
La Galerna
·12 Maret 2025
Madridistas por el mundo en día de partido

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·12 Maret 2025
Ocho de la mañana. La tostadora escupe dos tostadas carbonizadas. Las arrojo al suelo y en el rebote alcanzan la altura de Fernando Romay. El bote no engaña. A la basura. Cada vez que la señora de la limpieza saca brillo a la máquina con un trapito, frota adelante y atrás, me gira al máximo subrepticiamente la ruedita del tiempo de tueste y me escoña las tostadas del día siguiente. Maquinalmente me dirijo a la nevera, porque en la rueda de temperatura, con el mismo trapito, hace lo mismo, y estoy harto de comer yogures congelados. En efecto, la temperatura del frigorífico a esta hora es la de Groenlandia norte. Creo que hay un mamut con los ojos como dos cristales detrás de la huevera. Bajaré a desayunar al bar.
Mi humor ahora es el de Rüdiguer hace un par de semanas, cuando le pisaron los huevos en un lance fortuito, y el médico del Real Madrid, a pie de campo, en vez de ayudarle, se vio sorprendido por un colosal ataque de risa al escuchar las doloridas explicaciones del alemán. ¡Cuidado con los huevos, Antonio! Como en el chiste que tanto le gusta contar a Ussía. El de la monjita anciana de rostro angelical que se sube al metro en hora punta, atestado de viajeros, con una bolsa de plástico en la mano, y gritando “¡Cuidado con los huevos, cuidado con los huevos!”. Y en medio de las apreturas, un pasajero sudoroso que lucha con el codo por no ser aplastado, molesto, le regaña: “¡Pero, hombre, hermana, ¿cómo se le ocurre venir con una bolsa de huevos aquí?”. Y la monja, sonrisa beatífica, matiza: “No son huevos, son alfileres”.
Amanece en la ciudad del mar el cielo blanco. Primera señal. Recordar que hoy es día de Champions me reconcilia con lo bonito de la vida. Andan en el bar todos comentando no sé qué de un gol de no sé quién. Una de las ventajas de ser del Real Madrid es que, como los ciclistas de testosterona fácil, no necesitas mirar a los lados. Al madridista le importa exactamente lo que ocurre al Real Madrid. Todo lo demás, si eso, es pasatiempo de bar, por dar conversación a la parroquia. Jamás contamos con el fallo del rival. Debe ser eso que decía Ancelotti de Nacho, grandísima definición: un defensa pesimista. Es decir, Asencio.
En el bar donde desayuno hay un goteo constante de parroquianos que vienen a reservar mesa para el partido de hoy. Es la primera vez que sucede este año desde que empezó la Champions. Moraleja: Ceferin, tu nuevo formato no interesa ni a los futbolistas. La gente sigue reuniéndose alrededor de la competición en el mismo punto, es decir, cuando empieza el rock and roll.
Ceferin, tu nuevo formato no interesa ni a los futbolistas. La gente sigue reuniéndose alrededor de la competición en el mismo punto, es decir, cuando empieza el rock and roll
Ojeo la prensa deportiva durante 35 segundos. El fútbol moderno aburre con sus entusiasmos de último minuto. Decenas de páginas que podría ir a la hoguera sin que nadie las echara de menos. Todo son orgasmos. Es el periodismo sin preámbulo. Encumbra y entierra héroes en el mismo día. Yo quiero que juegue Luka Modric. Sí. Lo tengo claro. Modric. Sé que estaba hablando de otra cosa, pero es que acabo de tener una epifanía croata. Sí, sí, Modric debe jugar hoy. Modric, Modric.
La jornada se hace pesada porque todo lo que quiero es fútbol. Al encender la radio, quiero la última hora del equipo. En la peluquería repasamos los onces gloriosos de la historia blanca. En televisión, solo Real Madrid TV a todo volumen. Ni siquiera en el ascensor hablo del tiempo con el vecino, salvo para comentar si podría influir en el partido de hoy. Todo fútbol. Todo Real Madrid.
Pero es miércoles con mucho por escribir, mucho trabajo, y todo lo que quiero es que sean las nueve. No pasan los minutos. De pronto, y por eso me he sentado a escribir esto, me he visto entre mis papeles con la destartalada estilográfica de la suerte y la mente en blanco erengue, y he sonreído al pensar que somos millones a esta hora los que estamos pasmados. Así, unos segundos, mirando al infinito, visualizando en medio del trabajo, como en un sueño, cómo saltan al campo los nuestros, con la ilusión y la emoción a flor de piel.
Así estamos millones, en fin, en todo el mundo, trabajando hoy con otra alegría, pero con menor intensidad, porque la concentración se nos va una y otra vez al himno de la Champions
Así está mi amigo Miguel, en el quirófano —mal día para operarse con él—, José en la Autoridad Portuaria, Laura sirviendo barras de pan groumet, Javier, que celebra misa a media mañana y hará una breve homilía solo para decir que no ser del Real Madrid es pecado, Marga, enseñando pisos a estudiantes, y Carlos, dirigiendo la reforma de aquel chalet de lujo que quiere comprar un futbolista, pero esa es otra historia. Así está Alfonso, predicando sobre literatura del Siglo de Oro en la facultad, Gonzalo, que asesora a un idiota en el ayuntamiento, y Eva, que está hasta las narices de la ventanilla de Correos, y de que la gente no sea del Madrid.
Así estamos millones, en fin, en todo el mundo, trabajando hoy con otra alegría, pero con menor intensidad, porque la concentración se nos va una y otra vez al himno de la Champions, a Courtois dando palmadas a todos en el vestuario, a Rodrygo mirando al infinito en el túnel de soledades, a Asencio ensayando caras de killer frente a la hilera del equipo contrario, y a Lukita dando abrazos y sonrisas a los rivales más veteranos mientras se recoloca cien mil veces la goma de pelo.
Que empiece ya. Que sea bonito. Que volvamos a hacerlo.
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