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La Galerna

·7 Juni 2025

Ruido Bernabéu vintage

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A comienzos de los años 70, Santiago Bernabéu tomó una decisión capital para el club blanco. El máximo mandatario planeó que el Real Madrid construyese un nuevo estadio lejos de su vigente emplazamiento. Por entonces, se decía que el campo merengue se había quedado anticuado después de algo más de 20 años desde su construcción.

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Un grupo inversor ofreció una enorme cantidad de dinero a la entidad de Chamartín para construir en los terrenos del estadio un gran rascacielos llamado La Torre Blanca, y también un par de edificios con apartamentos. El traslado no sería a la Ciudad Deportiva, al final de la Castellana, sino a las afueras de la ciudad. Algunas fuentes indican que sería en la finca Las Jarillas, cerca de Tres Cantos. Mientras que otros, entre ellos la revista oficial del club, indicaban que el club madrileño tenía inspeccionados unos terrenos “a un kilómetro y medio de la estación de metro de Fuencarral”. El lugar actual es la zona de Tres Olivos.


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El arquitecto de la obra era Félix Candela, que proyectó un estadio de 120.000 espectadores y una cubierta parecida a la del Olímpico de Múnich. Para que todo llegase a efecto hacían falta un par de recalificaciones y ahí comenzaron los problemas que sorprendieron al club y a los aficionados. El hombre que frenó la operación y puso el veto definitivo fue el alcalde franquista de Madrid, Carlos Arias Navarro, que tiró por tierra los planes madridistas y, por ser contrario a la operación, esta nunca llegó a salir adelante.

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Parte del vecindario colindante al estadio Santiago Bernabéu habría estado encantado con el cambio de emplazamiento del coliseo madridista. En 1975, el diario Arriba, publicó un artículo en el que se explayaba hablando de las incomodidades que generaba a los vecinos la disputa de partidos. El texto haría las delicias del actual vecindario, o de parte de él, aunque tal vez decepcionará a RuidoBernabéu al hacerle consciente de que no es el primero en la historia que ha emitido quejas de su género.

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Con el titular ‘Les molesta el fútbol’, explicaba que “las posibles ventajas del espectáculo son anuladas por las incomodidades de los llenos”. Añadía que “semana tras semana, los habitantes de los edificios próximos al estadio Bernabéu se ven invadidos por una multitud de coches, repletos de aficionados. Coches que aparcan en cualquier sitio, en doble o triple fila, encima de las aceras. Toda la zona se improvisa como aparcamiento y circular por ella es imposible”. Los vecinos quedaban aislados en sus edificios, y si pretendían salir de ellos, debían hacerlo dos horas antes de que comenzasen los partidos y su coche quedase inmovilizado entre los miles de los asistentes al estadio. Incluso para entrar en sus propias casas, los vecinos tenían que aparcar a un kilómetro del estadio y llegar a pie, aguantando empujones, gritos, ruidos etc.

El periodista Julio Riquelme recogió los testimonios de varios vecinos. Los señores de Callejón a la pregunta de “¿Si nos gusta el fútbol?” respondieron que “Si ud. viviera aquí no lo preguntaría. Lo odiamos. Los domingos no se puede salir de casa. Circular cerca del Bernabéu es imposible, y tampoco tenemos por qué dejar el coche a un kilómetro. No sentimos mucho el ruido, ahora que hace fresco y tenemos las ventanas cerradas; pero si hubiera partidos en verano… Eso sí, los hinchas llenan todo de pipas, gorritos de cartón, latas de cerveza, etcétera”.

En 1975, el diario Arriba, publicó un artículo en el que se explayaba hablando de las incomodidades que generaba a los vecinos la disputa de partidos. El texto haría las delicias del actual vecindario, o de parte de él, aunque tal vez decepcionará a RuidoBernabéu al hacerle consciente de que no es el primero

La versión de los señores de Jiménez fue la siguiente: “Los domingos no estamos nunca en Madrid. Bueno; alguna vez nos hemos quedado, pero pocas. ¿El Bernabéu? Pues, sí; es una molestia. Es difícil sacar el coche del aparcamiento, y entre tanta gente, aparte de empujones y gritos, puedes perder los niños o la cartera. Yo sacaría el estadio a las afueras y le daría buenos accesos. Se ganaría tiempo, porque circular un domingo por la avenida del Generalísimo tiene mérito, y los que vivimos en la calle Padre Damián no tendríamos tantos problemas”.

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Riquelme también habló con el dueño del restaurante Valentín, el señor Félix Hernández. El propietario declaró que “para el que vive cerca del Bernabéu la vida es un galimatías. No hay tranquilidad posible. Además, es un atentado contra el inversionista. Me explico. El que hace una inversión busca seguridades legales, pero en esta zona solo impera el derecho del automóvil que se sube a las aceras y aparca donde quiere. A mí me encanta el deporte. Pero cuando la práctica de un deporte puede perjudicar a terceros, debe suprimirse. ¿Un sitio ideal para negocios? Puede que lo sea para bares y tabernas, pero para mi establecimiento, no. Aquí venían ejecutivos a tratar de negocios con tranquilidad. Pero qué tranquilidad pueden encontrar con un estadio de este calibre, que se llena todos los domingos, al lado”.

Por último, la cuarta y última opinión llegó por parte de los señores Alonso: “Imagínese. En la avenida del Generalísimo y en un primer piso nos tragamos todo. Humos, gritos, insultos, cláxons. Los domingos que se juegan partidos ‘de la máxima’ esto es como una verbena. Y luego, los partidos nocturnos. Parece que tenemos los focos dentro de la habitación. Recuerdo que una vez vino a jugar un equipo italiano y dejaron todo devastado. Además, siempre te encuentras con el clásico apasionado que monta escándalos de lo más desagradables”.

Fotografías: archivo Alberto Cosín

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