
La Galerna
·29 juin 2025
La deuda eterna del "Mesías"

In partnership with
Yahoo sportsLa Galerna
·29 juin 2025
El 30 de junio de 2025, en medio de un calor pegajoso, viendo el mundial de clubes al fresquito del aire acondicionado de casa y tras otra temporada haciendo el ridículo en Copa de Europa, ese club del que usted me habla abonará a Lionel Andrés Messi Cuccittini, El Mesías, el mago del balón, el múltiple Balón de Oro, la quintaesencia del balompié, la módica cantidad de 5,95 millones de euros. No es una prima por haber ganado algo, ni por marcar un gol en una final, ni por salvar a un gato de un árbol en la Ciutat Esportiva. Es, atención, el último pago de su finiquito. Una deuda arrastrada desde 2021, cuando el supuesto mejor jugador de todos los tiempos hizo mutis por el foro, dejando tras de sí un club en ruinas, una economía desahuciada y un relato agotado.
Pagarse a sí mismo con 5,95 millones en 2025 por servicios prestados hasta 2021 sería ya escandaloso en cualquier empresa normal. Pero en el club cliente de Negreira, ese club-estado que mezcla la contabilidad creativa con el victimismo estructural, es simplemente otro martes.
Por situarnos: Messi no gana una Copa de Europa desde 2015, cuando todavía llevaba Cristiano Ronaldo el pelo con gomina y la palabra "VAR" no existía más allá de las novelas de George R. R. Martin. Y su último gol en una final de la máxima competición continental data de 2011, en aquel partido contra el Manchester United en Wembley, que desde entonces se menciona en la capital de ese pequeño país con la reverencia de los milagros eucarísticos. Desde entonces, nada. O mejor dicho, menos que nada: goleadas históricas, debacles en Roma, en Anfield, en Lisboa… y un club arrastrando la losa de su propio tótem.
Pero Messi, ese mismo que lloró con cara de resignación calculada en su rueda de prensa de despedida, sigue cobrando. El Mesías se fue, pero la factura permanece. Como las plagas en el Antiguo Testamento. Como el "Espai Barça". Como los tuits de Piqué.
El contrato que firmó Messi en 2017, revelado por El Mundo en 2021, contemplaba una cifra cercana a los 555 millones de euros brutos en cuatro temporadas. Para ponerlo en contexto: eso es más de lo que algunos países dedican a su sanidad pública. Fue la obra magna de Bartomeu, ese visionario sin presupuesto, ese encantador de serpientes que vendía la sostenibilidad financiera del club mientras quemaba la caja como Nerón el Foro Romano
Durante ese contrato, el Barça no ganó ni una sola Copa de Europa, fue humillado por el Liverpool, el Bayern, la Roma y hasta el PSG. Messi metía goles, sí, pero ninguno decisivo en Europa desde hacía años. Ganaba títulos nacionales porque durante décadas pagaron al vicepresidente del CTA millones de euros Y AÚN NO HA PASADO NADA, que no se olvide, mientras la deuda se inflaba como una burbuja de chicle. Y encima, para rematar la ópera bufa, cuando el argentino se marchó, no fue con la gratitud serena del que ha cobrado bien por lo que dio. No. Se marchó con una deuda pendiente y un club que, para poder pagarle, ahora tiene que vender el alma al fondo de inversión que pase por la puerta.
Messi, ese mismo que lloró con cara de resignación calculada en su rueda de prensa de despedida, sigue cobrando. El Mesías se fue, pero la factura permanece. Como las plagas en el Antiguo Testamento. Como el "Espai Barça". Como los tuits de Piqué
Lo de Messi no fue un fichaje. Fue una hipoteca a tipo variable en una economía temblorosa, fue el símbolo de una gestión basada en la nostalgia, el cortoplacismo y la idolatría. Un club que le construyó un altar mientras se hundía el suelo, que le renovaba contratos galácticos mientras los ingresos caían y el gasto se disparaba, que le pedía sacrificios económicos al vestuario mientras a él le garantizaban variables por respirar.
Y ahora, cuando el Camp Nou ni siquiera existe como estadio funcional y el amante de la Fuente de Canaletas juega como okupa en Montjuïc, siguen pagándole casi seis millones de euros. En 2025. Cuando Messi ya ha jugado en el PSG, en el Inter Miami, ha ganado un Mundial (ejem…), ha dejado de competir en Europa y es el niño bonito de la liga estadounidense haciendo el ridículo partido tras partido con sus salidas de pata de banco contra árbitros y rivales.
El problema no es sólo económico. Es también moral. Porque el mismo club que defeca continuamente en el fair play financiero, que amenaza con retirarse de la Liga, que acusa a la UEFA, a Tebas, a Florentino, a los árbitros, a los jeques y a las galaxias de su desgracia sigue honrando religiosamente la deuda con su icono, sin pedirle jamás que renuncie, que perdone, que alivie a la entidad que le dio todo.
Cualquier otro futbolista que realmente “ama al club”, como tantas veces se repite en las misas culés, habría dicho: “Gracias, pero no hace falta, ya he cobrado bastante”. Pero no. El Messi de 2025 cobra hasta el último euro con puntualidad suiza mientras el club suda para inscribir a Fermín López. ¿Legítimo? Sí, ¿legal? También. ¿Está en su derecho? Por supuesto. Pero ¿moralmente criticable? Desde luego.
Y que nadie se engañe: Messi no es víctima del Barcelona. Es su coautor. El símbolo de un sistema que se devoró a sí mismo. La gallina de los huevos de oro que exigió tantas pepitas que acabó con la granja hipotecada. Si el club cliente de Negreira es ahora un club de saldo, un gigante endeudado, Messi es parte central de la trama. No por maldad, sino por omisión. Porque nunca dijo “basta”.
Lo de Messi no fue un fichaje. Fue una hipoteca a tipo variable en una economía temblorosa, fue el símbolo de una gestión basada en la nostalgia, el cortoplacismo y la idolatría
Cuando dentro de veinte años se estudie en las escuelas de economía el caso del més que un club, se hablará del “efecto Messi” como un fenómeno singular: cómo un jugador lo ganó todo y a la vez dejó al club como un erial financiero. Se hablará de cómo un amor mal gestionado puede arruinar no solo las cuentas, sino el relato. Porque ni siquiera el relato ya sostiene. Ni el ADN, ni la Masía, ni la esquinita del campo.
Solo queda la deuda.
Y, por supuesto, el pago del 30 de junio de 2025: 5,95 millones de euros.
Me despido con la esperanza de ver ganar el martes a nuestro equipo a la Juventus y pasar a cuartos de final del Mundial, repito, esa competición que el club ese del que usted me habla, el club que se ha arruinado hasta la extenuación por tener en sus filas al rosarino de la hormona del crecimiento, mira con envidia desde el sofá de su casa. Y con la frase de mi amigo Javi, que está deseando ser él el que escriba estas líneas. Ser del Real Madrid es lo mejor que una persona puede ser en esta vida. ¡Hala Madrid!
Getty Images
Direct
Direct
Direct
Direct