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La Gaceta de Oro

·28 mars 2023

Vagabundos, Quijotes y tinieblas en el río Congo

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El río Congo históricamente ha sido objeto de atracción de aventureros, escritores, y reporteros. La obra de Joseph Conrad, El Corazón de las Tinieblas, sirvió como punto de partida para las posteriores publicaciones. Vagabundos, Quijotes y tinieblas rodean una de las expediciones más relevantes del mundo.

4.700 km recorre el río Congo desde su nacimiento hasta su desembocadura en el océano Atlántico. Las orillas de Zambia, República Democrática del Congo, República del Congo y Angola son bañadas por el segundo río más extenso del continente, por detrás del Nilo. Pero si algo caracteriza a este río no es su longitud. Tampoco su caudal. El Congo recorre historias, manchadas de sangre, represión o injusticias, pero también decoradas de tradiciones, luchas y fuerza.


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Marlow encarna a su autor en las páginas. Conrad recorrió el río en el año 1890, y decidió narrar su «caída a los infiernos» a partir de una historia ficticia. Su viaje a través del río no es más que un medio para estudiar la raíz del ser humano. Las selvas por las que circula son el escenario de la verdadera maldad humana. El comerciante Kurtz representa lo que a principios del siglo pasado –el libro se publicó en 1902– ocurría en algunos territorios africanos. La explotación de su territorio por parte del estado belga fue brutal y aceptado internacionalmente. La literatura sirvió como forma de transmisión de la realidad. Bajo el orden y liderazgo del temido rey Lepoldo II, no fue hasta 1908 cuando, en principio, se ubica el fin de un terrible genocidio. Diferentes autores, cuyas obras se exponen a continuación, han explicado como soldados belgas debían cortar una mano a cada esclavo asesinado o agredido por no realizar bien su trabajo –o porque el europeo había bebido demás–, como método de justificación de uso de las balas.

Javier Reverte recorrió el continente vecino durante toda su trayectoria. La segunda obra de una trilogía, Vagabundo en África, termina sus páginas con la narración de su excursión por una parte del río. El escritor quedó hipnotizado del río Congo, a pesar de los militares que obligan a pagar un peaje, los bombardeos en sus orillas y las tormentas que amenazan con volcar los barcos. En un instante anterior a su navegación, pincha un neumático recorriendo unas difíciles carreteras de Tanzania, pero entonces, un pasajero de un autobús insiste en ayudarle a cambiar la rueda y servirle como chófer y guía. Días después, cuando ambos se reencontraron, Rubén, el chófer, tenía preparado un papel con su dirección para dárselo –conocedor de la ley no escrita de que en Tanzania todo el mundo se ve, al menos, dos veces– a su nuevo amigo europeo con una futura opción de trabajo. Ya en aguas, conoce niños educados en el barco, mientras sus padres se dedican a vender todo tipo de productos o pescadores que viajan con sus redes dispuestos a cazar todo tipo de animales por los que sacar un beneficio. Siempre sin dejar de mantener esperanza ni felicidad. Porque los niños, al no tener videoconsolas, juegan con piedras. Al no tener campos de césped artificial, golpean un balón en mal estado y utilizan dos árboles de portería. Los pescadores negocian de forma agradable y persuasiva, como aquel momento en el que Reverte recibe una gran oferta: un cocodrilo vivo a catorce dólares.

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Javier Reverte en el barco en el que recorrió el río Congo

El último autor en aventurarse por el río es el reciente ganador del premio Ortega y Gasset, Xavier Aldekoa. En la presentación del libro, Quijote en el Congo, me firmó con el deseo de que este oficio me ofreciera grandes experiencias. Pero, si hablamos de anécdotas, su obra no se queda atrás respecto a la de Reverte. Él decide recorrer metro de su cauce. Desde su nacimiento a su final en el océano. Comenzando en la fuente del “río que devora a otros ríos”, en la provincia de Katanga. Los pines del Barça y la camiseta del Real Madrid le sirven como llave de muchas puertas, mientras que la obra de Cervantes es escogida como su fiel lectura en los momentos de necesaria evasión. Cuando las cosas se complican, no hay mejor forma de reducir tensiones que el fútbol. Acompañado de narra su día a día a bordo del . Las conversaciones con sus compañeros de travesía, los motoristas como único transporte cuando hay que avanzar por tierra, las amistades ya eternas y las sorpresas desatadas en todos los puertos cuando ven a un blanco en el barco son algunas de las descripciones que te hacen transportarte al río, por un instante.

Lethal Crysis tampoco dudó en probar la aventura del Congo. El mejor creador de documentales en Youtube –esto es opinión– no podía dejar pasar la oportunidad de filmar el inmenso río. En uno de sus vídeos en la República Democrática del Congo, se sube a una barcaza. Pone pie en una pequeña isla y hasta logra grabar a un hipopótamo de cerca. También es especialmente recomendable su episodio en Kinshasa, donde muestra la increíble historia de «los dandis del Congo» conocidos como sapeurs.

Un lugar puede ser atractivo por su historia, por su gente o por su estética. El Congo une todas estas razones, junto a misterio, incertidumbre, miedo y pasión, ofreciendo una mezcla única. Historias sangrientas relatadas por veteranos con emoción o una justificada rabia, paisajes imposibles de ver en las metrópolis de ver y una cultura en torno a la figura de un río.

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