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La Galerna

·17 septembre 2024

Flick, la RENFE y la Champions

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Tutto il resto é noia

El Barcelona de Hans Flick es el equipo de moda. Quién nos lo iba a decir hace unos meses. Ha empezado la liga como un tiro y en la otra orilla, el Madrid, zozobra entre el asco y la pena. Por si fuera poco, la labor de lobby atlética a través de la supuesta movilización vecinal en Chamartín ha paralizado, por un tiempo, los conciertos en el Bernabéu: España tiene al Madrid donde le gusta, que es en ese punto intermedio entre la extinción apocalíptica y el enloquecimiento colectivo. La cosa es que, históricamente hablando, al Madrid como organismo vivo también le gusta estar ahí. Esta tensión kafkiana afila, digamos, sus instintos, y simplifica un poco las cosas a su alrededor del mismo modo que las lesiones abrevian las cábalas esquemáticas de Ancelotti con el once titular.

Bien es verdad que Hans Flick es un entrenador con cara y ojos, no como Xavi, activista militante de la propaganda más inane. Con eso, una bestia en desarrollo como Lamine y el apoyo continuo de todo el aparato técnico-legal de los organizadores y reguladores del fútbol español, era normal que el Barcelona arrancara. Cuando de pequeño yo escuchaba aquello de que si la pelotita entra todo se olvida no podía ni imaginarme hasta qué punto iba a descubrir, de adulto, era eso verdad. Tanto que en cuatro partidos de una liga estrafalaria y tan devaluada como la mano de obra y el valor del trabajo del español medio contemporáneo, nadie se acuerda ya de que Dani Olmo fue inscrito mediante el enésimo fraude de ley amparado por Tebas, el Barcelona tira adelante con dinero que nadie sabe de dónde llega, socios capitalistas de Laporta controlan el videoarbitraje y el club está imputado por adulteración sistemática de la competición.


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Como dice un amigo mío, que es diácono y va para cura, ecclesia suplet. Cuando la norma no se respeta, pelillos a la mar y aquí paz y después gloria pues hay un bien mayor que conservar, en este caso el business. Al fin y al cabo, ¿a quién le importa? ¡En China, los chinos van a poder ver gratis el fútbol español! En Inglaterra, en cambio, parece que están a punto de empurar al City, por fin, pero a diferencia de Inglaterra, que por otra parte también, hay que decirlo, va teniendo lo suyo, en España la única ley que se cumple ya es la de la gravedad.

Tras 4 partidos de una liga tan devaluada como la mano de obra y el valor del trabajo del español medio contemporáneo, nadie se acuerda ya de que Dani Olmo fue inscrito mediante el enésimo fraude de ley amparado por Tebas, el Barcelona tira adelante con dinero que nadie sabe de dónde llega, socios capitalistas de Laporta controlan el videoarbitraje y el club está imputado por adulteración sistemática de la competición

Con el Caso Negreira ha pasado como con todos los escándalos que fluyen desde La Moncloa como un manantial de ponzoña desde que la ocupa Pedro Sánchez: que la mierda, puesta al sol, apesta un tiempo y luego se va secando, hasta que se va disolviendo, se hace polvo, desaparece y se la lleva el viento. Nadie, al cabo, se acuerda de maldita la cosa, y entre tanto la vida continúa su curso, con unos que ganan y otros muchos que pierden.

Menos mal que, con su eterna naturaleza redentora, vuelve ya la Copa de Europa. Aunque este año la han complicado con la pretensión de integrar la rebelión de los superligos en un formato confuso y extraño, la Copa de Europa sigue siendo la Copa de Europa, un país de los vivos por el que caminar hacia la presencia majestuosa de la Verdad. No obstante, cada vez dudo más de que nos dejen disfrutar mucho más tiempo de ella. Como fruto tangencial del movimiento centrípeto que unió a la Europa de la postguerra mundial primero en una comunidad comercial y después en una política regida por valores universales como la libertad y el respeto al individuo, la Copa de los Campeones Europeos (la UEFA no quería que se usara el de Europa, que ya tenían reservada para la Eurocopa de naciones) está condenada a la larga a sufrir el mismo deterioro que la moderna UE. No en vano la disidencia que encabeza todavía Florentino y el Madrid es un síntoma de un mal mucho más profundo que afecta a la naturaleza misma de la relación entre los mejores clubes europeos.

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En 1955, cuando los periodistas de L´Equipe y France Football reunieron a los dieciocho campeones más destacados de ligas a ambos lados del Telón de Acero, propusieron un cotarro autogobernado en condiciones de igualdad al que luego se subió, renuente, la UEFA. Ahora la UEFA hace y deshace a su antojo y la única alternativa viable, al parecer, es echarse al monte con sociedades degeneradas como la que regenta Laporta o con clubes-Estado dopados con dinero del petróleo arábigo. La cosa, la verdad, es para tirarse a las vías del tren, aunque tal y como está la RENFE ahora, lo mismo hay que esperar un buen puñado de horas hasta para suicidarse.

La cosa, la verdad, es para tirarse a las vías del tren, aunque tal y como está la RENFE ahora, lo mismo hay que esperar un buen puñado de horas hasta para suicidarse

Vuelve la Copa de Europa y el quince veces campeón inicia la defensa del título zaherido por extraños y propios, que es lo más sangrante. De nuevo el remoquete estúpido de que no se juega a nada, y eso que en Anoeta el Madrid sacó adelante un partido difícil, con muchas bajas y ante un rival animoso, siempre complicado en su estadio. Supongo que será el hastío porque, en fin, en la vida todo cansa, sobre todo lo mucho. Y lo que ha dado a sus aficionados el Madrid de Ancelotti desde agosto de 2021 que comenzó su segunda aventura al frente del Real, es mucho, muchísimo, dos dobletes maravillosos que han venido a sumarse a la cosecha surrealista de cuatro Copas de Europa, tres de ellas seguidas, con el mejor equipo de todos los tiempos, en apenas cinco años.

Hay más tontos que botellines en este mundo, esto es sabido y no vale la pena extenderse sobre ello. Al Madrid le faltan al menos dos buenos y jugadores, uno para defensa y otro para el medio del campo, y quizá un poco más de fondo de armario. Pero con todo lo que rodea su actualidad, el estado de histerismo nervioso y de abulia que posee cual demonio a buena parte de su afición sólo es posible explicárselo desde el aburrimiento. Maledetta noia, que cantaba Franco Califano. A lo mejor, después de haberlo hecho todo tantas veces, al Madrid sólo le falte autodestruirse en medio de una gran fiesta decadente, lleno de gente aburrida que se droga por no ver más a Tchouaméni dar un pase malo a medio metro de distancia. Y aun así, seguro, habría alguien quejándose.

Getty Images.

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