Grada3.COM
·22 Juni 2025
La segunda juventud de Kubica después de competir con Alonso en la F1

In partnership with
Yahoo sportsGrada3.COM
·22 Juni 2025
Alonso ya no es el único piloto de la era moderna de la Fórmula 1 que ha ganado en Le Mans. El pasado domingo, Robert Kubica escribió una nueva página dorada en la historia del automovilismo al imponerse en la mítica carrera de las 24 horas de Le Mans con el Ferrari número 83 del equipo AF Corse.
Y lo mejor de todo, además de por la magnitud que tiene y por la manera de haberlo hecho, es que Robert lo consiguió con un Ferrari privado, es decir, no el oficial, no la primera montura. Kubica, que debutó en la Fórmula 1 en 2006 y logró su única victoria en Canadá 2008 con BMW Sauber, sufrió en 2011 un grave accidente de rally que truncó su trayectoria en la élite.
Contra todo pronóstico, regresó años después a la parrilla de F1 con Williams, aunque sin opciones de brillar. Pero su pasión por las carreras no se apagó: encontró en las carreras de resistencia una segunda juventud.
Probar suerte en las 24 horas de Le Mans tampoco fue nuevo para él, pues ya lo había intentado hasta en tres ocasiones más: en 2021, en la categoría LMP2, la segunda de los prototipos del Mundial de Resistencia, el WEC; en 2023, también en LMP2 y en 2024 y en 2025 con Ferrari, pero con el equipo cliente, con el privado AF Corse.
Este año, además claro de estar acompañado por, Yifei Ye y Philip Hanson, el trío de pilotos se impuso tras las 387 vueltas en el circuito de La Sarthe. Pero sobre todo, el de Robert Kubica es el nombre más destacado de todos, el hombre del que todo el mundo habló durante y después de la carrera. El expiloto de la Fórmula 1 se quitó la espinita que traía de esta carrera desde 2021. Ese año, cuando iba a ganar, su coche se le paró en seco en la última vuelta. Ahora, cuatro años después, ganó en la categoría absoluta. Y con un Ferrari.
Kubica no cometió errores hasta la bandera a cuadros y acabó la carrera en un heroico primer, puesto que le devuelve a lo más alto de un podio absoluto muchos años después: una victoria que solo puede ser equiparable a la del Gran Premio de Canadá de 2008 de F1.
La vida de las carreras le devuelve un premio, pues lo ha hecho al fin y al cabo con un Ferrari, equipo por el que estuvo a punto de fichar para la temporada 2012 de F1, y con ello el sueño de ver a Fernando Alonso y a Robert Kubica formando un tándem en la categoría reina. Pero el grave accidente de rally sufrido en la pretemporada de 2011 le impidió soñar con el título en la categoría reina.
Ese accidente resultó en múltiples fracturas en su brazo, mano y pierna derechos, además de cortes profundos en el antebrazo. El infortunio puso en riesgo la amputación de su mano derecha, pero los médicos lograron salvarla. Y, aunque recuperó la movilidad en los dedos, nunca recuperó la movilidad completa de la mano; algo que se puede ver todavía hoy, cuando tuvo dificultades para sostener el trofeo en Le Mans.
Kubica sí que pudo volver en la Fórmula 1 en la temporada 2019, con Williams (y también correría dos carreras con Alfa Romeo), después de una maratoniana recuperación. No, no tuvo demasiada fortuna pues, además de las altas exigencias que conlleva pilotar un Fórmula 1, y que por momentos su condición física le impedía hacer el sobreesfuerzo de aguantar el ritmo de aquellos velocísimos coches, aquel pobre Williams tampoco le permitía realizar demasiadas demostraciones de su talento, siempre en la zona baja de la tabla.
No obstante, y más allá de esto, se puede decir que ese mencionado accidente en 2011 fue la segunda vez que Kubica volvió a la vida. O lo que es lo mismo; hay carreras que consagran y otras que resucitan. En 2007, en el GP de Canadá, su BMW Sauber se precipitó contra un muro a más de 300 km/h. Voló, rebotó, se desarmó. El mundo contuvo la respiración. Milagrosamente, salió caminando del hospital. En Polonia aún repiten que fue Juan Pablo II quien lo protegió. De hecho, en el coche llevaba una estampa del Papa.
Pero, como decimos, su nueva vida no estaba en los monoplazas. Cuando la única posibilidad de seguir en la F1 era ser tercer piloto, Robert encontró refugio en otro tipo de carrera: las de resistencia, las de fondo. Las que exigen más del espíritu que de los reflejos.
Kubica se reinventó en el WEC. Su debut en Le Mans en 2021 fue doloroso: perdió la victoria en LMP2 por una vuelta. Pero descubrió allí lo que había perdido: la alegría de correr por el puro arte de hacerlo. Como un niño en karts. «Entonces supe cuál era mi objetivo”, diría años después. «Intentar ganar aquí algún día». Tras varios intentos más, lo hizo en este 2025, una carrera en la que se convirtió en héroe: de las 24 horas que dura la mítica prueba, estuvo corriendo más de 11 horas con su Ferrari; o lo que es lo mismo; casi la mitad de la prueba la hizo él solo.
Lógicamente, la victoria en Le Mans pasa ya a convertirse en una de las más especiales de la carrera de Kubica, adornada también por el laurel del Gran Premio de Canadá de F1 en 2008. «Ha sido una carrera desafiante, el ritmo ha sido altísimo, una carrera al sprint durante muchas vueltas. Las dos últimas horas las he tenido bajo control, sin cometer errores aun pese a haber conducido muchas horas, ni problemas técnicos”. El esfuerzo en primera persona del líder del equipo ha sido épico, como él mismo desvelaba: «He podido llevar el coche a casa después de no dormir en 35 horas. Soy un veterano piloto de 40 años que sigue en forma y he podido ayudar a lograr esta recompensa tan dulce».
La victoria en Le Mans representa una reivindicación personal. Alonso lo logró en 2018 y 2019 con Toyota, y ahora Kubica graba su nombre junto al asturiano como uno de los pocos capaces de dominar tanto en los sprint dominicales como en las gestas de 24 horas. Dos estilos, un mismo objetivo: la gloria.
Además, hay otra cosa que ambos comparten: y es que Fernando Alonso y Robert Kubica son los únicos pilotos en el siglo XXI que han ganado un Gran Premio de F1 y las 24 Horas de Le Mans.
El domingo, Kubica se bajó del Ferrari AF Corse sin celebraciones estrambóticas, sin darse importancia. Y, quizás, en eso radican las carreras: en ser el mejor, sin creerse más que nadie. Porque, como se dice, en el mundo de la competición, y en concreto en el de las carreras de coches, no existen las categorías adaptadas, sino que son los pilotos los que se adaptan al vehículo. El mejor ejemplo es Albert Llovera, piloto parapléjico que compite cada año en el Rally Dakar, el rally más duro del mundo. Como Robert, Albert es un ejemplo de superación y resiliencia, donde el andorrano es uno de los más admirados del Dakar.
«Ya era una leyenda de nuestro deporte, pero ahora lo es aún más tras ganar Le Mans», decía Fernando Alonso tras la victoria de su amigo. «Ya sabéis todo los daños que sufrió con el accidente y todo eso; creo que hoy es un día muy feliz para el automovilismo, me alegro muchísimo por él. Le llamaré mañana. ¡No quería molestarle hoy! Estará de celebración, pero muy feliz. Estoy orgulloso de él«, afirmaba el piloto de Aston Martin.
A los pocos días, Kubica le respondió en un vídeo publicado por su patrocinador, Orlen: «Gracias por tu mensaje, Fernando. Ahora ya estoy en tu club. Claro, yo no he ganado un título mundial, pero este Le Mans ha sido el más duro de conseguir, con tantos Hypercar en pista. Quizá algún día podamos competir juntos de nuevo». Los dos saben lo que cuesta una proeza así.