trent

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Ya está aquí Trent Alexander-Arnold, otra pieza codiciada por lo más granado del fútbol europeo que ha desdeñado el petrodólar en beneficio de la expectativa de la gloria en el Madrid. Para vestir de blanco ha declinado también las ofertas de renovación del club de su vida, el Liverpool, donde se crio como futbolista y hombre.
Ha puesto muchas cosas a un lado, pues, para unirse al nuevo Real de Xabi Alonso, quien ahora puede presumir de tener en sus filas al mejor lateral derecho ofensivo del planeta balompédico y a un gran amigo de Jude Bellingham. El amiguismo no ha sido nunca en Concha Espina criterio para fichar ni para alinear. No obstante, si tu amigo ha revolucionado la posición de lateral derecho, ejerciendo desde allí las labores de cerebro, y si tiene ese disparo desde su casa y mete esos centros de rosca dignos del mejor Beckham, tampoco vamos a ser más papistas que León XIV. Incluso el Sumo Pontífice se está rodeando de personas de su confianza en estos primeros compases de su nuevo cometido profesional. Si tu amigo es un crack mundial, y solo si lo es, podemos preguntarle si quiere ganar la Champions League, que al parecer es la pregunta cebo. Trent ha mordido, y eso que ya la ha ganado con los scouse.
El Madrid sigue ahora dos estrategias básicas cuando mira el mercado: fichar talento joven (Vinícius, Rodrygo, Valverde, Camavinga, Brahim, ahora Huijsen) o cortejar talentos consagrados próximos a la expiración de su contrato con otros clubes. Mbappé es el ejemplo más paradigmático de este último posicionamiento, al que cabe agregar a Rüdiger, Alaba y ahora Trent.
Le llamo Trent porque Alexander-Arnold es agotador y pierdo el resuello por el camino. No es difícil trabarse intentando decirlo. Para acortar, hay quien lo llama Arnold, pero es como llamar Irujo a Cayetano Martínez de.
Ya está aquí Trent, otra pieza codiciada por lo más granado del fútbol europeo que ha desdeñado el petrodólar en beneficio de la expectativa de la gloria en el Madrid
Los apellidos compuestos no deben cortarse, pues no en vano alguien los conjugó en la idea de que siempre fuesen citados juntos, uno después del otro, y no es plan, aunque cueste un poco. Un gran amigo, muy madridista, se apellida Díaz de Lope Díaz, todo en uno, salvo error u omisión. No le llamo Díaz porque quedaría la duda de si estoy usando el primer o el segundo Díaz, ni Lope por respeto a los clásicos. Para mí se quedó con Alejandro, que es su nombre de pila, y con Trent pienso seguir la misma política pues el madridismo otorga confianza para el tuteo, como sugería Pepe Begines en aquella genialidad de canción.
Los apellidos compuestos eran antiguamente señal de nobleza. No se afana por unir lo que de serie viene por su cuenta quien no se enorgullece de la alta alcurnia de sus dos family names. Así ha ocurrido en España desde tiempos remotos, y lo mismo puede decirse del Reino Unido, sin que esto implique, aquí ni allí, que toda persona con un apellido compuesto pertenezca a la aristocracia. De momento, como mínimo, Trent pertenece a la aristocracia pelotera, pues no en vano ha honrado toda su vida el escudo de uno de los clubes más instalados en la élite europea desde los tiempos de Bob Paisley, y pasa ahora a intentar honrar el escudo no ya de la nobleza, sino de la realeza misma.
Sí, yo le voy a llamar Trent, que es nombre que además se puede corear desde la grada, a despecho de que parezca que lo emite una multitud atrapada en Atocha o Santa Justa, desesperada por el retraso de su AVE. A la espera de eso, ya lo invoco para mis adentros, porque sé que es un futbolista cojonudo pero sobre todo porque al fichar por los míos ha pasado a conformar indefectiblemente, y hasta el final, la nómina de mis suspiros y desvelos.
Welcome, mate.