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·16 décembre 2024
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Vélez aplastó a Huracán en la última fecha de la Liga Profesional y es el nuevo campeón del Fútbol Argentino. El Fortín se repuso al golpazo de Copa Argentina que sufrió hace apenas tres días frente a Central Córdoba y le ganó con autoridad al Globo que también apuntaba al título. Claudio Aquino marcó el primero y Damián Fernández el 2-0 final para delirio de todo el estadio José Amalfini.
Vélez es el nuevo campeón del fútbol argentino. Por la fecha 27, derrotó a Huracán por 2 a 0 en el José Amalfitani y levantó el trofeo ante su gente. Además, no dependió de nadie porque su diferencia de goles a favor, era muy favorable.
Claudio Aquino, a los 29 minutos, y Damián Fernández, a los 41, fueron los autores de los tantos del equipo de Quinteros que fue muy superior a su rival durante gran parte del partido.
El Fortín tomó el liderazgo del campeonato en la fecha 12 y desde allí nunca le arrebataron esa posición. Sólo fue igualado por Talleres en la jornada que finalizó el fin de semana pasado.
El coraje de Vélez y sus convicciones futbolísticas fueron más fuertes que algunos golpes y dudas que lo hicieron tambalear en tramos decisivos del año. En su partido N° 50 de 2024, el único equipo que disputó todos los encuentros posibles del calendario local puso el broche que merecía su largo recorrido. Se le negó en la final de la Copa de la Liga, aun siendo superior a Estudiantes. Se enredó en la maraña que le tendió Central Córdoba en la definición de la Copa Argentina. Parecía al borde del colapso físico y mental, estado que Gustavo Quinteros no desmentía en sus quejas por un fixture asfixiante.
Puntero de la Liga Profesional desde la 12ª fecha, Vélez remató la tarea con temple de campeón, no falló, tuvo aire, piernas y cabeza cuando ya no quedaban más oportunidades para reponerse de los últimos deslices. Once años después vuelve a ganar un título local. En un Amalfitani repleto, desbordante de ansiedad y adrenalina, en la misma cancha donde hace un año un 3-1 sobre Colón lo liberaba de la angustia del descenso, Vélez escribió una página de gloria para su historia.
Superó a un Huracán que llegaba con posibilidades de ser campeón, pero que en la cancha quedó muy lejos de disputar el título, de moverle el piso a un Vélez bien plantado en los 90 minutos. La diferencia de juego y rendimiento fue más amplia de la que podía esperarse entre un líder y su perseguidor. Si Huracán llegó tan alto, en buena medida se debió al espacio que había cedido Vélez.
Fue una victoria fundamentada, como muchas de las conseguidas a lo largo de la temporada. A la hora de la verdad, Vélez puso a punto su organismo. Ante la duda de que llegara flojo de vitaminas, se nutrió de todo, hasta de su historia, con José Luis Chilavert dentro de la cancha, arengando micrófono en mano a los hinchas unos minutos antes del encuentro.
Solo unos pocos minutos, los iniciales, duró el nerviosismo de Vélez. No tardó en tomar el mando del desarrollo, lo hizo con aplomo y solvencia. Varias individualidades recuperaron su mejor nivel: Aquino, Romero, Ordóñez, Pizzini. El goleador Romero (12) no se reencontró con la eficacia, pero jugó para el equipo con sus apoyos y retrocesos. Bouzat es el menos susceptible a las caídas de tensión, siempre bien ubicado y con la cabeza levantada para elegir la opción más favorable.
Vélez manejaba la pelota con dinamismo, recordaba al equipo que tantas ilusiones despertó a lo largo del año. Huracán se vio obligado a replegarse y buscar con pelotazos a un Ábila que vivía en off-side. Las complicaciones de Huracán aumentaron con la rápida salida de Tobio por lesión. En el Globo se extendió una inseguridad defensiva que solo contrarrestaba Galíndez con una tapada estupenda a Aquino. El arquero sostenía a un equipo que hacía agua, no olía la pelota y se veía sometido.
Si en Huracán falla Fattori, todo empeora. De una pérdida del volante central surgió el 1-0, con doble remate de Aquino para derribar a un Galíndez que parecía inexpugnable. Pero como nada parece exento de suspenso para Vélez en los últimos meses, el festejo por el 1-0 se demoró los minutos que duró el VAR en corroborar que no había off-side.
Sin el lesionado Thiago Fernández, otro juvenil de las inferiores jugó con igual desparpajo. Maher Carrizo, piernas flacas, cintura quebradiza, disputó la final sin complejos, encaró y se animó a gambetear.
Huracán estaba grogui y Vélez atinó a darle el golpe de nocaut, aunque quedara mucho partido por delante. Jugó rápido un tiro libre sobre la izquierda y en el ataque al área aparecieron sus dos zagueros centrales, otra evidencia de que este Vélez siempre fue generoso y ambicioso en ataque. Galíndez le tapó el remate a Valentín Gómez, pero no pudo con el de Damián Fernández, ante la atónita defensa del Globo. Noche de reivindicaciones, también para el defensor Fernández, reemplazante del suspendido Mammana; firme y seguro en defensa, Fernández cambió los recuerdos de dos expulsiones recientes.
La sensación de historia resuelta no se modificó en el segundo tiempo. Vélez siguió metido de cuerpo y alma en el partido, mientras al Globo le era imposible disimular sus limitaciones; tampoco tenía en el depósito alguna reacción anímica o temperamental. La única preocupación local fue la salida de Valentín Gómez por un golpe en la cabeza. Si Vélez es un ejemplo de superación por haber pasado en un año de bordear el descenso a ser campeón, Gómez es el mayor paradigma de ese crecimiento. Pudo derrumbarse cuando simultáneamente se frustró su pase a Manchester City y el préstamo a River por no haber pasado la revisación médica. Volvió a Vélez y con 21 años es el líder de la defensa, con cada quite saca a su equipo del fondo, contagia con su despliegue y elasticidad.
Abrazo entre zagueros centrales: Damián Fernández, autor del 2-0, y Valentín Gómez
.Lo que Huracán tenía en el banco (Fértoli, Eric Ramírez) no resolvió su anemia ofensiva. El ritmo y la circulación de la pelota seguían siendo propiedad de Vélez.
Los últimos partidos hacían dudar de que Vélez pudiera salir campeón y sin embargo en la última función a su victoria le sobraron minutos y consistencia. Esas celebraciones atragantadas en la Copa de la Liga y la Copa Argentina pudieron ser liberadas con anticipación en la noche de Liniers.
Reconocimiento a Quinteros, que encontró a los intérpretes e impuso un estilo de juego atrevido, propositivo, siempre con la intención de que cada triunfo dejara algo más que tres puntos, que hubiera un sedimento de orgullo por respetar el espectáculo. Vélez nunca aburrió, ni aún en sus horas más grises. Tuvo su equipo de memoria, con escaso recambio de la misma capacidad. En los últimos dos meses, Vélez, paradójicamente, parecía víctima de sus éxitos parciales, se le reclamaba el último aliento para coronar algo, como si el elogiable tránsito fuera insuficiente. Exigencias de un fútbol en el que todo va muy rápido y algunas cuestiones se pierden de vista, como que seis jugadores de este domingo estuvieron hace un año para sortear la amenaza del descenso. A Vélez se le exigía ser campeón, cuando a principios de año nadie se lo hubiera pedido. Pagó con fútbol y carácter, no le debe nada a nadie.
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