En un momento dado
·4 November 2024
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·4 November 2024
Ahora mismo, visitar Montjuïc para enfrentarse al Barça es como ir al dentista. Se pasa un mal rato. Ante los de Hansi Flick lo normal es sufrir. Por muchas razones y de maneras diversas. Por su presión adelantada, que ahoga, no da respiro y empuja a pérdidas de balón dolorosas en zonas comprometidas que inmediatamente se transforman en ocasiones de gol. Por su línea defensiva que consigue convertir cada simulacro de respiro en frustración con el fuera de juego como intermediario. Por la voraz verticalidad con la que una y otra vez busca la portería contraria sin importar lo que refleje el marcador. Y por la ambición con la que se extiende sobre el campo en ataque, haciendo que la respuesta del adversario sea de una exigencia prácticamente inabordable.
El Barça de Flick es ancho y profundo, estira con la amenaza del desmarque al espacio, abre el campo hasta la misma línea de cal y activa cada rincón del terreno de juego con su arsenal de pasadores y corredores. Pero a la vez es un equipo compacto y devastador en las distancias cortas. Si el rival se junta, lo daña castigando las zonas a las que no puede llegar, y si el rival se expande, lo liquida mediante las sociedades que construyen sus futbolistas desde la proximidad. El Barça de Flick es un equipo contra el que todavía no se ha encontrado la receta. La del Espanyol de Manolo González consistió de inicio en el orden en campo propio, reduciendo espacios a la espalda de la zaga y poblando con tres medios el carril central para reforzar la zona justo por delante de los centrales. Los locales, sin embargo, tardaron poco en localizar y explotar las dos grietas de la muralla blanquiazul.Ambas tuvieron que ver con las distancias.
La primera señaló la separación que se establecía entre Cabrera y Carlos Romero cuando el lateral izquierdo periquito seguía a Lamine fuera de la línea. Fue un emparejamiento claramente favorable a los culers, no sólo por la superioridad del canterano, que estuvo especialmente creativo en lo técnico y lo táctico, sino también debido a la falta de apoyos que recibió su marcador por parte de la estructura defensiva del Espanyol. Jofre, Aguado y Bauzà tenían trabajo lejos de Romero con Fort, Cubarsí, Olmo o Casadó, y Cabrera tendía a acularse junto a Kumbulla para resguardarse de Lewandowski. Así las cosas, Lamine podía fijar la marca de Romero sin temor a perder el balón, arrastrar al lateral y agrandar de este modo las distancias entre él y el central izquierdo blanquiazul, abriendo así un enorme pasillo para las apariciones de Olmo y, en menor medida, Casadó o Héctor Fort.
La segunda grieta también tuvo a Olmo como protagonista. A pesar del deseo de comprimir sus líneas de defensa y mediocampo para no dejar espacio entre líneas a los atacantes del Barça, el equipo de Manolo González tendió a la separación y descoordinación durante el primer tiempo. Král y Aguado, sus interiores, eran reclamados y atraídos por la salida de balón de Iñigo y Cubarsí, o por la fluidez de Pedri y Casadó en la base de la jugada, saliendo hacia adelante, separándose de Rafa Bauzà y exponiendo al joven mediocentro a la doble amenaza de Olmo y un Raphinha que influía en el centro como un segundo mediapunta. El Barça filtraba pases a un lado y al otro del pivote del Espanyol, que veía a los interiores demasiado lejos por delante, a los laterales fijos por fuera y a los centrales reculando sin poder corregir saliendo a la anticipación en tres cuartos de campo.
Precisamente en esta zona aplicó González una de sus dos correcciones tras el descanso, ya con tres goles de desventaja y ante un Barça menos intenso. Cambió la estructura de la medular para formar con dos mediocentros en lugar de uno, de modo que la doble mediapunta culer no gozara de una superioridad numérica de partida, lo cual le permitió ganar estabilidad defensiva. Como además también pasó a jugar con un segundo punta, encontró una solución para activar con regularidad el dos contra dos ante los centrales azulgranas y, sobre todo, para limitar las ayudas de Cubarsí en banda sobre un Jofre Carreras que a partir de entonces creció y ganó peso en el partido dando salida y profundidad al juego del Espanyol desde su enfrentamiento con Fort. Para girar al equipo que nunca se gira.
– Foto: Alex Caparros/Getty Images