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La Galerna

·1 Agustus 2025

Ya hemos tenido bastante

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Con frecuencia hago uso de la ironía y de la educación para soportar afrentas, insultos, injusticias, abusos contra mi club. No es baladí el lema con el que nos sentimos identificados en La Galerna: Madridismo y sintaxis. Las formas son importantes. A veces, tan importantes como el contenido.

Pero la indignación me suele llevar también a un estado de ánimo en el que no soy capaz de ponerme ante una página en blanco con ganas de buscar metáforas divertidas o parábolas ingeniosas. Ya hemos tenido bastante. Ya está bien.


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El mundo del fútbol fue sacudido en febrero de 2023 con el escándalo de los pagos a Negreira. Ha habido muchas noticias desde entonces, revelaciones sobre la instrucción, descubrimientos irrefutables como los actos prevaricadores de Albert Soler siendo directivo del Barcelona y también justo después, cuando se aseguró de la prescripción del delito de corrupción en el deporte, punible con la desposesión de los títulos ganados por ese club del que usted me habla. Conflictos de intereses de Tebas, de Mediapro, del CTA; intromisiones políticas, fichajes turbios. El circo denigrante del fútbol español.

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En paralelo, y ante la lentitud exasperante de la justicia española, periodistas, abogados, "personalidades" de internet (qué quieren que les diga, ese título ya es una categoría admitida socialmente) y hasta ciudadanos de a pie, como un servidor, nos hemos interesado por las ramificaciones del caso. No fue necesaria una investigación exhaustiva. Todo está en internet. Ayudado a veces por una IA, he ido atando cabos, cuadrando fechas, entendiendo las dimensiones y vericuetos del asunto.

Recordamos cada día, atónitos como si cada vez que lo repetimos fuera el anuncio de un cáncer metastásico, que el Barcelona estuvo pagando durante al menos 17 años -¡diecisiete!- al vicepresidente de los árbitros a cambio de "neutralidad", según testimonio del propio Negreira ante la Hacienda Pública. Digamos buscando influencia, porque eso ya se ha acreditado en sede judicial, o más explícitamente: corrupción para alterar el resultado de la competición.

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Habiendo establecido ya como hecho probado la corrupción, es increíble que todavía tengamos a los directivos y terminales mediáticos del Barcelona quitándole importancia e incluso blanqueando el hecho de pagarle millones a un ejecutivo arbitral en activo. Normalizando el delito.

Aún estamos bajo el trauma de la reestructuración fake del CTA, en el que su hoy ya jefe del VAR es un árbitro (Prieto Iglesias) que fue ascendido a Primera División, habiendo quedado en el decimosexto puesto de la clasificación tras una de sus peores temporadas en Segunda. Imagínense ascender a Primera un club que pelea por el descenso en Segunda. A dedo, “porque yo (Negreira) lo valgo”. ¿Qué le puedes pedir a ese empleado al que libras del anonimato de esos campos de Dios y le pones 300.000 euros de sueldo al año y le das la oportunidad de codearse con Cristiano y con Messi? ¿Qué harían ustedes por un jefe con tamaño despliegue de generosidad? Amarle, naturalmente, y complacerle, por supuesto.

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Después de la estupefaciente inscripción de Pau Victor y de Dani Olmo en enero, fuera de plazo, sin cumplir los requisitos que amordazan al resto de clubes, tenemos que mirar para otro lado para no sentir la náusea, la repugnancia, por la certeza de estar ante una ilegalidad cometida por un organismo gubernamental. Y sí, el fútbol, en el fondo, es un espectáculo teóricamente alejado de las cosas importantes de la vida. Pero la decencia siempre debería ser importante.

Aún estamos bajo el trauma de la reestructuración fake del CTA, en el que su hoy ya jefe del VAR es un árbitro (Prieto Iglesias) que fue ascendido a Primera División, habiendo quedado en el decimosexto puesto de la clasificación tras una de sus peores temporadas en Segunda. A dedo, “porque yo (Negreira) lo valgo”

No tenemos motivos para el optimismo después de lo que hemos visto. Incluso una sentencia condenatoria quedará sin castigo. Todo lo más, el escarnio público. El Barcelona, como entidad jurídica, ya fue condenado por las trolas a Hacienda sobre el coste real del fichaje de Neymar. ¿De qué sirvió?¿Cuál fue la condena? ¿Pagar unos millones? Eso te lo arregla Laporta con una llamada a uno de sus "asociados" de Moldavia, Eslovenia o Chipre.

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Cualquier posibilidad de una sanción más seria nos lleva de nuevo a la náusea: si un gobierno ha movido sus terminales para que el Barça pudiera inscribir a dos jugadores sosteniendo su posición con un vergonzante razonamiento de primaria (garantizar el derecho al trabajo de los futbolistas, mencionando el perjuicio a la selección española...), ¿qué podría llegar a hacer ante el supuesto de una condena judicial de grueso calibre?

Siendo de una extrema gravedad el laissez faire que estamos barruntando, puede que lo más insoportable sea el victimismo culé. No conformes con haber manipulado la competición durante el negreirato (con sospechas fundadas de su inicio en Tenerife, 1991), tenemos que soportar cada día las quejas, las letanías, los lamentos, los relatos sobre si el Real Madrid es o no un club estado, por fichar con su propio dinero, obtenido de negocios a la vista de Hacienda, no de palancas o de operaciones opacas que no generaron un céntimo pero que se admitieron como dinero de verdad por un sistema putrefacto.

si un gobierno ha movido sus terminales para que el Barça pudiera inscribir a dos jugadores sosteniendo su posición con un vergonzante razonamiento de primaria,  ¿qué podría llegar a hacer ante el supuesto de una condena judicial de grueso calibre?

Hay que hacer un ejercicio de temple. No debemos caer en el insulto, aunque lo ponen realmente difícil muchos días. ¿De dónde puede venir lo que estamos viendo? Las raíces, la guarida del Demogorgon, están en la propia naturaleza y el lema del club azulgrana. Ninguna otra institución deportiva se ha autoproclamado más veces, ni más públicamente, actor político. El propio Jordi Pujol camufló el evento fundacional de Convergència Democràtica de Catalunya en medio de los actos de celebración del 75 aniversario del Barcelona en 1974, evitando así la prohibición del tardofranquismo. Jordi Pujol, figura controvertida por asuntos que están en la hemeroteca, es uno de los socios más antiguos del Barcelona. 78 años con carnet le contemplan. El Barça le homenajea en sus cumpleaños como un icono del poliédrico universo culé.

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El paralelismo entre la política en Cataluña y el devenir del Barcelona como institución es inevitable. En política, el catalanismo va consiguiendo los objetivos, exagerando e instrumentalizando presuntos agravios históricos para justificar demandas emancipatorias. Del mismo modo, existe un barcelonismo sociológico, excluyente y victimista. El victimismo histórico del Barça, aunque ellos no lo perciban, es la antesala de la corrupción de la competición. Quejarse de una hipotética injusticia les faculta en su extraña escala de valores a tomarse "la justicia" por su propia mano. La letanía del agravio, repetida durante décadas, adquiere de algún modo legitimidad en el subconsciente colectivo culé. En adelante, llamaremos a eso Barcelonismo Sociológico. Al mismo tiempo, toda la parafernalia: los lloros, el rechinar de dientes y el arrastrar de cadenas, son imprescindibles para ocultar el amargo trasfondo del relato: la inferioridad.

El victimismo histórico del Barça, aunque ellos no lo perciban, es la antesala de la corrupción de la competición. Quejarse de una hipotética injusticia les faculta en su extraña escala de valores a tomarse "la justicia" por su propia mano

El supremacismo siempre fue una respuesta, una reacción anafiláctica a la debilidad, una necesidad fisiológica, enfermiza, de ser superior, de ganar; y si se pierde, de alcanzar la excelencia, la superioridad, de algún otro modo: por el estilo, por lo intangible, por lo emocional. Se tiene que ser superior en todo: en lo moral, en lo económico, en lo político, en lo deportivo. Sin miedo al ridículo. No importa la opinión de los de fuera. La opereta sucesiva y vergonzante sólo se ve desde el exterior, a cierta distancia. Lo único que importa es creer que son mejores, diferentes, sentir muy fuerte, hacer más compacto el clan, ser irreductiblemente tercos. Insistir hasta la saciedad en argumentos delirantes y ofenderse con todo el que cuestione la grandeza, aunque sea comprada, robada o fingida.

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La Narnia que se construye en las redes contrasta con la culerada charnega de catalanes de adopción e inevitablemente españoles, o de las huestes nacionales e internacionales que siguen al club apasionadamente. Barcelonistas de segunda, en palabras de Piqué. Analizando posts y cortes de vídeo de periodistas e influencers del régimen culé, no es difícil llegar a la conclusión de que los que facturan realmente no pueden creer en su propio relato. Buscan salseo, controversia e interacciones para monetizar mediante la polémica y estar, como algún trasnochado ex-directivo, en el candelero. El conflicto vende. Hay una subespecie de culés cuya salud mental hay que poner en duda a la luz de lo que son capaces de escribir. El ridículo continuo, la vergüenza ajena que despiertan, es algo que no todo el mundo aceptaría por un salario, incluso de cinco ceros. También tenemos nuestra cuota estadística de memos en el madridismo, no vamos a negarlo. Pero el desahogo de ciertos culés que venden su mercancía, y los ovinos bípedos que les siguen y que propagan el relato infumable, revelan una ausencia de luces impropia de la especie que ha sido capaz de diseñar aceleradores de partículas y telescopios espaciales.

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El tiempo pasará y la intensidad del electroshock que recibimos en febrero de 2023 se irá atenuando en nuestra memoria, porque la maquinaria judicial es procrastinadora por naturaleza (qué pereza da todo...), porque algunos políticos seguirán subastando privilegios, porque los medios seguirán polarizando a los ciudadanos por dinero; porque Laporta, titiritero siempre en el alambre, seguirá haciendo las cosas de Laporta que tanto gustan a los culés, mientras hunde al club en la miseria. Pero el Barça no caerá como cayó la Juve por la acción de la justicia; porque España es diferente, porque toleramos el delito, porque hemos visto la verdad desnuda de la corrupción en los actos de quienes la han perfeccionado durante décadas, la han normalizado, han llegado a justificarla y hasta a presumir de ella; porque la injusticia y el mal existen; porque el Barça no es un club, es el patrimonio emocional de una Cataluña imaginaria y diminuta, ese pequeño país del que Guardiola nos hablaba sentimentalmente desde las alturas.

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