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La Galerna

·26 mai 2025

En el adiós de Lucas Vázquez

Image de l'article :En el adiós de Lucas Vázquez

Uno podría reflexionar, en la hora del adiós de Lucas Vázquez, que la gloria a menudo no está hecha de ramalazos de genio, sino trabajosamente construida a fuerza de colocar un ladrillo encima de otro, día tras día, y otro más. Podría encomiar la constancia callada, el esfuerzo sin alharacas, la disciplina férrea. Podría acordarse de que es la indesmayable voluntad de triunfo, el inextinguible fuego interior, la determinación que hace oídos sordos al ruido, que desoye a los pesimistas y a los agoreros, lo que constituye la esencia misma del Real Madrid, la causa última de su grandeza, lo que nos emociona y dota a sus triunfos de la trepidación inconfundible que los marca indeleblemente en la memoria.

Uno podría juzgar, en la hora del adiós de Lucas Vázquez, que hay futbolistas que nacen con estrella y hay futbolistas que nacen con la voluntad indestructible de conquistar las estrellas. Podría advertir que hay futbolistas nacidos para la gloria y hay futbolistas que conquistan la gloria a fuerza de pico, de pala y de fe inquebrantable. Podría reparar en que los primeros nos emocionan, pero son los segundos los que nos ganan el corazón, porque sus limitaciones los hacen humanos, pero su voluntad y su coraje los convierten en ejemplo e inspiración ante nuestros ojos.


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Uno podría reconocer, en la hora del adiós de Lucas Vázquez, lo tacaño e injusto que es a veces el madridismo con sus mejores hombres. Podría invocar las cinco Champions League, las cuatro Ligas y los cuatro Mundiales de Clubes que empapelan su palmarés, y concluir que no son méritos de buen soldado, sino insignes medallas de general que proclaman el heroísmo de su portador. Podría argumentar, sin necesidad de razonarlo, que no son números de meritorio sino de leyenda. Podría recordar a los más olvidadizos y a los más condescendientes que la contribución de Lucas en todos esos títulos fue fundamental, y que pese a no haber gozado nunca de la condición de titular indiscutible, siempre contó con la confianza de los entrenadores que tuvo durante los diez venturosos años que nos emocionó con su madridismo risueño, valga el pleonasmo.

Uno podría decir muchas cosas, sí, en la hora del adiós de Lucas Vázquez. Pero sólo una le viene a la boca: gracias, leyenda, por encarnar lo mejor del madridismo

Uno podría rememorar, en la hora del adiós de Lucas Vázquez, las innumerables ocasiones en las que sus incursiones ofensivas acabaron en gol de un compañero. Podría enaltecer la abnegación y profesionalidad con que se desempeñó en posiciones defensivas en las frecuentes oportunidades en que el equipo lo necesitó. Podría celebrar su disposición y su actitud en todo momento, a despecho de tener que realizar a menudo cometidos que ocultaban sus virtudes y exponían sus carencias. Podría poner en valor esa emocionante fuerza interior que le llevó siempre a dar lo mejor de sí mismo, esa sabiduría que le hizo ver que no se necesita ser titular para convertirse en leyenda del Real Madrid, y esa voluntad que le hizo conseguirlo. Podría, en fin, ensalzar su autenticidad, su falta de egoísmo, su profesionalidad, su alegría, su saber estar dentro y fuera del campo.

Uno podría decir muchas cosas, sí, en la hora del adiós de Lucas Vázquez. Pero sólo una le viene a la boca: gracias, leyenda, por encarnar lo mejor del madridismo.

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