
La Galerna
·16 juillet 2025
Hasta luego, Lucas

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·16 juillet 2025
Nunca fuiste un cobarde, no es tu estilo. Llegaste a la Casa Blanca hace casi 20 años y, contradiciendo a Gardel, ha sido mucho. En una década en el Real Madrid has atesorado el palmarés de un gran club europeo. ¿Te das cuen? Marchas con las mismas Champions que el Barça en toda su historia, con una más que el Ajax, con dos más que el United y el Inter, con tres más que la Juve.
Irrumpiste en el primer equipo a comienzos de la temporada 2015-16 a las órdenes de Rafa Benítez. Lo hiciste con presencia de ánimo. Siempre al atáquerr, entonces te alineaban como extremo derecho, aunque sin ahorrar sacrificio alguno en defensa. Porque ante todo eres un jugador de fútbol, un deporte colectivo. Y por tu desempeño en el terreno de juego se atisba tu calidad humana.
Aquella campaña concluyó con una de esas escenas imprescindibles en cualquier recopilatorio de momentos cumbre del madridismo. Zidane había sustituido a Benítez y os había guiado hasta la final de Champions. Otra vez el Atleti. Otra vez prórroga. Pero ahora penaltis. Y apareciste tú, bambino. Les dijiste a Zidane y a Bettoni que serías el primer lanzador. Querías hacer algo importante.
¡Por la gloria de mi madre!, exclamamos todos cuando te vimos hacer malabares con el balón. Te dirigías al punto de penalti como quien va al frigorífico a por una cerveza canturreando siete caballos vienen de Bonanza. Los hinchas se santiguaban mientras susurraban grijandedemenemore.
No se te pasó por la cabeza aquello tan común en jugadores consagrados en momentos de máxima responsabilidad, ese no puedo, no puedo. Porque tú no eres un cobarde, no es tu estilo, ya te lo he dicho antes.
Plantaste el balón en el punto de penalti, tomaste carrerilla, te dirigiste al balón a saltitos: e guan, e péich, e gromenágüer… y ¡jarl!, torpedo a la izquierda de Oblak. Y a reivindicar el escudo redondito.
No fue la única vez que consumaste una guarrerida española de ese calibre y dejaste a todos los antis con cara de fistro diodenarl. Muchos de esos antis, ya sabes, en vez de graduado escolar tienen una etiqueta de Anís del Mono. Contra el City, camino de la 15, volviste a marcar otro penalti como un niño que juguetea en el recreo.
Nunca fuiste un pecador de la pradera. El único pecado que puede atribuírsete es el de la lealtad, el de la disciplina. Las necesidades del club te obligaron a desempeñar un papel distinto a aquel más adecuado a tus aptitudes. Lo hiciste sin rechistar pese a que parte de la afición te responsabilizaba por ello. No te decían trigo por no llamarte Rodrigo, te hacían pupita. Te gritaban ¡cuidadín! cuando te encaraba el extremo rival. Tú lo aguantaste con estoicismo. Lo diste todo. Sin una queja.
Siempre trabajaste infinitamente más que el sastre de Tarzán.
Como dices en tu despedida, te vas del Real Madrid, pero el Real Madrid nunca se irá de ti. Por eso te damos las gracias y te decimos: hasta luego, Lucas.