
La Galerna
·18 Februari 2025
Un Madrid para creyentes

In partnership with
Yahoo sportsLa Galerna
·18 Februari 2025
Vuelve el Territorio Real Madrid, la Champions, lejos de aprendices de Negreira y cerca del brasero que más calienta la grada blanca. Para abrir boca, y de la mano de Historia de las míticas remontadas del Real Madrid, rememoramos lo sucedido ante el City, en el Bernabéu, hace tres años.
“Los partidos ante PSG y Chelsea habían sentado un precedente sumatorio, de tal forma que el optimismo era desbordante en las horas previas por las calles de Chamartín. Algunos cronistas incluso aseguraron que nunca antes habían visto al madridismo en tal nivel de excitación. La afición admitía que el equipo de Guardiola era el rival más complicado de los tres, pero la fe ya era ciega, total y contagiosa. No se rezó por el milagro, simplemente se esperaba en mitad de un ambiente rebosante de tensión y locura madridista.
Y así comenzó el primer acto del encuentro, con el Madrid asumiendo el papel protagonista mientras Vinícius y Benzema se encargaban de afinar su puntería ante la portería de Ederson. El brasileño, ya consolidado como el gran agitador sobre el césped, también se encargó de hacer lo propio con la grada y sus aspavientos provocaron una subida casi delictiva de los decibelios.
Pero si por algo destacaba el City es por su personalidad dominadora y su capacidad de competir en todos los escenarios y ante cualquier situación. De nuevo, Bernardo Silva se erigió como jefe de operaciones. De sus botas amanecieron pases en largo, en corto y acercamientos peligrosos que terminaron por desactivar un poco la euforia de la grada. Fue como esa amarga sensación de afrontar la realidad tras la vuelta de vacaciones. Ganar iba a ser un suplicio.
Allí donde no alcanzaba la zaga blanca, apareció el otro gran protagonista de la Champions, Courtois, cuyas manos salvadoras impidieron varios goles. Guardiola, de nuevo, se desquiciaba, consciente del destino de aquellos que perdonan en el Bernabéu. Aunque eso también debió de pensar Ancelotti cuando vio a su equipo desperdiciar dos grandes ocasiones.
Pese al intercambio de golpes, los ingleses tenían el partido bajo control mientras los jugadores del Madrid gastaban sus energías persiguiendo sombras azules. Y así llegó el gol del City. La enésima arrancada de Silva, insultante en sus controles y fintas, terminó en un zurdazo a la escuadra de Mahrez. A falta de quince minutos, los blancos, avasallados, necesitaban dos goles para igualar la eliminatoria y tres para superarla. Algo así como luchar contra Goliat con los ojos vendados y las piernas atadas. Pura quimera para cualquiera, menos para el Madrid.
Ya no había nada que perder y ahí es donde los blancos se mueven más sueltos. Apelando a lo imposible, surfeando lo improbable. La CMK se fue al banquillo y los focos apuntaron a la unidad de salvación: Rodrygo, Camavinga y Asensio. Se pelearía sin concesiones, como le gusta al aficionado blanco. Pasión frente a dogma. El caos contra el manual. Capello, zorro astuto, lo advirtió en la retransmisión para Sky Italia: “A falta de cinco minutos, todos hablaban ya de la final que les esperaba a los de Guardiola. Yo les decía: ‘cuidado, esperad, que es el Madrid’”[1].
Los de Ancelotti quedaron expuestos a las contras, pero la gloria del trapecista está en renunciar a la red. El drama alcanzó niveles insoportables con las intervenciones de Courtois y la salvada bajo los palos de Mendy. Fue entonces cuando apareció en pantalla que la inteligencia artificial manejada por la UEFA apenas otorgaba al equipo blanco un 1% de posibilidades de forzar la prórroga.
Y, efectivamente, la inteligencia fue artificial. El Madrid nunca cede, está educado en la victoria y lo intenta hasta el final. No le importa dominar o ser dominado. Vencer es su obligación y el camino sólo una circunstancia. No hay número o porcentaje capaz de prever el poder de la tormenta blanca.
Cuando sólo quedaban segundos para el 90’, un pase de Camavinga al área fue pescado en el aire por Benzema, quien cedió de primeras para que Rodrygo marcara. El santuario madridista entró en combustión. Welcome to the jungle. La remontada estaba en marcha y no habría vuelta atrás. La reacción al anuncio por megafonía de los seis minutos de añadido fue inaudita. Nunca antes este detalle se había celebrado de forma tan atronadora y unísona.
La grada era consciente de que su equipo la iba a tener, de que el volcán había entrado en erupción. Y en ese punto, los ánimos de Modric, Kroos y Marcelo a sus compañeros más jóvenes sobre el campo dejaron una de las imágenes más conmovedoras de la eliminatoria. Mientras, en el otro banquillo, Guardiola se ajustaba el pantalón y movía la cabeza. No paraba quieto. Estaba nervioso. Olía la sangre y era propia.
Al minuto y medio del tiempo extra, la histeria se desató de forma expansiva. Un centro de Carvajal, que ya ejercía de extremo, acabó de nuevo en Rodrygo, que esta vez, con un cabezazo inapelable, hizo estallar a todo el Bernabéu en condiciones similares, seguro, de las del día del Borussia de aquel lejano 1985. Los blancos habían forzado la prórroga cuando todo parecía perdido. El peso del escudo y el embrujo del Bernabéu se impusieron a la lógica, a la posesión, a las ocasiones. El fútbol no está hecho para escuadras y cartabones. Es algo tan maravilloso porque no se puede explicar.
El golpe final nació, de nuevo, en Camavinga, que aportó la vitalidad y los pulmones que necesitaba el equipo en los momentos más decisivos. Su jugada llegó a Benzema, sobre el que cometieron penalti. El francés tenía la oportunidad de terminar de explotar las gradas y no dudó. Gol y remontada conseguida. Una vez más, había vencido la revolución de los creyentes”.
[1] Entrevista a Fabio Capello, exentrenador del Real Madrid (96-97 y 06-07), en el diario El Mundo del 22 de julio de 2022.
Getty Images