REVISTA PANENKA
·18 September 2024
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·18 September 2024
Esta conversación de Panenka con Míchel tuvo lugar en mayo de 2023, después de que reconociéramos el buen rendimiento de ‘su’ Girona con el Premio Antonin Especial. Se publicó en el #Panenka129.
El 20 de junio de 2021 Montilivi no necesitó distancia de seguridad ni mascarillas para evitar abrazos y silenciar bocas. Fue suficiente con el fútbol en su versión cruda: el Girona se volvía a quedar a un paso de volver a Primera División, en la segunda final de play-off perdida en menos de un año. El Rayo supo remontar y defender su gol de ventaja con un jugador menos. Entre la afición local, el olor a gel desinfectante se mezclaba con el aroma de un nuevo desengaño. Junio fue, otra vez, el mes más cruel. ¿Cómo levantarse? La respuesta, paradójicamente, iba a tener el mismo origen que la pregunta: Vallecas. Miguel Ángel Sánchez Muñoz, Míchel (Madrid, 1975), mito rayista, convirtió su buen pie en buena mano al pasar del césped al banquillo. Siendo técnico del “Rayito”, como él lo llama, fue campeón de Segunda en 2018, un éxito que reeditó en el Huesca en 2020. Sin embargo, sus dos campañas inacabadas en Primera eran dos espinas en el currículum. Como a su nuevo club, le tocaba reemprender el camino en la categoría de plata. El tópico dice que la vida, el fútbol, suele darte una segunda oportunidad. Pero, ¿qué hay de la tercera? El nuevo Girona de Míchel se lanzó a por ella. Y aunque la alcanzó, y luego se comió Primera como equipo revelación, es como si aún la buscara. Mejor perseguir el futuro que dejar que te atrape el pasado. Esta es la historia de un entrenador, un club y una ciudad. Una historia de éxito. Una historia de amor que podría durar, por lo menos, hasta 2026.
¿Notas que se ha ensanchado la diferencia entre Segunda y Primera?
La diferencia entre Primera y Segunda, la veo en las áreas, en la capacidad de hacer gol. En Segunda hay muy buenos equipos, pero a veces necesitan más bagaje ofensivo para transformarlo en resultados. En Primera, no: los delanteros, con alguna excepción, pueden valer más de 15 millones de euros. En Segunda no tenía miedo de que me llegaran, porque podía defender el área. En Primera tengo miedo de que me lleguen, así que busco evitar que los rivales me generen ocasiones.
En el Girona has contado con jóvenes, algunos de ellos cedidos. ¿El entrenador tiene que explicarle al joven, además de cómo va a jugar, lo que está haciendo aquí?
Todas las pretemporadas, mi máxima preocupación es la cultura deportiva del jugador. Sobre todo con los jóvenes. Primero, porque he sido futbolista, y no lo olvido. Tengo bastante empatía con ellos, sé cómo los entrenadores me ayudaban y cómo no. Tenemos muchos que no pasan de los 23 años. Llamo cultura deportiva a un proceso que saca el máximo rendimiento para la mejora del equipo a través de valores individuales muy importantes. Los hacemos venir hora y media o dos horas antes de que empiece el entrenamiento, y se van dos horas después de que acabe. Son cuatro o cinco horas en las que están controlados. Pero el día tiene 24. Y hay una cultura personal que queremos transmitir: alimentación, descanso, recuperación, vivir de una forma deportiva y saludable… Son bastantes horas de curro con ellos. Hay que mandar mensajes, hablar, que te entiendan… Es importante que tengan compromiso, compañerismo, respeto, pero también máxima exigencia. Los manejo mucho en lo táctico, pero también en los valores. Es difícil con jugadores jóvenes. Pero hay que inculcárselo al máximo. El otro día, uno de ellos, no voy a decir el nombre, me pidió permiso para hablar. Le puse un entrenamiento de hace ocho meses. Cuando lo vio y lo comparó con cómo entrena ahora, le dije: ‘¿Has cambiado o no? Pues este proceso es el que yo quería. Hay unos cuantos equipos luchando por no bajar y nosotros hace cuatro jornadas que estamos salvados. Imagina si no te hubiera apretado, si no hubiera estado contigo. Fíjate cómo eras en aquel primer entrenamiento y cómo estás ahora’.
“Aquí está pasando como en Vallecas: hay mucho seguidor del Barça, pero tienes la sensación de que el Girona está creciendo. El niño está orgulloso de llevar la camiseta del Girona, disfruta con su club. Y eso se nota en la ciudad”
Hoy hay jugadores que son estrellas casi antes de debutar como profesionales. Tienen sus canales, sus redes, su ego… Reciben muchos más estímulos.
Ese reto me gusta. Fui internacional en todas las categorías, de la sub-15 a la sub-20, y hasta los 18 años, cuando debuté en Primera, no me conocía nadie, y no tenía representante. Mis hijos, que están en el fútbol de cantera, tienen representante desde que son infantiles.
¿Eso es bueno o es malo?
Es malo. No me quiero meter con el mundo de la representación, no estoy hablando de eso. Pero yo lo veo como un error. Los clubes se protegen y ahí hay algo, y no lo quiero llamar mercadeo, que no casa con lo que debe ser la formación de una persona. Porque los procesos formativos no van a la par que los deportivos. Puedes tener un niño de 15 años con un talento brutal que todo el mundo ve, pero, mentalmente, es un niño. ¿Cómo le haces ver que todavía le queda mucho por hacer a ese chaval por el que están pagando un dineral, que tiene representante, que tiene marca de ropa, que tiene Instagram? Hay que guiarles por un camino de exigencia, buenas costumbres y compromiso, de humildad y de respeto. Tengo que hacer algo para que sea cada vez mejor. El jugador es tan importante que miro siempre 24 entrenamientos. Y eso le desgasta mucho a él, porque puede escuchar cosas que quizá no le gustan, y me desgasta a mí, porque tengo que pensar mucho en 24 personas.
En 2023, el Girona cumplió 15 años en el fútbol profesional. ¿Cómo se vive el día a día en un club en el que la masa social y el interés de la ciudad siguen creciendo sin parar?
Estamos muy orgullosos de recorrer este camino juntos. Estoy en el sitio idóneo: el club crece, a mí me hacen mejor y crezco, y la afición también lo hace y se siente identificada con el proyecto. Vamos todos juntos hacia delante, ayudándonos unos a otros. Es muy importante. Tengo la sensación que el Girona se está convirtiendo un poco en lo que fue Vallecas hace años. Recuerdo esos primeros partidos, ir a ver al equipo siendo yo cadete e infantil. Jugabas contra el Real Madrid, y cuando marcaban ellos, lo celebraba mucha gente. Y ahora ves un Rayo-Madrid y, en Vallecas, si hay 15.000, 14.900 son rayistas al 100%. Aquí está pasando un poco eso, unos años más tarde.
“El jugador es tan importante que miro siempre 24 entrenamientos. Y eso le desgasta mucho a él, porque puede escuchar cosas que quizá no le gustan, y me desgasta a mí, porque tengo que pensar mucho en 24 personas”
Se ha hablado mucho de eso últimamente. Cómo dentro de las familias de Girona había hijos que ya eran sólo del club de la ciudad.
Hay mucha camiseta de niño del Girona. Y eso lo ves, lo palpas, y me llena de orgullo porque me siento identificado con ese tipo de rayista. Yo soy rayista porque he nacido en Vallecas, pero había mucha gente que se sacaba el abono para ir solamente a los partidos grandes. Porque venía su Madrid o su Atlético. Ahora no. Ahora hay un ADN Rayo Vallecano. Aquí está pasando igual: hay mucho seguidor del Barça, pero tienes la sensación de que el Girona está creciendo desde abajo. El niño está orgulloso de llevar la camiseta del Girona, disfruta con su club. Y eso se nota en la ciudad. Siempre se lo digo a los jugadores: ‘No sabéis lo que hacéis cuando rompéis barreras’. Y esto es sentar bases para que el club crezca en masa social, en patrocinadores, en todo.
Esta ciudad está empezando a ser un lugar con un peso en tu carrera y en tu vida.
Noto ese cariño, ese respeto y esa confianza que es difícil de tener en el mundo del fútbol. También por la calle. Estamos contentos aquí. Ahora mismo me siento como en casa. La atmósfera de trabajo es clave. Dentro de la exigencia siempre intento que todo el mundo tenga su espacio, mi confianza, que se sienta valorado por lo que hace y tenga independencia para hacerlo. Nos sentimos muy felices en Girona…