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La Galerna

·21 mai 2024

Yo vi jugar a Toni Kroos

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Quién no recuerda de niño escuchar a sus mayores decir: «yo vi jugar a Di Stéfano, fue el mejor, sin duda»; o «yo vi jugar a Gento, frenaba a toda velocidad y los defensas se salían del campo»; o «yo vi jugar a Amancio, le llamaban el Fifo»; o «yo vi jugar a Velázquez, una delicia de futbolista», y uno pensaba que jugadores como aquellos eran irrepetibles y que jamás tendría la posibilidad de ver algo ni parecido porque el fútbol rompió el molde con el cual fabricó esos héroes incunables del balompié.

Sin embargo, con el devenir de los años y casi sin percatarse, llega un día en el que se es consciente de estar asistiendo a la carrera de uno de esos pocos jugadores con estatus de leyenda merecedores de que alguien en el futuro recuerde haberlos visto jugar. Llega un día como hoy, cuando comienza a girar el pomo de la puerta para marcharse, en el que uno dice: yo vi jugar a Toni Kroos.


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De niño uno creía que no era posible vivir aquello que le contaban sus mayores, después asiste a ello y se da cuenta de que no era lo más importante. Lo más importante no es haber visto jugar a Toni Kroos, lo más importante es el ejemplo de Toni Kroos y su excepcionalidad.

Dicen que tras una actuación de René Lavand alguien del público se acercó al manco ilusionista bonaerense a preguntarle qué había que hacer para lograr urdir magia de esa manera tan original y especial. El mago respondió: «Pierda una mano».

Lavand se explicó: «Tuve la suerte de no poder copiarle a nadie. Porque no hay libro ni maestro que te enseñen técnicas para mano izquierda, así que tuve que hacerme autodidacta. Porque yo tenía la suerte de tener una sola mano. Y así surge el estilo, la personalidad, lo que no se puede copiar».

Kroos es una extravagancia del destino, un señor calmado en la vorágine de la tempestad y alejado de la impostura

Toni Kroos no perdió ninguna mano ni ningún pie, pero juega en una época en la que los futbolistas, y los centrocampistas en especial, son atletas que además de jugar al fútbol han de correr los 100 metros en once segundos, poseer una fuerza hercúlea, protagonizar traspasos o renovaciones escandalosas, lucir un peinado instagramero multicolor, servir de maniquí para cada nuevo lanzamiento de botas del correspondiente patrocinador y mirar para otro lado ante la palpable corrupción del fútbol actual.

Pero Toni tuvo la suerte de no es así, por eso no le quedó más remedio que ser autodidacta. Y así surgió su estilo, su personalidad, lo que no se puede copiar.

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Kroos es una extravagancia del destino, un señor calmado en la vorágine de la tempestad y alejado de la impostura. Toni es lo contrario a la pose pese a que posa como nadie sin pretenderlo. Kroos se va en el cénit de su gloria mientras todos le ruegan que siga.

Cuando la nave blanca tiene una fuga de agua, todos corren sin pensar para tratar de taponarla como sea. Kroos piensa y actúa despacio, antes que nadie. Toni cambia el juego para aclarar la jugada, no se puede hacer más lento. Toni ordena a Rüdiger que suba a cabecear y le posa el balón en la testa, no se puede hacer más lento. Toni indica a Vinícius dónde está el agujero del blindaje bávaro y le coloca la pelota para que marque, no se puede hacer más lento. Toni da otro pase a la red, no se puede hacer más lento.

Nadie podrá alcanzar nunca a Toni Kroos, no se puede hacer más lento.

Getty Images.

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