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En un momento dado

·12 décembre 2024

Lewandowski, Ferran y el futuro 9 de Lamine

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Robert Lewandowski es el nueve titular del Barça de Hansi Flick. Para serlo, presenta credenciales como su contribución en el apoyo, jugando de espaldas a portería, y sobre todo su capacidad finalizadora. El pichichi azulgrana es el gran protagonista a la hora de traducir en goles el buen juego del equipo, pero también de convertir, con sus tantos, tramos de juego más irregulares en victorias.

Robert Lewandowski también es un delantero de treinta y seis años, y a esa edad no hay nadie que no pague peajes. Unos los disimulan más que otros, pero todos los pagan. En el caso del polaco, los dos principales peajes que paga tienen que ver con la presión y con la amenaza al espacio. Para lo primero ha firmado un pacto tácito con Flick en virtud del cual, en el día a día, se le reduce el desgaste haciéndole tapar el mediocentro en lugar de correr detrás del balón cuando lo mueven los centrales. Se trata de un plan que obliga a ajustes, y que para mantener los emparejamientos y el equilibrio en las vigilancias sitúa a los extremos por dentro y a los laterales muy arriba, pero que al Barça, en líneas generales, le está compensando. Sin embargo, contra el Dortmund el plan no iba a valer. El principal peligro de los de Nuri Sahin, Jamie Gittens, aguardaba escorado sobre el flanco derecho de la defensa culer, y su control requería un cuidado especial. La alternativa que diseñó el técnico barcelonista ante él sujetaba a Koundé como lateral, a Lamine defendiendo por fuera a Bensebaini y, por lo tanto, necesitaba a Lewandowski ejerciendo como delantero centro también sin la pelota. Para salir victorioso del Signal Iduna Park el Barça y Flick le pidieron a Robert todos los minutos de presión que éste pudiera darles.


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El segundo peaje que a estas alturas de su carrera debe pagar Lewandowski, el de la amenaza al espacio, se vio suavizado de entrada por la estrategia de partido de su equipo. Ante los peligros de un Dortmund lanzado en transición, a lomos de un escenario de ida, vuelta y descontrol, el planteamiento visitante ganó seguridad con la pelota y alargó las jugadas de ataque en pos de no precipitarse. Con Raphinha a modo de sacrificado señuelo, casi como si al brasileño se le hubiese ocultado el plan del resto para que su utilitario papel resultara más creíble, los futbolistas del Barça no tuvieron prisa por desprenderse del esférico ni por precipitar la acción a la hora de acercarse a la portería contraria. Sólo encenderían el fuego cuando estuvieran seguros de que las llamas no iban a quemarles. Así, ya desde el inicio de la acción Iñigo y Cubarsí no le hicieron ascos a retener la pelota hasta fijar y atraer la presión de un contrario, situación que inclinó el partido a su favor desde el arranque. Como si de una cadena se tratara, Iñigo hacía saltar a Sabitzer para que el austriaco liberara a Casadó, cuya libertad, seguidamente, arrastraba a Reyna lejos de Nmecha. El resultado, para el ataque del Barça, era un casi permanente dos contra uno de Pedri y Olmo frente al mediocentro local, potenciado por los movimientos a banda del canario y la posición entre líneas del catalán.

Tan marcada fue la ventaja de la salida de balón azulgrana que pronto el Dortmund tuvo que renunciar a la presión, bajando la altura defensiva de Sabitzer a costa de darle aire a los centrales culers y de trasladar su bloque defensivo mucho más cerca del arco de Kobel. El Barça jugaba en campo contrario, y como su seguridad en la combinación le permitía juntarse cerca de la pelota, su presión era más efectiva con Marc Casadó como brillante activador. La segunda vez que el entrenador local ajustó a su equipo fue en el descanso, después de un primer tiempo en el que al Barça sólo le había faltado el gol. Revitalizó la salida desde atrás utilizando a Bensebaini por dentro y dando entrada a Yan Couto en la banda derecha, y aprovechó la altura obtenida gracias a un inicio de la jugada más eficaz, con una nueva apuesta por la presión adelantada. Esta vez, no obstante, atribuyendo a sus centrales un comportamiento más agresivo en la anticipación, especialmente en el caso de Schlotterbeck, para que saltaran sobre las recepciones de Olmo a la espalda o a los costados del mediocentro.

Fue entonces cuando el Barça necesitó de su delantero dos cosas que Lewandowski ya no podía darle. Por un lado, prolongar los esfuerzos defensivos que el polaco había sostenido en la primera parte, ante un rival que, ahora, salía más y alargaba las posesiones llevándolas de lado a lado del campo. Por el otro, la posibilidad de amenazar la portería de Kobel aun defendiendo cerca de Iñaki Peña y afrontando los ataques con muchos metros por delante. Cuando Robert ya no pudo darle más carreras, Flick las buscó en Ferran Torres para que el valenciano corriera por delante de Pedri y Lamine. El canario se encargaría de conservar la pelota ante la presión del Dortmund, de esquivar el intento de recuperación y de servir el esférico a la espalda de la medular alemana, al tiempo que Lamine sería quien construiría la ocasión de peligro en el intervalo abierto entre el centro del campo y la zaga. Por delante, Ferran, atacando los espacios para empujar a los centrales lejos de Yamal y para que a la estrella ofensiva del Barça no le faltara un desmarque hacia el que lanzar el pase. Para que salir a defender a Lamine siguiera siendo la mejor opción, pero no una opción sin castigo. Para que la técnica individual, la visión de juego y la personalidad del canterano encontrara siempre un camino fácil para la amenaza.

– Foto: Lars Baron/Getty Images

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